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La virgen de agosto

Drama Eva (Itsaso Arana) es una chica de treinta y tres años que hace de su decisión de quedarse en agosto en Madrid un acto de fe. Necesita sentir las cosas de otra manera y piensa en el verano como un tiempo de oportunidades. En esos días de fiesta y verbenas se van sucediendo encuentros y azares, y Eva descubrirá que todavía tiene tiempo, que todavía puede darse una oportunidad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
31 de agosto de 2019
78 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un dicho popular que dice que "Benditos los que me imiten porque ellos heredarán mis defectos" que creo que en buena medida se le puede aplicar a "La virgen de agosto", de clara influencia rohmeriana y, más en concreto, influenciada, me parece, por una película como "El rayo verde", la cual trataba una temática similar, con una chica que también se quedaba durante el verano en una ciudad del interior, en este caso en un París semivacío, debido a las vacaciones estivales de las que disfrutaban sus vecinos.

Pero el cine aparentemente sencillo y con diálogos inteligentes, a veces (todo hay que reconocerlo) excesivamente intelectuales, del cineasta francés, se convierte aquí, para mi gusto, en un cine simplón y con diálogos unas veces seudointelectuales, otras llenos de un exagerado buenrollismo (he perdido la cuenta de las veces que se emplean las palabras "guay" y "genial". Algo que será un rasgo generacional, supongo) y algunos que directamente parecen diálogos de besugos. Por no señalar algunas escenas francamente intrascendentes que cuadrarían más en una serie de televisión de andar por casa que en una película de estas características.

Por último, y es una impresión mía, tengo la sensación de que "La virgen de agosto" funcionaría mejor como comedia que como drama. Lo justifico en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Boo Radley
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17 de agosto de 2019
44 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una chica se queda todo el verano en su ciudad. Vive sola. Nunca ha vivido fuera. Va, también sola, a museos y al cine, a ver pelis antiguas en blanco y negro ("Sunrise" nada menos!). Lee libros de filosofía. No le gustan las conversaciones trilladas. No sabe qué responder a preguntas sobre ella misma. Es de esas personas que calzan zapato cerrado todo agosto. ¿Puede ser alguien así de fiar? Mucho cuidado con ese tipo de gente.

Esta película trascendentalista rohmeriana tiene sus momentos interesantes pero recomendamos no ir a verla con sueño porque, en su fiel propósito de ser símbolo de las siestas veraniegas, está repleta de interludios letárgicos.

Me gustó que Trueba haya puesto en créditos a los libros que le sirvieron de inspiración para la película.

Gustará a: brigadistas, Soleá Morente, reikistas
No gustará a: personas con masculinidad frágil, cerrajeros, empresas de congelación de óvulos
eristuff
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15 de agosto de 2019
41 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una larga (y hermosa) lista de contraposiciones en La virgen de agosto. El naturalismo de sus actores y la transparencia de su lenguaje contrasta con la cuidada y sensible estética de sus encuadres, fotografía y puesta en escena. Su canto a la vida, al mundo tal y como lo conocemos, su sencillez y su amor, en definitiva, por el realismo, contrasta con ciertos acontecimientos que hasta podrían catalaogarse de fantásticos. La sencillez en los diálogos, las sinceras (y creibles) conversaciones de los personajes, contrastan con determinadas frases inesperadamente tópicas, casi relamidas, de Eva. Toda la película es una conjunción de estímulos, la convivencia de conceptos contrapuestos, el agradable paseo por la vida que realiza un personage que divaga entre lo cahótico y lo centrado, la realidad y la fantasía, la madurez y la ingenuidad.

La virgen de agosto es una partida de cero. Jonás Trueba regala a su protagonista la oportunidad de llenar su vida con el contenido que ella escoja. Eva, instalada en un apartamento cedido temporalmente por un conocido, yace en el sofá de su comedor, pasea por las calles de Madrid, observa desconocidos. Sus actos no tienen rumbo, son la ingenua interacción con el contexto. Es el mes de agosto, la ciudad respira descanso. Toda esta placidez se irá cargando poco a poco de sutiles acontecimientos. El encuentro con antiguos y nuevos conocidos modificará el día a día de Eva, que deberá escoger cuánto de su pasado conserva y qué nuevos caminos toma. Su perfil se irá dibujando a través de estas decisiones, la personalidad que el espectador descubra en ella será la que el propio personaje habrá construido. Una bella metáfora de la “realización personal”.

