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¡Ay, que me caigo!

Comedia Harold Horne, un aspirante a vendedor, conoce a una chica casualmente de la que se enamora y decide hacer lo posible para cortejarla aunque eso signifique escalar todo un edificio... (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
17 de febrero de 2010
29 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
El humor no atiende a fórmulas cerradas. Es escurridizo, imponderable, chispazo o línea sostenida. Surge de la relación delirante del hombre con el mundo.

El cine mudo norteamericano (Lloyd, Keaton, Chaplin…) supo hacer de cierto humor una bandera universal.

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Llegó el sonoro. Con sumo cuidado, quisieron trasplantar ‘El hombre mosca’. Todo parecía tan perfecto: luz, temperatura y humedad. Pero la nueva planta nació muerta.

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Los gags (la mujer trípeda, las revistas voladoras, el “remake” de la ascensión, la carambola final…) están bien concebidos y representados. La historia no es más simple que otras similares. Lloyd domina los recursos de su estilo y, además, no tiene mala voz.

Pero el timing… En la comedia es esencial el ritmo interno en cada escena, hacer el gesto justo en el momento justo. Que la sucesión de chistes resulte natural. El cómo cuenta tanto como el qué. El humor requiere duende, inspiración… y yo no veo fluidez en esta cinta.

‘Ay, que me caigo’ no acaba de cuajar. Esperamos un destello que no llega y, cuando llega, lo hace tarde. La flor que nos ofrece es sólo un simulacro.

Será cosa del fertilizante usado por la productora. Será que le falló la azada al jardinero.

Será que el humor mudo arraiga mal en el terreno del sonoro.
Servadac
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27 de mayo de 2006
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una exitosa carrera cinematográfica durante los años 20, a Harold Lloyd le tocó afrontar el reto del cine sonoro. Una vez que los estudios dieron el aprobado a su voz (muchas estrellas del cine mudo no superaron el umbral, como el galán John Gilbert y su voz “aflautada”), correspondía adaptar el estilo Lloyd a las nuevas técnicas y entrar con buen pie en el nuevo mercado cinematográfico.

Ávidos de un éxito, el cómico y su equipo posaron sus ojos en el tótem de Lloyd Safety last. Crearon un argumento relativamente nuevo, basado en el personaje de Lloyd, que culminaba con una escalada del protagonista a un edificio, con la efectiva combinación de humor y escalofríos. En cuanto a los diálogos, en ocasiones se limitan a contar chistes que no aportan nada a la historia, salvo unas risas en el espectador.
Kick'Em Ars
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28 de febrero de 2018
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
De niño era posible ver cine cómico en televisión, y uno de los momentos más divertidos que recuerdo de aquellas tardes, es el sufrimiento en las alturas de Harold Lloyd en “Ay, que me caigo”. Se ha dicho que esa escalada era una copia de la que él mismo hizo en “El hombre mosca” (no hay que olvidar que la imagen del cómico colgando de un reloj es ya icónica en la historia del cine), pero ésta la superaba en suspense y comicidad, entre otras cosas porque se trataba de una escalada involuntaria, y no un reto.
Aquí Harold Lloyd tenía ya 36 años, pero asombraba por sus dotes de acróbata y su imaginación para los chistes. Muy simpática y recomendable, en especial para aquellos niños que no conozcan el cine cómico de aquella época, o sea, casi todos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Feng Lanzhí
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4 de marzo de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ay, que me caigo no es muy alabada ni por críticos e incluso por el propio actor y además fue el primer pinchazo en su exitosa carrera. Pero nadie es perfecto y menos los críticos ya que Ay, que me caigo tiene una gran vida social y la comparación con El hombre mosca siempre saldrá ganando El hombre mosca, claro que El hombre mosca se puede comparar con pocas comedias, cuatro y gracias. Ay, que me caigo es El hombre mosca y eso es lo grande.
LAURADURMIENTE
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13 de septiembre de 2018
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No concibo ¡Ay que me caigo! con una nota menor del 10. Dicen que el mismo Lloyd reconoció que no era su mejor obra. ¡Qué hombre! Encima era modesto... O es que no le gustaba discutir cual era mejor o cual era peor... Es que es una detrás de otra... Sin parar. Cuántas veces hemos visto las mismas caras, las mismas situaciones, los mismos gags décadas después en esas espléndidas comedias románticas americanas. Pues eso, una detrás de otra. Con clase, con estilo, con ritmo... Súbase al barco y viaje con nosotros pero no sea usted un polizonte. Incluya un argumento estrella para una estrella que empiezo a creer que está por delante de cualquier otro cómico de la época, para mi gusto, que me asusta el vértigo.

¿En el barco o en la fachada del edificio? Casi que me inclino por la romántica puesta en escena en el barco. Me quedo con Lloyd en Ay, que me caigo porque es una detrás de otra; cuando se piensa que ha llegado al tope, resulta que sigue con otra trastada. Interminables situaciones de agobio. Una detrás de otra. Sí, Harold es más moderno, más cercano, más amigo, más sufrido, más héroe, más sacrificado, más patoso... Más humilde. Se ríe más de sí mismo. Ay, que me caigo, y yo también, estoy con él.
floïd blue
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