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El color del paraíso

Drama Mohammad es un niño ciego iraní de ocho años. Tras acabar su curso escolar en Teherán, regresa al pueblo con su padre para reencontrarse con su abuela y sus dos hermanas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
22 de diciembre de 2007
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Majidi sale de la ciudad y su cámara se empapa de una fotografía asombrosa. Nos asombra con grandes postales. Somos partícipes de su mirada, de cómo observa esa otra vida alejada de las grandes urbes. Caminando juntos, cogidos de la mano de un niño que lo único que no es capaz de ver es a su dios, nos enfrentamos a las trabas que aparecen y a los sentimientos encontrados que su director expone de forma brillante, sin terciar palabra. Un gesto, una mirada del padre, nos bastan para saber lo que piensa.

Esta película esta llena de colores, aquellos que forman el espectro visible y que tanto conocemos, y aquellos que crea su protagonista. Es compleja, es sincera, es dura y al mismo tiempo tremendamente tierna.

Igual su final no me convence, pero lo hace su conjunto.
Chagolate con churros
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25 de septiembre de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Dios no es visible”, le dice su profesor de braille a Mohammad, un niño de ocho años, a manera de consuelo ante la discriminación de los demás, incluso de su padre.

El drama de un niño ciego que vive en el campo, aparentemente sin oportunidades, en medio de una pobreza relativa, donde todo es orden y belleza: las casas de adobe, las praderas sembradas y los sonidos de la naturaleza.

La película es un prodigio de lenguaje. Por un lado cinematográfico, de escenas y encuadres bellísimos, de travellings notables, sin abusar de la cámara lenta, una delicia. Pero el lenguaje más importante, que va descubriendo Mohammad después de aprender braille, es el que despliega la naturaleza ante los sentidos del niño. Son secuencias o códigos de perfección que el muchacho atesora en su mente y al final serán el llamado para sobrevivir a la adversidad y volver a la vida.

Mohammad es un chico valiente y sensible, “quiere atrapar el viento” al sacar la mano por la ventana del bus, que lo trae de vuelta desde Teherán, ahora provisto de la escritura que ha aprendido en un internado para ciegos.

Una vez en el campo, se reencuentra con los afectos de su abuela y sus hermanas, pero Mohammad es otra persona, ahora puede leer las piedras, las espigas de trigo, las flores.

Hay un primer plano de encuentro entre las manos, de diferente textura, de la abuela y del niño, que en su acercamiento, reflejan toda la humanidad de estos personajes. El tacto es el sentido fundamental para Mohammad, su manera de entender el mundo que lo rodea, y también de expresar el cariño que profesa por sus hermanas al reconocer sus rostros.

El padre es un ser egoísta que no sabe qué hizo para merecer un hijo ciego, que cree será incapaz de cuidarlo cuando viejo.

Hay imágenes de árboles en el cielo, de la abuela rezando y descansando en paz, de un padre que se arroja a las aguas, que aprende su lección de la sabia naturaleza, que a orillas del mar, le brindará una nueva oportunidad al padre y al hijo.

“El sol ilumina la tierra” es la primera lección de Mohammad, y la metáfora perfecta de esta obra maestra.
Anibal Ricci
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29 de julio de 2005
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que esta sea mi pelicula favorita, esta al nivel de los clasicos del cine. No sé si será por el momento en que la ví o por la expectativas que tenía pero resultó para mi un verdadero placer verla como lo es ahora recomendarla.
Fotografia: genial. Actuaciones: medidas y sobrias. Guión: quiza inicia algo lenta pero rápido toma ritmo. Pero por sobre todo está ese toque humano que trasmite con una facilidad increíble.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
danm
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10 de mayo de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas son las ocasiones que, en razón de las charlas formativas que dicto en los colegios y especialmente en mis terapias holísticas, he tenido y sigo teniendo, de interactuar con chicos y chicas que, en plena adolescencia, sufren un eterno conflicto con sus familiares más cercanos. Preocupa concluir -luego de escuchar por separado a los padres y a los muchachos- que son los mayores los que, muy frecuentemente, generan los conflictos con su intolerancia, su desafecto, su incapacidad de mantener una comunicación asertiva, y con su forma impositiva de pretender que sus hijos hagan tales o cuales cosas.

Empeoran también la situación, porque descargan en sus chicos las rabias originadas en sus empleos o en otras labores; porque no les dejan ser y les quieren imponer su ya opaca, y (casi) rancia, visión del mundo; y sobre todo, porque desconociendo de tajo el momento histórico en que sus hijos se mueven (sus gustos, necesidades, cambios, potenciales, sentires…) resultan impotentes para conectar con los muchachos y unos a otros se adivinan entonces a kilómetros de distancia; y lo digo objetivamente: me sorprende descubrir a diario, a chicos talentosos, emprendedores, tiernos y muy nobles, sintiendo, con profundo dolor, que sus padres son incapaces de comprenderlos.

La película, <<EL COLOR DEL PARAÍSO>>, tiene que ver con éstas cosas. Hay aquí un chico llamado, Mohamed, nacido invidente, y esa simple carencia le basta a su padre para sentir que él estorba en su vida, y entonces, buscará diversas maneras para deshacerse del hijo y así poder seguir avante con sus planes de contraer nuevas nupcias.

Inteligente, sensitivo, profundamente respetuoso con la naturaleza y muy querido por su abuela y por sus hermanitas, Hanie y Mahareh, el pequeño Mohamed es un ser inspirador que aumenta los encantos de aquel paraíso donde habita, que él no puede ver, pero sabe disfrutar; no aprecia sus colores, pero se sensibiliza ante sus sonidos y texturas.

Solo la invidencia mental que, sin ser consciente, pesa más gravemente en el padre, induce a éste a subvalorar a este pequeño, con un corazón tan grande que apenas cabe en aquel edén que ahora es, “Adán”, el que pretende convertirlo en un infierno.

Si le das el paraíso al hombre, has de saber Dios padre que será en vano, porque no tardarán en salir a flote sus peores flaquezas… y enseguida, los pantanos comenzarán a hacerse visibles. No debería ser así, pero así es. ¿Si será que habrá ese día en que veamos la luz?

A, Majid Majidi, le duelen los pequeños y nunca se cansa de hablarnos de sus potenciales, de su grandeza, su magia y su ternura. Con, <<EL COLOR DEL PARAÍSO>>, un atractivo filme para el que ha contado con calificados recursos técnicos, pareciera preguntarnos: ¿Hasta cuándo vamos a ser impotentes para valorar a los niños, para respetarlos y amarlos como ellos se merecen?

Gracias infinitas a todos aquellos que, con indeclinable voluntad, preservan viva la dignidad en el mundo.
Luis Guillermo Cardona
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20 de octubre de 2005
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta ocasión el "genio Majidi" opta por un drama demasiado cruel, rozando el efectismo en algunas ocasiones. Es por ello que no me ha gustado tanto como otras suyas. Menos mal que el padre se arrepiente, si no estaríamos ante la desacertada versión iraní de "La balada de Narayama", de 1983.
Esto no quiere decir que sea mala película. De verdad que entiendo a los que os ha gustado tanto, pero yo prefiero otras de este mismo director.

A destacar el comienzo con el niño ciego esperando la llegada de su padre. La escena del pajarito en el jardín es ACOJONANTE. Ésta es la auténtica poesía del cine y no lo que se piensan muchos directores occidentales; puede que sea desgarradora, pero es poesía.
jastarloa
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