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Vortex

Drama La historia sigue a una pareja de ancianos. Él tiene problemas de corazón y ella padece Alzheimer. Una mirada cercana a la realidad de este matrimonio que trata de lidiar con sus enfermedades y el paso del tiempo.
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
29 de julio de 2022
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Partiendo de la propia experiencia

Gaspar Noé es el tipo de cineasta comparable al científico loco, cuyo nombre invita a esperar experimentos formales, al menos en sus películas más interesantes. Vortex, con 134 minutos y casi su totalidad en pantalla dividida, encaja en ese grupo. No obstante, esta tranquila y lenta mirada a una pareja de ancianos que padecen diversas enfermedades, es la obra más sensible y accesible del cineasta.

En 2020, Gaspar Noé sufrió una experiencia cercana a la muerte, debido a una hemorragia cerebral, poco antes de que el mundo entero quedara bloqueado por una pandemia. Lo que surgió de este hecho fue un esbozo de diez páginas que detalla las experiencias complementarias de dos adultos en sus últimos días de vida. La implicación personal se intensifica por sus propios vínculos familiares con la pérdida de la memoria debido a la edad.

Al margen de los viajes psicodélicos de Climax y Enter the Void, la última película de Noé vuelve a contar con artificio narrativo. En un modo distinto al de Timecode de Mike Figgis o a cualquier película de Brian De Palma, Vortex introduce una pantalla dividida en los primeros minutos y la mantiene como una declaración sobre las dos historias de vida decadente que la componen.

*Anónimos

La pareja, sin nombre, está compuesta por el director italiano Dario Argento y por la estrella de La madre y la puta, Françoise Lebrun. Ambos intérpretes son referencias cinematográficas, pero Vortex no funciona como esa mezcla del horror y el melodrama que invocarían por defecto. En cambio, la película se desarrolla con la calma y el tiempo real que se acercan a Chantal Akerman, mientras la cámara sigue a los personajes a través de un apartamento claustrofóbico y ocasionalmente en las calles.

Su larga duración puede ser la única barrera de entrada, ya que el ritmo de Vortex puede poner a prueba la paciencia de un público cada vez más habituado a lo frenético. Un homenaje a la naturaleza siempre cambiante de la vida y a sus muchos giros imprevisibles. La intimidad que se ofrece al público en cuanto a las minucias de la vida de la madre y el padre resulta absorbente.

Con una puesta en escena impecable, la cámara sigue en silencio a ambos por su espacio vital como si el público estuviera pendiente de la pareja de ancianos, deseoso de ayudar si lo necesitan y aún más consternado cuando sólo puede observar con desesperación. Aunque al comienzo pueda distraer, el método del díptico es fácil de asimilar y ayuda a que la historia resulte atractiva. En algún momento transmite un cisma emocional entre dos personas, pero en el fondo está más cerca de jugar con las convenciones de lo realista, como ya hizo en Lvx Æterna.

*La memoria dividida

Desde el momento en que comienza la separación visual, las experiencias de la pareja se alejan, y en ocasiones se superponen. El efecto es menos vertiginoso que reflexivo, ya que Gaspar Noé y el director de fotografía Benoît Debie se adaptan al ritmo de las vidas de sus protagonistas. A veces, Vortex adopta carácter de documental, con el habitual efecto de parpadeo de Noé en lugar de los montajes invisibles como único recordatorio discernible del autor detrás de las cámaras.

La trama mínima de Vortex, se adapta a su enfoque de observación directa. Gran parte de la película se ha construido en torno a la perspectiva de ver a la gente seguir con sus vidas, ya sea negando la fragilidad que les rodea o huyendo de ella a través de la rutina. Aunque sus protagonistas estén viviendo sus últimos momentos, no tienen deseo alguno de llegar al final. En el primer plano, Noé muestra a la pareja sentada cómodamente en su balcón de París, disfrutando de una copa de vino mientras contemplan la ciudad. Brindan por la vida y después son filmados metiéndose en la cama juntos. Cuando despiertan, la imagen de cada cual ya ha sido separada. Los títulos de crédito presentan al director y a los protagonistas con los años de nacimiento bajo sus nombres, subrayando la mortalidad.

