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El cuarto mandamiento

Drama A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 56
Críticas ordenadas por utilidad
13 de febrero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de las enormes dificultades y problemas de producción que sufrió, este decimonónico drama sobre la decadencia familiar de estética imponente y cautivadora trama se sigue alzando como una de las más grandes obras maestras de su genial autor.

Estamos ante una portentosa película que exhibe un asombroso sentido del espacio y del sonido dentro de una atmósfera de herencia expresionista.

Las relaciones familiares y románticas están plasmadas de manera tan irónica como emocionante en una cinta que muestra igualmente un absoluto equilibrio entre su belleza formal y su trascendencia narrativa como gran historia, con notables anotaciones sobre progresos tecnológicos, sociales y vitales.

Joseph Cotten y Agnes Moorehead están inconmensurables en esta mayúscula obra de arte al nivel de la célebre "Ciudadano Kane" (1941), aunque no cuente con tanta fama y reconocimiento entre el público masivo.
BartonKeyes
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24 de abril de 2008
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribamos una crítica algo diferente a las que, hasta el momento, ha recibido 'El cuarto mandamiento'. Por partes...

1. Ese hijo, de entrada, lo que se merece son cuatro bofetadas. Bueno, cuatro bofetadas de mayor, porque a los niños no se les toca. Así que de pequeño, con esos rizos y vestido de niña, castigado hasta que se sepa comportar. Y ya crecidito, el resto de la película, esas cuatro bofetadas (o más, que me estoy calentando...) y de patitas en la calle. ¿Que no vas a currar? Jaja!, sí mi niño. No curres, pero aquí no duermes. ¿Y que no me dejas hacer la vida que me dé la gana, yo, que te he traído al mundo? Jajajajaja!, sal de mi vista ahora, pedazo de parásito.

Pero no, ella le hizo caso... (cara de sorpresa).

2. Quizá se acribille la utilidad de ésta, mi crítica, por el presente segundo punto, pero... Obviando la calidad técnica y visual de la película, ¿se me permite opinar que no me ha maravillado? Mmmmm... Riqueza y decadencia, ni más ni menos... Vale que se suprimiera parte de la cinta, pero también vale que como no he visto dicha parte... Todo esto sin dudar lo genial que pudo ser Orson Welles, por otro lado, recordman mundial de apariciones en las respuestas de color rosa (espectáculos) del Trivial Pursuit. Si no te la sabes... ¡¡Orson Welles!!

3. A Joseph Cotten (en este reparto denominado 'Algodón' por nuestros queridos administradores) le pregunto: ¿puedes cambiar la cara, hagas lo que hagas, seas malo, bueno, o nada en particular? Recuerdo 'El tercer hombre', 'Luz que agoniza' o 'La sombra de una duda'... Siempre con esa misma 'media sonrisilla'!! (pero gustas en la pantalla, no te enfades...)

4. Por último... El cuarto mandamiento: 'Honrarás a tu padre y a tu madre' (que conste que tuve que documentarme). ¿Es así como se honra a una madre? Nunca lo hubiese imaginado…

