Divertimento

¿Se puede hacer una película con sólo dos actores? La respuesta es sí, sobretodo si de quién hablamos es de Francisco Rabal y Federico Luppi.

La película nos cuenta como Daniel Osantos (Luppi), un famoso actor de televisión, acude al teatro para entrevistarse con Bernardo Gabler (Rabal). Daniel tiene una oferta para realizar un papel, el mismo que Glaber ha estado realizando durante toda su vida. En esta entrevista Glaber pone a prueba a Daniel constantemente para averiguar hasta donde es capaz de llegar Daniel para representar a su personaje.

Un duelo interpretativo maravilloso en el que el personaje interpretado por Rabal putea constantemente al de Luppi hasta la desesperación. El film merece la pena por verlos a ellos dos. Es un film atípico que seguramente si fuera cine independiente norteamericano estaría valoradísimo y su director sería conocido en todo el mundo. Pero "Divertimento" es española, con toda la mierda que ello conlleva, porque reconozcámoslo, nuestro cine patrio es desastroso.

"Divertimento" es arrriesgada y muy original, es una pena que no sea conocida.

Con un guión a ratos escandaloso y a ratos imperfecto, Divertimento se sitúa al frente del cine más valiente, honesto y descarado hecho hasta el momento en nuestro país. La primera (y de momento única) película de José García Hernández sirve de grandioso homenaje a la transición ficticia entre cine y teatro. Es enigmática, punzante e incluso macabra en su planteamiento.

Los recovecos de un teatro nunca serán tan sórdidos como el abismal ego de Bernardo Gabler o la inmadurez interpretativa de Daniel Osantos. La intensidad del filme se sustenta, para bien y para mal, en la infatigable batalla que mantienen el inabarcable Francisco Rabal (en su última gran aportación a una película interesante) y el poderoso Federico Luppi. Duelo de titanes por todo lo alto.

Divertimento no se parece en nada a todo lo visto antes y su sentido del humor es cínicamente crudo. Esas son algunas virtudes por las que merece la pena tener en cuenta esta película. Nada es más verdad que el teatro. Nada es menos mentira que el cine. Y en esa mezcla el espectador vence y la película convence.

Resulta sorprendente ver lo bien que se adapta Federico Luppi, hablando un fluido español, a un personaje y una situación que, vista desde fuera, no se sostiene. Yo, desde luego, a los 45 minutos abandoné la carrera, especialmente entristecido por el penosísimo espectáculo que da Paco Rabal deformado con una obesidad que apenas le deja respirar. Aunque mantiene lozana su espléndida voz, personaje y presencia resultan calamitosos.

Mi amor por el teatro me hizo aguantar el tiempo que aguanté, pero situaciones y personajes no logran interesarme. Es la clave para seguir los pasos de una historia, que interese el devenir de sus personajes y aquí el guión falla estrepitosamente.