*La familia que no está

Argento interpreta a un envejecido crítico de cine que intenta escribir un libro sobre el cine y los sueños. Mientras que Françoise Lebrun es una psiquiatra jubilada que pierde continuamente la noción de dónde está y quién la rodea. A veces, su hijo adulto, Alex Lutz, también se apodera de uno las particiones, intentando trasladar a sus padres a un centro de asistencia, frente a la resistencia al abandono del hogar. Luchando con problemas recurrentes de drogadicción, su vástago tiene bastante de qué preocuparse por sí mismo. Estas complicaciones van surgiendo a medida que Vortex deambula de una escena a otra, con repentinas emergencias que salpican el proceso.

Aunque menos fascinante que inmersiva, la película funciona sobre un estado de duda constante, permitiendo a los espectadores asentarse en sus circunstancias. Sin embargo, los fotogramas divididos mantienen una base de ansiedad, reflejando así, el trasfondo emocional que aflige a sus personajes. Vortex arroja cambios repentinos, con la pasividad de la vida cotidiana dando giros imprevisibles a medida que el futuro inmediato de la pareja se convierte en una incertidumbre.

*Realismo formal

Noé comienza con una dedicatoria "a todos aquellos cuyos cerebros se descomponen antes que sus corazones". Una expresión conmovedora que confirma el drama narrativo, encarnado por su pequeño reparto. Dario Argento ofrece una interpretación envolvente, impulsada por la energía parlanchina de su personaje en la vida real, pero Françoise Lebrun es la verdadera protagonista. Su inestable personaje pasa de la lucidez a la confusión y viceversa con una sutileza extraordinaria. Las pantallas divididas rara vez se adentran en el territorio de la espectacularidad, aunque no siempre comparten la misma carga narrativa.
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Escrito por Juan Avilés Torres
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 de agosto de 2022
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sala llena. Normal, viene a presentarnos su película el "enfant terrible" —con permiso de Xavier Dolan— de la cinematografía francesa. Reverenciado por su tendencia a la controversia y a una estética bañada en rojo —"Irreversible"— o luces estroboscópicas —"Climax", "Lux Aeterna"—, que Gaspar Noé genere tanta expectativa no es de extrañar. Se le considera una voz —¿lúcida?— de las ansiedades y peligros romantizados del siglo XXI. Ya sea que te revienten la cabeza con un extintor, que te violen en un pasillo en el metro o que te metan burundanga en la bebida cuando estás de fiesta con los colegas, Noé está ahí para representar esas realidades y plantárselas de forma cruda al espectador.

"Vortex", al más puro estilo David Lynch con "A Straight Story" —aunque no tan marcado como en este caso—, supone un giro a la izquierda para aquello que nos tiene acostumbrados el director argentino. Habiendo sido víctima de una hemorragia cerebral en el 2020 prepandémico, Noé parece que ahora quiere tomarse las cosas un poco más tranquilamente. De chill, podríamos decir. Lejos de las drogas —pero no de los medicamentos— y los bacanales ambientes de las fiestas a las que nos tiene acostumbrados, "Vortex" se centra en la historia de una pareja ya mayor cuyo amor y salud se desintegra a pasos agigantados. El personaje de Dario Argento sufre del corazón y el de Françoise Lebrun de la cabeza. Están, como quien dice, bien jodidos, pero no tienen ganas de dejar la casa en la que han desarrollado su vida. Una casa con personalidad, cargada de libros e historia. En el preguntas y respuestas posterior a la proyección de la película, Noé menciona a Borges y cuán relevante ha sido en su vida. Algo de borgiano tienen los laberínticos recovecos de esa casa, donde los reposabrazos se han sustituido por libros sobre el sentido de los sueños y el suelo va experimentado varios episodios de desnivelación. No parece ser muy grande, pero uno puede perderse en esa casa.