Hala… ¡¡A por el quesito rosa!!
Beastie
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16 de julio de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Cuarto Mandamiento –título más acertado que el original-, transmite la idea de la “pena-por-la-culpa”, que no es otra cosa que “el merecido para George”, un joven apuesto y atrevido, que cosecha el maldeseo de su pueblo por su soberbia y carácter impertinente. Por su envoltorio de “película clásica norteamericana--RKO”, y su temática de “desgracia familiar y amorío neo-nobiliar”, uno predice que el filme será “uno más, otro tanto”, en la abundante lista de cine comercial americano de los años 40. Sin embargo, no solo el vestuario -de “pasarela”- y la fotografía, -majestuosa en algunos puntos con ensayos de profundidad-, contradicen esta predicción, sino que además, la obra alcanza el virtuosismo en su exquisita narración. Cuando André Bazin apuntaba que “Orson Welles había hecho antes su obra barroca que su obra clásica”, no erraba del todo: Era de esperar que con un apunte así, el espectador se encontraría con un filme sobrecargado y rimbombante, y que muy posiblemente acabaría cansando. Sin embargo, hay mérito en esta película –que como en otras de Welles como el clásico “Ciudadano Kane” (1941)- la narratividad se convierte en el “plato fuerte”. En este caso, la narración “propia para una película larguísima, acaba siendo más corta de lo previsto”, con una gran capacidad de síntesis, y en comparación, es clara su madurez en el dominio del tiempo, después de su interminable –aunque maestra- obra Ciudadano Kane (1941). Este logro, se consigue con rapidísimas escenas que ayudan a la construcción del argumento, otras tantas menos cortas y simples, que a través de sus diálogos ayudan al espectador a comprender, poco a poco, las anécdotas de los personajes y el por qué de sus relaciones. Quizás no merezca esta obra, más que un notable –por el tema-, pero el “envoltorio del caramelo”, es más que espectacular: Welles es capaz de desembuchar una desdichada y enrevesada historia, de la manera más sencilla y constructiva posible. ¿Es Orson Welles pues, en realidad un arquitecto?

Christian Blanco
ChristianBlanco
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10 de noviembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película se relata el paso de una sociedad aristocrática a una sociedad industrial en la parte este de los Estados Unidos. La llegada del progreso hizo que el capitalismo se fuera haciendo hueco en el sueño americano, en el que ya no dependía tanto que fueras “hijo de” para poder hacerte un hueco en la flor y nata de la sociedad.

Los Ambersons son una familia de rancio abolengo que ha acabado por entregar a la sociedad a un hijo cargado de prejuicios que cree que todo funciona con un régimen de sangre real, incapaz de producir absolutamente nada, abocado a la desaparición genética, como le sucedió a la estirpe del Habsburgo Carlos, “El Hechizado”. La degradación de los seres humanos hasta ese mismo punto…

Mientras tanto, nos cuenta la aparición del auto sin caballos en aquella sociedad, toda una revolución, como hilo conductor de varias historias de amor que van apareciendo con un peso fuerte que valdrían en sí la justificación de la película. Sin embargo, es un todo, con la nieve y los techos, típicos de este primer Orson Welles, repleto de talento y originalidad, como la firma que tiene al final de la película de ir presentando a los trabajadores.
CHIRU
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3 de febrero de 2019
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Tremenda demostración de madurez en la dirección de Orson Welles en su segunda película, y el comienzo de la agonía que vivió con las productoras a lo largo de toda su vida, mediante la cual vio mutilado su talento de forma constante, y en este caso que nos ocupa, sin posibilidad de ser repuesto.

Nunca sabremos cuál habría sido el resultado final del film sin cortes y retoques, pero sí podemos comentar que lo que nos ha llegado, a pesar de las intromisiones, es glorioso.

Rodada de forma portentosa encadenando planos secuencias, con abundantes travellings cuando los personajes están en movimiento, o planos fijos cuando se encuentran estáticos en alguna estancia, luce su virtuosismo característico con la profundidad de campo y la riqueza en los encuadres que se han convertido en marca de la casa. Lejos del exhibicionismo arrollador de “Ciudadano Kane”, para ser su segundo trabajo en la dirección asombra por su aplomo y dedicación plena al servicio del argumento.

La narración de la historia de esta familia acomodada de alta sociedad que comenzará a resquebrajarse según los descendientes de cada generación vayan perdiendo los valores de sus predecesores, es de una modernidad asombrosa, de un poderío narrativo compacto y abrumador que mantiene el listón altísimo hasta pasados los 75 minutos de metraje, más o menos. En ese momento, todo se va a la mierda. Aparecen entonces elipsis que injustificablemente omiten detalles importantes en el devenir de los protagonistas, para acabar con una escena final infame, de cutre puesta en escena, y lo que es peor, tan traidora en el tono argumental con lo anteriormente visto, que ni insertada a martillazos podría hacerse pasar por original.

