En movimiento

Se esperaba mucho de Un paso adelante, la nueva cinta de Cédric Klapisch. Sobre todo porque la anterior, Tan cerca tan lejos, estuvo bastante bien.
El problema es que la película no emociona, no engancha. No se sabe si es por querer apartarse de un tono hollywoodense a lo CODA, pero los personajes no tienen carisma. La protagonista , de hecho, cae bastante mal, y para dos personajes interesantes que hay, el guión los deja medio olvidados. Se trata de los de unos excelentes Pio Marmai y François Civil, que vuelven a repetir juntos después de Los Tres Mosqueteros. Por lo menos el de Civil, Yann, tiene más tiempo en pantalla, y cuando aparece es absolutamente adorable, pero sus tramas merecían más, sobre todo en lo que concierne a su relación con Élise.
Entretenida, pero bastante decepcionante.

Lo mejor: Pio Marmai y François Civil, y el personaje que interpreta este último, Yann.
Lo peor: No emocional, y los personajes carecen de carisma.

Una película que habla de muchas cosas, siempre con un tono amable y natural, sin subrayados innecesarios: una crisis juvenil, la reinvención personal, la amistad, relaciones padres e hijos, … La actriz y bailarina Marion Barbeau está excelente y con su encanto personal nos lleva con interés por una película que destaca en sus escenas de danza, tanto clásica como contemporánea. Klapisch se encuentra muy a gusto en ese mundo de veinteañeros con inquietudes que ya retrató hace años en “Una casa de locos”. Película muy recomendable, si no buscas un drama.

En un oasis entre el cine deportivo y el de las más sacrificadas disciplinas artísticas -en este caso, ambos- siempre ha germinado esa semilla dramatúrgica que es campo abonado para los leit motivs de superación y el espíritu del esfuerzo, motivación personal y, huelga decirlo, fértil desencadenante de traumas físicos y emocionales.
Y Cedric Kaplisch, con la vista a punto de posarse de nuevo sobre ya sabemos qué criaturas de su muso Romain Duris y Kelly Reilly, vuelve a tirar fuerte de su don para el retrato urbano y tragicómico para, no obstante, ahorrarse enfoques de tragedia griega más propios de un Darren Aaronofsky, y no digamos de los viajes de terrorífica acidez lisérgica y psicopatía deconstruida (en lo narrativo) de la perspectiva de Gaspar Noé; legándonos lo que el director de la tetralogía del Albergue Español mejor sabe ofrecernos: plasmar los claroscuros de personalidades volátiles, amistad y un sentimiento de fraternidad -o de toxicidad- que acompañan en su sprint personal a un puñado de seres imperfectos con vidas ídem a los que en puntuales momentos -tanto como cabe esperar de una feel good movie al 80 %- les suena la flauta y les sale (casi) todo tan recto como la correcta ejecución de un spagat o la solidez para estrenarse como actriz de la primera bailarina de la Ópera de París, Marion Barbeau (a ratos, sin embargo le falta el empujon de energía que también adolecía Marine Vacth en unos titubeantes comienzos).
Un movimiento perfecto que poca relación guarda con la serie de televisión a cuyo recuerdo pueda inducir erróneamente una libre y meliflua retitulación al español.

Con el título original de “En corps” más acertado que la traducción española que remite a la serie española homónima, se ha estrenado en la cartelera este título coescrito y dirigido por Cédric Klapisch después de “Tan cerca, tan lejos”. Cuenta la historia de Élise, de 26 años, una gran bailarina clásica. Sufre una lesión durante una función y le informan que tendrá que dejar de bailar. A partir de ese momento, su vida da un vuelco y Élise tendrá que aprender a reconstruirse...
Tras unos vistosos títulos de crédito al inicio, el director vuelve a los personajes jóvenes en su filmografía (“Una casa de locos” y sus continuaciones) con esta coproducción francesa, una comedia dramática que describe bien la evolución de la protagonista, pasa de la disciplina tradicional del ballet clásico al ímpetu orgánico de la danza contemporánea, tiene logradas coreografías y sabe reflejar estas disciplinas artísticas. La película no se hace pesada, es entretenida en sus casi dos horas de metraje y hace sentir bien al espectador cuando acaba. Esta especie de feel-good movie tiene un guion realista que puede resultar previsible si bien gustará a los aficionados al baile en general como un servidor. Además, está protagonizada por la destacada Marion Barbeau, bailarina profesional, bien acompañada de Denis Podalydes como su padre en la ficción, Pio Marmai como un cocinero novio de una amiga de Elise y François Civil como su fisioterapeuta.
El film obtuvo nueve nominaciones a los premios César incluyendo mejor largometraje, dirección, guion original, actor de reparto (Civil y Marmai (quizás un poco sobrevalorado el segundo), actriz revelación para Barbeau, una destacada fotografía, montaje y sonido.

Valoración: 7
Lo mejor: las escenas de baile en grupo y el trabajo de Marion Barbeau en el aspecto físico e interpretativo.
Lo peor: hay personajes secundarios no muy bien definidos como el de Loïc y Mehdi.

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Verla antes de que desaparezca de las pantallas. No es para mi una comedia romántica. Los pasajes, desde el engaño al amor no correspondido, sobran y la película mejoraría si no apareciesen.
La película no solo habla de superación, sino que nos transmite la belleza de la danza, la vocación de los artistas, la búsqueda de la belleza. Muestran tanto el baile clásico de puntas femeninas y tutú, al baile contemporáneo con música de hip-hop. Muestra la fascinación de algunas personas por este acto cultural con un poder terapéutico indudable para nuestro espíritu. Sobrevuela sobre la amistad, el amor entre padre e hija. Muriel Robin hace una interpretación a mi modo de ver maravillosa. Una película que rebosa optimismo y te empuja a ser espectador de esas joyas que la danza y sus intérpretes nos ofrecen en los escenarios de todo el mundo.