Por supuesto, la creación de un espacio enmarañado como el que se crea en "Vortex" no responde a un principio baladí. Decía que el personaje de Françoise Lebrun sufre de la cabeza. Alzheimer, concretamente. Aquello que antes le era tan conocido se ve velado por una caprichosa capa de olvido invisible, que aparece y se desvanece a placer, sin avisar, sin decir nada. La idea es que nosotros, cómodos espectadores —aunque algo incomodados, adrede, por los recursos técnicos y narrativos de la película—, nos perdamos como se pierde este personaje. Se establece un vínculo orgánico entre quienes vemos la película y quienes la viven. A eso director. Dice Noé que la idea de utilizar esta técnica se reduce al hecho de que cada uno, aun viviendo en pareja, está en su propio mundo y vive en una soledad propiamente fundamentada. Y también podría sacársele una lectura algo más penetrante en la enfermedad del personaje de Lebrun. Siguiendo con la línea solipsista de la intencionalidad del propio director, ni el hemisferio izquierdo ni el derecho —sean quiénes sean los que lo ocupen— funciona propiamente bien. Son dos personajes —tres, si contamos al hijo— que, por circunstancias de la vida, han devenido disfuncionales. La pantalla partida parece funcionar como una representación metatextual del propio cerebro de Lebrun. Nada funciona cómo debería.

También nos decía Noé que es una película de terror psicológico. Y, en parte, es cierto. Es un temor que debería ponernos los pelos de punta a todos, este Alzheimer. Es un destino que lamentablemente muchos compartiremos en el futuro. De esta manera, el terror psicológico salta de la pantalla y se nutre del miedo al futuro que todo ser humano que se precie cultiva, ya sea de forma privada o pública. La soledad, el no saber qué será de nosotros. Es un blanco fácil del que alimentarse, pero sorprende lo poco estudiado que está este aspecto desde el punto de vista cinematográfico. En una nota más comercial, la "Supernova" de Macqueen nos reducía a la más puramente visceral esencia humana de lo emocional a través del Alzheimer de un personaje no tan viejo que está perdiendo sus facultades cognitivas y recorre un último camino hacia su fin. La mediocre "June Again", de Winlove, también apuntaba a esos lares, planteando a este insoportable personaje que se ve transportada en el tiempo, omitiendo porciones notables de vida, por esta odiosa enfermedad. "Vortex" cumple con la premisa y ofrece un testimonio que queda por encima de la media. Su textura emocional la hace única en su especie.

"Vortex", este festival de penurias y patetismos —Noé, antes de comenzar la proyección, nos desea que lloremos mucho. Cabrón—, se extiende a lo largo de más de dos horas y veinte minutos. Y debo decir, ya como nota negativa, que se notan cada uno de los segundos de esa temporalidad. Evidentemente, también hay mucha intención detrás de esa larga duración. Los planos se alargan indefinidamente, jugueteando con el plano secuencia de forma intermitente. Los personajes van de aquí para allá, en ocasiones simplemente existiendo. El Alzheimer, por encima de otras cosas, es una enfermedad que trastoca la relación que el usuario mantiene con el tiempo. Los recuerdos se desvanecen momentáneamente y los minutos pasan de forma bizarra, en ocasiones motivados por una naturaleza caprichosamente aleatoria. Que Noé trastoque y manipule al espectador para que esa duración se sienta, no es solo justificable, sino que, visto lo visto, resulta necesario para que puedas fundirte completamente en la historia. Sin embargo, la naturaleza repetitiva de las acciones que van sucediendo en pantalla y la poca trascendencia que parece tener la historia a nivel emocional durante gran parte de su metraje —luego la película pega, y lo hace fuerte—, hacen que esas más de dos horas y veinte se sufran de un modo distinto. Jamás pensé que durante la proyección de una película de este director me invadiría el tedio y el sopor, pero, por desgracia, así ha sucedido.

