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España España · Palma de Mallorca
Voto de Innisfree:
7
Drama La historia sigue a una pareja de ancianos. Él tiene problemas de corazón y ella padece Alzheimer. Una mirada cercana a la realidad de este matrimonio que trata de lidiar con sus enfermedades y el paso del tiempo.
1 de agosto de 2022
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sala llena. Normal, viene a presentarnos su película el "enfant terrible" —con permiso de Xavier Dolan— de la cinematografía francesa. Reverenciado por su tendencia a la controversia y a una estética bañada en rojo —"Irreversible"— o luces estroboscópicas —"Climax", "Lux Aeterna"—, que Gaspar Noé genere tanta expectativa no es de extrañar. Se le considera una voz —¿lúcida?— de las ansiedades y peligros romantizados del siglo XXI. Ya sea que te revienten la cabeza con un extintor, que te violen en un pasillo en el metro o que te metan burundanga en la bebida cuando estás de fiesta con los colegas, Noé está ahí para representar esas realidades y plantárselas de forma cruda al espectador.

"Vortex", al más puro estilo David Lynch con "A Straight Story" —aunque no tan marcado como en este caso—, supone un giro a la izquierda para aquello que nos tiene acostumbrados el director argentino. Habiendo sido víctima de una hemorragia cerebral en el 2020 prepandémico, Noé parece que ahora quiere tomarse las cosas un poco más tranquilamente. De chill, podríamos decir. Lejos de las drogas —pero no de los medicamentos— y los bacanales ambientes de las fiestas a las que nos tiene acostumbrados, "Vortex" se centra en la historia de una pareja ya mayor cuyo amor y salud se desintegra a pasos agigantados. El personaje de Dario Argento sufre del corazón y el de Françoise Lebrun de la cabeza. Están, como quien dice, bien jodidos, pero no tienen ganas de dejar la casa en la que han desarrollado su vida. Una casa con personalidad, cargada de libros e historia. En el preguntas y respuestas posterior a la proyección de la película, Noé menciona a Borges y cuán relevante ha sido en su vida. Algo de borgiano tienen los laberínticos recovecos de esa casa, donde los reposabrazos se han sustituido por libros sobre el sentido de los sueños y el suelo va experimentado varios episodios de desnivelación. No parece ser muy grande, pero uno puede perderse en esa casa.

Por supuesto, la creación de un espacio enmarañado como el que se crea en "Vortex" no responde a un principio baladí. Decía que el personaje de Françoise Lebrun sufre de la cabeza. Alzheimer, concretamente. Aquello que antes le era tan conocido se ve velado por una caprichosa capa de olvido invisible, que aparece y se desvanece a placer, sin avisar, sin decir nada. La idea es que nosotros, cómodos espectadores —aunque algo incomodados, adrede, por los recursos técnicos y narrativos de la película—, nos perdamos como se pierde este personaje. Se establece un vínculo orgánico entre quienes vemos la película y quienes la viven. A eso director. Dice Noé que la idea de utilizar esta técnica se reduce al hecho de que cada uno, aun viviendo en pareja, está en su propio mundo y vive en una soledad propiamente fundamentada. Y también podría sacársele una lectura algo más penetrante en la enfermedad del personaje de Lebrun. Siguiendo con la línea solipsista de la intencionalidad del propio director, ni el hemisferio izquierdo ni el derecho —sean quiénes sean los que lo ocupen— funciona propiamente bien. Son dos personajes —tres, si contamos al hijo— que, por circunstancias de la vida, han devenido disfuncionales. La pantalla partida parece funcionar como una representación metatextual del propio cerebro de Lebrun. Nada funciona cómo debería.

También nos decía Noé que es una película de terror psicológico. Y, en parte, es cierto. Es un temor que debería ponernos los pelos de punta a todos, este Alzheimer. Es un destino que lamentablemente muchos compartiremos en el futuro. De esta manera, el terror psicológico salta de la pantalla y se nutre del miedo al futuro que todo ser humano que se precie cultiva, ya sea de forma privada o pública. La soledad, el no saber qué será de nosotros. Es un blanco fácil del que alimentarse, pero sorprende lo poco estudiado que está este aspecto desde el punto de vista cinematográfico. En una nota más comercial, la "Supernova" de Macqueen nos reducía a la más puramente visceral esencia humana de lo emocional a través del Alzheimer de un personaje no tan viejo que está perdiendo sus facultades cognitivas y recorre un último camino hacia su fin. La mediocre "June Again", de Winlove, también apuntaba a esos lares, planteando a este insoportable personaje que se ve transportada en el tiempo, omitiendo porciones notables de vida, por esta odiosa enfermedad. "Vortex" cumple con la premisa y ofrece un testimonio que queda por encima de la media. Su textura emocional la hace única en su especie.

"Vortex", este festival de penurias y patetismos —Noé, antes de comenzar la proyección, nos desea que lloremos mucho. Cabrón—, se extiende a lo largo de más de dos horas y veinte minutos. Y debo decir, ya como nota negativa, que se notan cada uno de los segundos de esa temporalidad. Evidentemente, también hay mucha intención detrás de esa larga duración. Los planos se alargan indefinidamente, jugueteando con el plano secuencia de forma intermitente. Los personajes van de aquí para allá, en ocasiones simplemente existiendo. El Alzheimer, por encima de otras cosas, es una enfermedad que trastoca la relación que el usuario mantiene con el tiempo. Los recuerdos se desvanecen momentáneamente y los minutos pasan de forma bizarra, en ocasiones motivados por una naturaleza caprichosamente aleatoria. Que Noé trastoque y manipule al espectador para que esa duración se sienta, no es solo justificable, sino que, visto lo visto, resulta necesario para que puedas fundirte completamente en la historia. Sin embargo, la naturaleza repetitiva de las acciones que van sucediendo en pantalla y la poca trascendencia que parece tener la historia a nivel emocional durante gran parte de su metraje —luego la película pega, y lo hace fuerte—, hacen que esas más de dos horas y veinte se sufran de un modo distinto. Jamás pensé que durante la proyección de una película de este director me invadiría el tedio y el sopor, pero, por desgracia, así ha sucedido.

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Innisfree
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