Ragnarok (Serie de TV)

Lo más reseñable de esta serie es el enorme parecido del protagonista con Joaquín Reyes caracterizado de cualquier personaje con rictus exageradamente serio.

Por lo demás, nada que aportar a las demás críticas: una idea buena desperdiciada con un guión absurdo, personajes muy poco creíbles, la trama avanza a trompicones y el cóctel de drama adolescente + mitología nórdica + ecologismo a la Greta Thunberg no termina de cuajar, no me explico por qué.

Por lo menos los paisajes están bien, aunque es triste que eso sea lo mejor que se le puede decir a la serie.

¿Os acordáis de aquel monólogo de Ernesto Sevilla en el que hablaba de "Crepúsculo"?: "Vampiros que van al instituto".

Bueno, pues, en resumidas cuentas, ese es el concepto de este despropósito de serie: seres cuasi inmortales (ases y vanes, dioses y gigantes) que encima se reencarnan cada cierto tiempo y viven cientos -quién sabe si miles- de años sin prácticamente cambiar de aspecto. Y que van al instituto. Y que repiten curso, suponemos, constantemente sin que nadie se mosquee ni le salten las alarmas. Todo en un pueblito de pocos miles de habitantes, a lo sumo.

Conste que mi capacidad para hacer lo que los ingleses llaman "suspension of disbelief" (vamos, mi capacidad para dar por válida casi cualquier premisa, por absurda que parezca inicialmente) es enorme, siempre y cuando la cosa conduzca a buen puerto. O a un puerto que no insulte a mi inteligencia demasiado, al menos. Pero esta serie ha conseguido que me avergüence de mi pardillez suprema, que lamente mi apertura de miras, mis ansias intelectualoides de consumir producciones no estadounidenses (por más que el sello de Netflix lo globalice todo a la baja) y, en definitiva, que lamente haber tirado unas seis horas de mi vida para asistir atónito a la ristra de sandeces y situaciones absurdas que iban desfilando ante mis ojos.

Mención aparte merecen las (afortunadamente contadas) escenas de baile que nos regala el señor Adam Price (me apunto el nombre de este delincuente televisivo para evitarlo en lo sucesivo), que debe de considerar el súmmum de la eroticidad ver cómo unos adolescentes con ataques epilépticos se destrozan el cuello y las articulaciones en espasmos descontrolados al ritmo del más pestilente screamo nórdico. Tú sí que eres un as, Adam, di que sí.

Si estas pensando en ver esta serie porque te gusta la mitología nórdica y piensas que vas a ver algo relacionado con ella pues... No hay. Lejos de eso la serie se basa en el tema del medio ambiente, los amores del instituto y una panda de protagonistas luchando contra las malvadas empresas capitalistas. Ridículo es poco, sigo en spoilers.

Aburridísima temporada en la que te quedas esperando que llegue una tensión que nunca llega. Pesadísima, sosísima.
Los actores solo parecen preocupados en toda la temporada de parecer guapos y molones.

Tiene una cualidad esta particular versión de las leyendas nórdicas y es que, eventualmente, puede arrancarte alguna carcajada.

Un auténtico festival Folkie-Wokie de historietas de adolescentes (una más) que es un auténtico chiste capaz de erizarte el vello.

Lo mejor sin duda, la familia de gigantes milenarios cada vez que se lían a hostias entre ellos. Puedes pasarte un buen rato.

Lo peor, todo lo demás.

Dos temporadas con amenaza real de que haya una tercera.

Una serie absolutamente monstruosa aunque, como digo anteriormente, puede arrancarte alguna carcajada entre sonrojos.