Sigue en Zona spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Innisfree
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16 de octubre de 2022
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto casi todas las películas de Gaspar Noé y me han gustado. o al menos no me han dejado indiferente.

Por otro lado, para mí, cine lento no es igual a aburrido, de ahí que me guste Béla Tarr, por ejemplo. Y tampoco suelo dejar las películas a la mitad. Pero, en este caso, no he podido pasar de la media hora de metraje.

Igual me he perdido el peliculón que dicen algunos críticos, pero lo siento, no he podido seguir visionando lo que me ha parecido un tremendo tostón. Ni siquiera el truco de la doble pantalla ha conseguido mantener mi atención por más tiempo.
Ottis B Driftwood
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17 de octubre de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A falta de “Enter The Void”, he visto todas las películas de Gaspar Noé. Como director no me llama mucho la atención, también es cierto que no me deja indiferente ya sea para bien o para mal. Sus películas suelen ser extremadamente exageradas, sus secuencias nos muestran lo explicito porque sí, en muchísimas ocasiones recreándose en la indecencia, en el morbo y en la decrepitud más sórdida del ser humano, supongo que para polemizar. A falta de ideas y de un guion solvente como “Irreversible” lo más fácil es potenciar lo desagradable: una violación extrema de 15 min, una cabeza reventada y devastada hasta límites insospechados por un extintor, la violencia física y verbal en la que los actores y actrices se mueven durante todo el metraje… al final acabas exhausto. Así podría continuar con el resto de su filmografía. Tanto giro de cámara y tanta luz de neón acaban por nublar mis sentidos.

“Vortex”, en este sentido es diferente, no hay un manifiesto explícito de la violencia, no se recrea en el morbo, no hay luces de neón, no gritan demasiado… Todo es más pausado. El único inconveniente que yo le veo es la manera que tiene de contar lo que sucede. Viniendo de Gaspar Noé, ya podría intuir que la película vendría con alguna particularidad que otra, hay que marcar la diferencia. La pantalla partida es un buen recurso hasta cierto punto, luego cansa mucho, es agotador y a veces acabo perdiendo el interés finalizando la película con un mareo de tres pares. La duración es excesiva para lo que nos quiere exponer el director, no son necesarios 142 minutos para lo que explica, por cierto, un tema bastante trillado. Se me hace lenta y de vez en cuando miro el reloj con cierta asiduidad. A ratos me meto unos buenos bostezos.

Pienso que la vejez y las enfermedades causadas por la misma están mejor reflejadas en otras obras cinematográficas como “Amour” de Michael Haneke (bastante más intensa y abrumadora en el buen sentido de la palabra) “The Father” de Florian Zeller o “Vivir” del gran Akira Kurosawa por citar algunos ejemplos.
Dario Argento y Françoise Lebrun lo hacen muy bien y se agradece que la cámara no acabe en un vaivén sin fin, también se agradece menos griterío. Una vez más, Noé me deja frío e indiferente.

Guion/Argumento: 3
Dirección: 3
Interpretaciones: 7
Música/Soundtrack: 6
Satisfacción/Sensación: 3

Total: 5,5
Space is the Place
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30 de mayo de 2022
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estuve pensando durante toda la proyección en las conexiones con la tierna y emotiva película de Haneke, solo que en este caso, no podía conectar con la historia de esta pareja.

A la poco creíble actuación de Dario Argento (Que me tuvo pensando en si podía ser en parte autobiográfica, pero no), se le une un ritmo demasiado parsimonioso, una técnica multicamara que en la mayoría de los casos no aporta nada, y una historia demasiado escasa para que hincarle el diente se pueda considerar un festín.

He salido con la misma sensación que después de ver "The Straight Story" de David Lynch, demasiado contemplativa para lo que me quiere contar, no consigo rascar detalles que me seduzcan y no me hagan aburrirme como una ostra.
aaF
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