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Electrick Children

Drama Rachel es una adolescente que pertenece a una familia mormona fundamentalista del estado de Utah. El día que cumple quince años descubre un casete prohibido que contiene música rock. La cinta se convierte para ella en una experiencia extraordinaria. Tres meses después, confiesa que está embarazada y explica que, oyendo esa música, se produjo en ella el milagro de la Inmaculada Concepción. Sus padres conciertan rápídamente un matrimonio, ... [+]
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
27 de noviembre de 2016
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No solo bastan la belleza y el lirismo de unas imágenes, o unos personajes que entrañan una cultura religiosa, para nosotros lejana, con el fin de plantear un dilema moral, que resulte atrayente al espectador.

Entiendo que el cine es eso........ CINE...... y en él cabe todo: creatividad, conciencia social, dramas morales, pero un planteamiento tan absurdo sin meta, me parece que sobrepasa los límites de quienes deseamos que se nos cuente una historia, no un fiasco planteado de determinada manera, para derivar en una de NIÑOS DE LA PRADERA, llegados a la ciudad, como bien la denominó uno de los personajes.

Me pareció que no aportaba nada, e incluso resultaba ofensiva a la comunidad mormona, con la que no me une ningún vínculo. No me gustó su mensaje, ni su puesta en escena, ni su desarrollo. No la recomiendo.
LEUGIM
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21 de julio de 2013
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama juvenil con romance y toques de misterio que resulta interesante por los peculiares temas que sugiere, los cuales no son abiertamente tocados pero están presentes y latentes a lo largo de la cinta, en un aire de duda de si lo que se muestra es parte de un juego de realidad o de una trama que apunta al esoterismo, pero sin mostrar ningún elemento explícito al respecto. Un elemento también presente quizá de forma involuntaria es la tensión sexual y la expectativa de momentos eróticos. Lo negativo es los numerosos giros que rayan en lo inverosímil, especialmente al final y las actitudes a veces algo infantiles de los personajes, con un guión poco creíble tanto en diálogos como en situaciones. Termina dejando dudas e inconsistencias, sobre todo respecto al sentido general de la película, que a lo largo de toda la historia no termina por transmitir algo contundente a pesar de su final en cierta forma concluyente. Las actuaciones son algo flojas y en general hay poca emoción, aunque la expectativa y la duda de alguna forma sostienen a la cinta. Vale la pena para pensar.
mikealeks
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18 de enero de 2015
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Terrence Malick conquistó el festival de Cannes con El árbol de la vida, lo que no sabía era que también se había convertido en Señor del feudo indie estadounidense. Director de culto, siempre caracterizado por el lirismo de unas imágenes acompasadas por una abundante voz en off, sin embargo inició una maniobra de radicalización formal a partir de La delgada línea roja (1998). Su renovado lenguaje cinematográfico asomaba tímidamente la cabeza, 20 años después de su anterior película, Días del cielo (1978). Con El Nuevo Mundo (2005) continuó profundizando en su técnica y aró el terreno del que posteriormente brotaría El árbol de la vida (2011), un portento desatado cuya poética fragmentaria del recuerdo de infancia trasciende la Humanidad, el Universo y hasta el Cine.

Entonces, llegaron los premios. Y con ellos, las imitaciones.

Ese poderío visual y su aire profundo encajan con las pretensiones del panorama indie, por lo que ha resultado inevitable la aparición de numerosas propuestas basadas en este lenguaje. Pero, lo que en unos casos consistía en mejoras de un producto con vida propia, en otros se ha explotado como un preciosismo gratuito a falta de algo que contar. En este segundo grupo aparece la ópera prima de Rebecca Thomas, Electrick children (2012), en la que una cassette azul pincha la burbuja religiosa en la que una pareja de hermanos mormones habita. Es ese origen mormón, que la directora comparte con sus personajes, el que le da esperanzas a un relato que promete innovación despojada de tópicos y prejuicios grapados a estas historias. Pero se antoja imprescindible mostrar interés para lograrlo.

Lo que podría suponer un viaje iniciático más allá del manido choque cultural entre fundamentalismo religioso y posmodernidad se convierte, incomprensiblemente, en un torpe encadenado de lugares comunes del cine sobre jóvenes marginales. Por ellos transitan unos personajes de profundidad bidimensional y comportamiento errático, perdidos en el juego de presuntuosidad de una caprichosa puesta en escena. La autora se enfrasca en su propia metarreferencialidad y desestima las posibilidades de su propio trabajo. Perdida en la infinitud de los rizos dorados de Julia Garner quedarán ideas tan estimulantes como la de transmutar sus pensamientos en grabaciones de voz, a modo de simbólica apertura tecnológica. Un salvavidas con el que tratar de rescatar a un relato que se hunde por el peso de su propia torpeza. Un salvavidas que Thomas desinfla al convertir esa metáfora en literales grabaciones en la ya omnipresente cinta azul. Qué difícil es salir de la zona de confort…

Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
Yago Paris
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30 de julio de 2013
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría haber sido muy buena, pintaba interesante con una trama bastante radical, diferente...pero me decepcionó completamente, se convirtió en una película de adolescentes más...Aunque las actuaciones son buenas, a excepción de Culkin a mi gusto, me quedo con un "podría haber sido".
Jamon
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7 de diciembre de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adolescencia es, al mismo tiempo, (y esto lo sabrá cualquiera que la haya pasado) la mejor y la peor etapa vital que pueda uno experimentar. La raíz de tanta felicidad y, a la vez, amargura, está en esa amalgama socio-biológica que tanto nos hemos creído (y por algo será). Tenemos, por una parte, una serie de artículos legales que deben ser respetados y (más importantes) cumplidos, que nos dicen que a partir de los 16 años (años más, años menos) la fiesta se ha terminado... lo cual, visto desde otra perspectiva, puede significar justo lo contrario. A partir de esa edad aproximada, uno empieza a ser jurídicamente responsable, lo cual implica, en primera instancia, que pierde el paraguas protector de esa figura adulta que pagará por todos los pecados cometidos por su amado retoño. Lo bueno (y esto lo sabrá cualquier lector de la Marvel) es que con las responsabilidades también llegan los poderes (¿o era al revés?). Y es que el lastre de las obligaciones viene acompañado, gracias a Dios, por el regalo de nuevos derechos. Mensaje, éste último, dirigidos a los que, como servidor, tuvieron que pasar el mejor verano de sus vidas en el limbo de los 17 años. Infernal.

Pero hablemos, por ejemplo, de aquel momento mágico en que cuando a uno le piden que se identifique, podrá mostrar, por fin, el documento oficial que le acredita como miembro digno de entrar en uno de esos muchos templos sagrados en los que el niño se convierte en hombre y la niña en mujer. Sumemos a dicha ecuación (que ya de por sí es de todo menos estable) una dosis de incontestable realidad. De esa anatomía cambiante que está por encima de cualquier legislador, de cualquier tipo de derecho (eclesiástico incluido), y de cualquier estado. Hablemos ahora de la tan temida revolución hormonal, que como tal no hace más que complicarlo todo o, si se prefiere, no hace más que magnificar, a la enésima potencia, todos los inputs que van a entrar en el cuerpo del pobre chaval. Hace que todo sea infinitamente más interesante, vaya. El riesgo de explosión se eleva de la misma manera, hasta alcanzar cotas que van mucho más allá de la concepción que cualquier loco pirómano pueda llegar a tener de la "volatilidad".

Como sucede con el resto de rebeliones (de nuevo, no importa ni la época ni, mucho menos, las fronteras políticas), aquello que más puede alimentarlas es un poco de esa vieja medicina que, a pesar de que en incontables ocasiones haya probado su alarmante falta de efectividad, sigue aplicándose allá donde las fuerzas de la autoridad, camaleónicas donde las haya, vean que su fragilísimo orden impuesto se empieza a resquebrajar. No hace falta más que repasar la sucesión de eventos que nos hayan llevado al final (exitoso) de cualquiera de estos movimientos, pues en todos ellos la represión habrá jugado, seguro, un papel perjudicialmente (para los malos de la película) determinante. Trasladémonos ahora a uno de los ambientes más opresivos que puedan imaginarse. Pongamos que estamos en el sur de Utah (peligro), en el seno de una comunidad cuyo hermetismo viene dictado por la fe mormona fundamentalista de sus propios "Padres Fundadores" (horror). Digamos ahora que el líder de dicha secta es Billy Zane... y que por si todo esto fuera poco, el tipo entra en escena en todo su esplendor capilar. ¿Milagro? Improbable. Más bien señal de que el mundo se acaba (suenan, efectivamente, las trompetas del Apocalipsis).

Llegados a este punto, ya no hay dudas al respecto, nuestra querida distribuidora Paycom Multimedia lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a urgar en el baúl de los recuerdos (olvidados) y ha sacado de él otro de esos ejemplos de "Forgotten Silver" que a priori tiene todos los números para que deseemos no haber tenido nunca ni ojos ni orejas. A la apariciónn del legendario Mr. Zane se le une la presencia de otros ilustres miembros del trash fílmico (o de la segunda o tercera fila del estar-system, para no ser tan duros), tales como Cynthia Watros, Bill Sage o... Rory Culkin. Esto, definitivamente, toca a su fin. Sólo que éste no llega... porque una vez más, y que el Altísimo nos perdone, nos hemos dejado llevar por los prejuicios. Afortunadamente, en ese pase de prensa celebrado en Barcelona no todos nos quedamos fritos (¡qué ronquidos... qué recital el de aquella mañana!) a las primeras de cambio; no todos nos perdimos una de esas pequeñas joyas olvidadas (año de producción, 2012, por cierto) del indie estadounidense.

En términos generales, 'Electrick Children' es claramente una película descompensada, algo errática y excesivamente alargada, síntomas nocivos todos ellos que se ven agudizados por la poca convicción con la que se afronta un último acto que, en vez de ser determinante, no hace más que jugar en contra de los intereses del producto. No obstante, consigue sonar tan bien como siempre lo ha hecho, por ejemplo, ''Hanging on the Telephone'', el clásico rock and roll de los Nerves. Al fin y al cabo, es por encima de cualquier pero que pueda ponérsele, un claro ejemplo de ese cine tan minoritario como valiente, que no tiene miedo a abordar temas trillados desde enfoques que, al menos (y no es poco) se alejen de esa gran (cosas del tamaño) corriente general que tan implacable se muestra a la hora de ahogar la creatividad de las voces discordantes. Para el caso que ahora nos concierne, Rebeca Thomas, directora y guionista de la cinta, se acerca a esa revolución eterna llamada adolescencia eligiendo muy bien tanto las piezas como el tablero donde juega.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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