Pero dejemos ya el apartado teórico. Si bien todo lo dicho puede representar un ejercicio artístico interesante, poco importaría si el producto no tuviera alma. Afortunadamente, la tiene. Y puede palparse, especialmente, en dos aspectos: el primero, la naturalidad de la causa-efecto que recubre toda la película. Aún cuando la protagonista toma decisiones inesperadas, los hechos se suceden de una forma hermosamente creíble. El otro, la chispa que se intuye en los diálogos. Porque, a decir verdad, el argumento de La virgen de agosto no tiene grandes detonantes, ni secuencias dramáticas sobrecogedoras. Pero la luz que desprende cada uno de sus personajes, tan llenos de vida, tan llenos de historia, resulta más que suficiente. De ahí que sea fácil sentirse identificado con muchas de las observaciones, reflexiones e inquietudes que comparten entre ellos.

Además, Jonás Trueba sabe coronar su historia con un romance tan bello como creíble. Algo que, acostumbrados como nos tiene el cine contemporáneo a la idílica, utópica y caramelosa historia de amor de verano, parece casi un milagro. Para Eva, el encuentro del amor no es ningún hallazgo, sino un episodio más. En realidad, parece igual de importante que la companyía de sus amigos o los buenos momentos que le pueda dar un concierto de fiesta mayor. Por otra parte, la interacción entre los dos personajes es tan sencilla, creíble y sincera que uno casi no puede evitar sentir, al observarlos, cierta incomodidad. La incomodidad que produce el saberse observador de la intimidad, marca del mejor cine intimista... La obligada incomodidad que debería producir cualquier película que se proponga ejercer de mirador hacia la vida de un personaje “real”.
Martí
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5 de abril de 2020
29 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
La protagonista lleva unos zapatos de polipiel en pleno agosto, con lo cual no concedo ni un ápice de credibilidad a esta cosa. La polipiel se pega a la ídem con el sudor, y no se ve que la protagonista lleve unos calcetinillos -ni siquiera tobilleros- para remediar ese mal.

Este calzado también define la pelicula entera: sudor, pestilencia y falserío. Además de la falta de luces.

Por otra parte, ¿De qué trata la película? No sabemos cuál es el supuesto drama secreto de esta mujer, si es que hay más drama que la increíble decisión de ponerse esos zapatos duros de polipiel con hebillas.

No es que sea pecado llevar zapatos cerrados en verano. Podría admitir unos zapatos de tela tipo 'converse', pero no esto. Recordemos además que la mujer no es ninguna ejecutiva agresiva que deba llevar medias y zapatos. Es una mujer que no tiene ningún tipo de ocupación y esta 'de vacas, tomando cerves'. No hay excusa para la polipiel aquí.
gemascopa
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16 de agosto de 2019
42 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto esta tarde la película, y qué maravillosamente bien calibro ahora la complejidad y el valor de las grandes obras de la Nouvelle Vague... Cuando ves esa naturalidad y esa sencillez que tenían, con diálogos tan ágiles y frescos, podías pensar que no es tan difícil retratar la vida normal y hacerla arte, sin más, ¡pues sí lo es! ¡Y enormemente! Ya que en esta película ves como intentándolo en todo momento fracasa, carece de la gracia, la inteligencia, y sobre todo, en el espíritu romántico de la acción, por más que pruebe una y otra vez con uno y con otro. El último Don Juan es lamentable. Si esa es la poesía que tiene la vida, pero qué seca que está, ¿en serio no tiene más brío?

Cosas que me parecen positivas nombrar: el actor con los pelos largos que primero se encontraba con la protagonista es un ingrediente que le da muy buen sabor a una sopa, con notas que se perciben y diferencian de la vulgaridad. También la chica que cantaba alemán, transmite una sensibilidad que hace que te quedes con ella porque te sientes a gusto en su interpretación, eso no es fácil de conseguir (la protagonista me aburre enormemente en cambio y por ejemplo). En cuanto a la dirección, se despista, se entretiene, se cansa y cansa, hay que recortar y rehacer por tantos lados que creo se quedaría en otro vestido, no obstante, pienso que el director no por ello debe desanimarse y abandonar, personalmente no le diría dedícate a otra cosa por favor, ya que sí hay momentos en que toca aunque muy de refilón lo artísticamente puro, son muy pocos momentos y nunca lo agarra bien, pero sí le diría que siga trabajando en ello, seguro que puede dar más de sí que esta chorrada, de verdad lo creo.
orsonwelles
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