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La ciudad que nunca duerme

Cine negro. Drama Johnny Kelly (Gig Young) es un policía de Chicago de un largo linaje de oficiales. Está cansado del trabajo y de su vida matrimonial. Planea abandonar a su esposa por una exótica bailarina llamada Sally Connors (Mala Powers). Cuando Penrod Biddel, un corrupto y poderoso abogado lo requiere para un trabajo, Johnny es tentado. Necesita dinero fácil para escapar de Chicago y empezar una nueva vida con Sally. Kelly acepta una misión para ... [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
18 de agosto de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frank Sinatra popularizó la canción "Chicago", como también lo haría con "New York, New,York", canción escrita para la película de Scorsese, que no tuvo mucho éxito hasta que en los setenta la haría famosa Frank Sinatra. La canción se ha convertido en uno de los emblemas de New York y en uno de sus sinónimos dado que en la letra aparece, el verso " I want to wake up in a city, that never sleeps". Así Nueva York se ha convertido en la Ciudad que nunca duerme.
Pero en 1953, John H. Auer, realizó un prodigioso film "noir" de serie B: "The city that never sleeps", a mayor gloria de Chicago, sus calles, su skylne, y su policía. Un poderoso thriller, con distintas historias dentro, que a modo de las cajas chinas, se desarrolla en el tiempo de un suspiro y te atrapa. Este film es uno de los favoritos en la colección personal de Martin Scorsese, (aunque alude a Chicago y no a su amada New York... a quien maliciosamente intentó desplazar el " título" de "La ciudad que nunca durerme", a través de la canción de su film.
John H. Auer es un desconocido (En España), húngaro emigrado a los EEUU en 1928 donde dirigió, produjo y escribió una veintena de películas y trabajó para la incipiente TV en múltiples encargos. Sus films no pasarán, ni han pasado a la historia del cine, a excepción de esta extraordinaria película que estamos comentando. Sus múltiples aciertos narrativos, típicos de tantos policiales, se complementan con un guión brillante, conciso e inciso. (Claro que en 1950 John Huston ya había rodado "La Jungla del Asfalto"). La escena de la camarera que le pide al barman un "Old Fashioned", sin, granadina, sin hielo sin agua, sin azúcar.. es de premio. La historia del hombre mecánico que evoca al "looser" por excelencia es un acierto de gran guionista.
Otra atrevida iniciativa, llamada al fracaso casi siempre, es la voz en "off" de la propia ciudad que se describe a si misma.. y que además en una pirueta de gran clase, asumirá el papel del Sargento que sustituirá al compañero enfermo de "Kelly"..y que al final nos daremos cuenta, que al modo de "An Inspector calls" de Priestley, es un personaje de ficción.
Y dejo para el final la maravillosa fotografía de John Russell en un B&W asombroso que acompaña una puesta en escena magnífica, sobre todo en la última media hora. John Russell fue el director de fotografía de "Macbeth" de Orson Welles y...de "Psicho" de Alfred Hitchcock.
Y como defecto que suele atribuírsele... es el de un final feliz...pero qué quieren que les diga.. en estos tiempos, hasta se agradece.
rocamadur01
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25 de noviembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apreciable noir de un desconocido John H. Auer, con la ciudad de Chicago como protagonista, en la que las personas parecen muñecos (como el propio "hombre mecánico") cogidos en los engranajes de esa ciudad que dirige sus destinos. La película puede ser un pelín previsible en algunos momentos y con una excesiva moralina, pero es un precio que se puede pagar. Una vez más, William Talman haciendo de malo (se le da bien), y con el oscarizado Gig Young (por "Danzad, danzad malditos") en el papel de policía harto y con ganas de mandarlo todo a freír monas. Y también es un placer ver a Marie Windsor, la reina de las series B (esposa maquiavélica de Elisha Cook en la magnífica "Atraco perfecto").

