El retorno del forajido

El alguacil Hamish debe traspasar la frontera mexicana para detener a un hábil pistolero llamado Robert Kallen y llevarlo de vuelta a Scottsville para que sea juzgado. Kallen se deja atrapar fácilmente, convencido de poder escapar durante el largo camino de regreso.
Curioso y entretenido western psicológico al que, si aguantamos su lentísimo comienzo, le encontraremos cierto encanto y originalidad en su desarrollo aun a sabiendas de un final cantado. El buen hacer de sus dos protagonistas (Anthony Quinn y un desconocido William Conrad) contribuye en gran medida a la credibilidad de la historia, y esto, hay que alabarlo, pues son ellos y los espacios abiertos los casi únicos protagonistas de la película.

Comienza la película. Un pueblo aparentemente tranquilo, dos niños juegan a ser pistoleros, se oye un disparo y un hombre a medio afeitar sale huyendo. En los títulos de crédito se ve al sheriff preparándose para la captura de éste.
En esos apenas 6 minutos ya hay suficientes ingredientes para mostrar el interés del espectador

Se trata de un western algo extraño, con una cuidada fotografía, y unos personajes que se desquitan de sus apariencias con el transcurso de la película.

Los personajes están muy bien caracterizados. El sheriff es un hombre de aparente dureza que quiere demostrar su valía a toda costa. Robert Kellen es el "pistolero" sin escrúpulos que todos pensamos que es, pero que sin duda vemos que guarda una cierta honradez y calidez humana.
Anthony Quinn, como monstruo de la interpretación que fue, borda totalmente su personaje. William Conrad, que a su vez fue el productor junto a Robert Aldrich, también está muy bien.

Estamos ante una de esas películas desconocidas pero interesantísimas que el cine clásico esconde.