Pero hasta ese momento podemos disfrutar de una puesta en escena maravillosa que consigue su momento álgido en la escena del baile en la mansión de los Amberson, ideada como plano secuencia que ocupaba un rollo entero, la productora la manipuló con algunos cortes en el montaje definitivo. “Cortaron todo lo que no entendían”, diría el cineasta. Aun así sigue resultando una escena magistral, con un movimiento de cámara elegante que se desliza entre los personajes mientras se van cruzando las conversaciones en diálogos paralelos que se complementan entre sí.

La ausencia de Orson Welles entre los actores se compensa escuchando su voz como narrador, con esa modulación tan característica que había pulido con sus experiencias teatrales y radiofónicas. En esta ocasión se encargó en solitario de la escritura del guión, no dando pie en esta segunda obra a la controversia de carácter mítico que ha rodeado siempre la autoría del guion de “Ciudadano Kane” entre Herman Mankiewcz y él. Un guion, el de “The magnificent Ambersons”, que trasladaba a la pantalla una importante novela de principios de siglo ganadora del premio Pulitzer, y que trataba paralelamente el declive de la floreciente familia protagonista, a la par que se nos mostraba una historia de amor nunca cristalizado plenamente, y otra secundaria de amor reprimido. Ambas líneas argumentales acaban por dotar al conjunto de un clima pesimista que posiblemente pesó en su contra a la hora de los cambios determinados por la productora.

Al igual que en su ópera prima, en la historia estaba muy presente la representación de una época y su importancia histórica, no es casualidad que el declive de los Amberson vaya en paralelo a la llegada del progreso, ejemplarizado en la industria del automóvil que representa el personaje de Joseph Cotten. Como contrapunto, la negación de esta realidad y de sus posibilidades que mantiene de forma terca y soberbia George, el último descendiente de los adinerados Amberson, que criado con todo tipo de consentimientos e imposibilidad de valorar lo que cuesta conseguir las cosas, proclama repetidas veces durante su juventud su negación a ejercer una profesión, teniendo en mente vivir de las influencias de su familia en la alta sociedad.
Pocas veces hemos visto a Welles mostrar tanta compasión y cariño por los personajes de sus historias como aquí.

Sensacionales interpretaciones, muchos de ellos de la Mercury Theatre, destacando Tim Holt, Agnes Moorehead y Joseph Cotten, éste último en un personaje de hombre bienintencionado y honesto que repetiría en multitud de ocasiones en su carrera.

Welles no tenía intención de ver la versión comercializada, pero acabó sucumbiendo a la tentación en un cine de París. Según sus propias palabras, “durante los primeros cinco rollos, casi todo estaba como yo lo planifiqué. Pensé, no han hecho mucho estropicio, sólo algunos cortes. Pero entonces, se desató el infierno”. Nada menos que 45 minutos fueron eliminados, algunas escenas se mantuvieron con ligeros retoques en el montaje, y el final fue escrito y rodado de nuevo por Robert Wise, montador del film, cambios debidos supuestamente por las malas críticas de los pases previos al estreno.

Como se puede comentar en varias de las obras de Orson Welles, ya fuera por las interferencias de las productoras en algunas ocasiones o las precarias condiciones de rodaje de las que dispuso en otras, sus películas pueden estar sujetas a dos valoraciones, la que se saca viendo las películas tal y como nos han llegado hoy en día, y la de las posibilidades potenciales que tenían cuando se fraguaron en su mente e incluso fueron plasmadas en primera instancia.

Que “The magnificent Amberson” tenga la categoría de obra maestra a pesar de su manipulación cercenadora da una idea de la categoría de película que es, y del talento del hombre que la hizo.
Orson_
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