En resumen, interesante y poco conocida. Sin ser ninguna obra maestra, ideal para amantes del negro.
Troglo
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8 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una curiosa, extraña y aparentemente arriesgada, aunque no del todo conseguida, propuesta, es la que nos trae John H.Auer con esta cinta de cine negro que conjuga todos los elementos más típicos del noir añadiendo ciertas dosis de fantasía, logrando ciertamente romper los esquemas del espectador que se va a ver así sorprendido.
Producida por La Republic, una productora especializada en cintas de bajo presupuesto, debemos sin duda agradecer el intento de ofrecer algo distinto pero no le sale del todo bien el experimento aunque no cabe duda que esta cinta significaría una gran contribución que abriría puertas hacia otras cintas de corte parecido. Ahora mismo me viene a la mente "El corazón del ángel" de Alan Parker, una cinta que también juega a mezclar la fantasía sobrenatural en un esquema típicamente noir.
La cinta abre en voz en off a la manera documental, igual que en "La ciudad desnuda" de Dassin y otras de corte parecido.
La ciudad que nunca duerme es Chicago y el narrador omnisciente se va a centrar en la historia de una serie de personajes desdichados y de un policía en crisis (Gig Young), a punto de romper con su vida, su trabajo y su esposa para irse a California con su amante, una corista (Mala Powers). Una última noche de patrullaje por las calles de la ciudad con su nuevo compañero (Chills Wills) va a suponer la jugada decisiva que determine su destino.
En esta película tienen mucho peso los personajes secundarios, los que verdaderamente sostienen el film, con William Tallman componiendo un gran villano, el gran Edward Arnold encarnando a un abogado corrupto, su sinuosa esposa Marie Windsor, que nos reservará más de una sorpresa, el ya mencionado arriba Chills Wills (¿Qui est???) y como colofón y elemento disonante, el hombre de hojalata, el robot humano Walley Cassell, un actor venido a menos y enamorado de Powers, cuyo papel de figura espectáculo en el escaparate del teatro va a resultar también decisivo para la conclusión del film.
La atmósfera es la que todos deseamos ver en estas cintas y H.Auer la recrea muy bien. Noches brumosas, calles solitarias, sórdidos teatros, frenéticas comisarias, trenes elevados, edificios oscuros, bloques de apartamentos y coches de policía patrullando la ciudad.
La trama comienza algo lenta, ha de presentar a muchos personajes y el espectador no sabe bien qué papel jugará cada uno de ellos en el film. Pero si se advierte cierta desesperanza, todos los personajes parecen cansados y errados, son seres perdidos en la jungla, ninguno parece satisfecho por causas muy variadas, son personajes vulnerables, un terreno abonado para que haga su aparición la traición y el chantaje.
Pero luego la cinta comienza a cobrar sentido, claramente va de menos a más y el último tercio es notable cuando ya las cartas están puestas sobre la mesa y la acción final tiene lugar.
¿Qué es lo que no me gusta de esta peli?.
Pues precisamente su excentricidad. No niego que la intrusión de esos personajes "originales" no le presten cierta personalidad al relato que de otra forma no tendría pero me parece que las excesivas pretensiones no se ajustan adecuadamente a una cinta tan modesta como es esta, tiñéndola de artificiosidad y confusión por el simple hecho de pretender epatar al espectador.
Quizá debería volver a verla para ver si se me ha escapado algo pero me temo que no es así. Esta es, en realidad, una cinta muy convencional con final convencional y mensaje convencional. ¿A qué jugar con lo que no es?.
Izeta
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11 de mayo de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se presenta con una cavernosa voz en off que representa a la ciudad de Chicago -“soy la ciudad, el centro y el corazón de América”- y nos ofrece el relato de un día cualquiera, a través de una jornada de John Kelly, un policía en crisis, descreído y quemado, atrapado en una vida sin atractivos, lleno de dudas y remordimientos, que cae en un estúpido adulterio. En cierto modo su desencanto empareja bien con el personaje de George Bailey interpretado por James Stewart en “Qué bello es vivir” (1946, Frank Capra). El poli es extorsionado por un abogado poco escrupuloso para que ponga en la frontera a un delincuente que trabaja para él pero que le está engañando.

Buena intriga, aunque bastante previsible y algo moralista, del director y productor de origen húngaro John H. Auer, llevada con buen pulso narrativo y con una parte final muy conseguida. A pesar de destilar una feroz misoginia en el que la instigadora de todo el drama es una mujer, hay una clara pretensión por ser una gran película de cine negro –en especial toda la original historia del hombre mecánico- pero no termina de cumplir del todo las grandes expectativas creadas, quedándose un poco a medio camino, sin redondear una propuesta que de partida era bastante interesante.

En el lado interpretativo destaca el atractivo cansado del protagonista, interpretado por Gig Young, la sabia maldad de Edward Arnold como abogado y el impactante físico de William Talman como delincuente.
Gould
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18 de marzo de 2023
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Kelly (Gig Young) es un policía que quiere dejar de serlo, que quiere abandonar todo, incluso a su esposa, Kathy (Paul Raymond), por una cantante, Sally (Mala Powers), aunque aún la duda le corroe en principio cuando pasea su gesto cansado por los camerinos del night club. El bullicio y el júbilo circundante contrasta con su semblante ensombrecido como un telón que cae. Kelly ha perdido el estímulo vital, como si ya no viera, escuchara o sintiera nada. Incluso no se muestra remiso a cierta corrupción, como las tentaciones, propuestas, que le plantea ese cacique encubierto de la ciudad que es el abogado Biddell (Edward Arnold). Kelly parece decidido a cambiar por completo de vida, a dejar atrás un uniforme que a la vez representa una tradición familiar. A dejar una ciudad, a cambiar de relación sentimental, como si se cambiara de muda vital. Quiere dejar de sentirse un mecanismo con forma humana. Gregg (Wally Cassel) fue un actor que ahora trabaja como robot mecánico ataviado con chaqué y chistera en el escaparate del night club. Gregg es como el reflejo de Kelly. Ambos se sienten robots, ambos sueñan con paradisiacos lugares fuera del mundanal ruido, liberados del escaparate de vida que les asfixia. Ambos sueñan con la misma mujer, Sally. Como si fuera el último resquicio de magia posible en sus vidas.

Hayes (William Talman) fue un mago que sustituyó en su chistera el conejo por una pistola. Se convirtió en sicario, en delincuente sin escrúpulos. Lo fue de Biddell, pero ahora para éste resulta molesto, por sus ambiciones, y por eso requiere de Kelly para que lo meta bajo la alfombrilla (que lo lleve a otro estado donde se le requiere por un delito). Chisteras, magia, pistolas, desilusión. También transita por esta narración, entre sombras y reflejos, una figura ambigua, el sargento Joe (Chill Wills), que acompaña de patrulla a Kelly, en sustitución del compañero previsto, la noche en la que transcurre la acción de La ciudad que nunca duerme (The city that never sleeps, 1953), de John H Auer, con guion de Steve Fisher. Su presentación posee la condición de aparición (en profundidad de campo o segundo término del encuadre, con acompañamiento de música ominosa), como si fuera, corporeizara, el aliento de confianza e ilusión perdidas en Kelly. Otra de las singularidades que propulsan la extrañeza, y que surcan este sugerente film noir que linda con la abstracción, ya desde su primera secuencia, pues la voz en off que introduce la narración es la voz de la misma ciudad, que nos presenta a los principales personajes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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