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Después de tantos años

Documental Continuación de la película "El desencanto" (Jaime Chávarri, 1976). Los años han pasado para la familia Panero. Desaparecida Felicidad Blanc, la viuda y madre, ya sólo quedan los tres hijos del llamado «poeta del franquismo». Estos han seguido trayectorias vitales muy distintas pero que convergen en el olvido, la ruina y la desesperanza. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
9 de mayo de 2008
55 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que Michi Panero ya murió hace unos años, en Después de tantos años dirigida por el también defenestrado Ricardo Franco; asistimos perplejos a la revelación de la absoluta decadencia de los personajes de El Desencanto: A un Leopoldo María cada vez más loco, a un Juan Luis cada vez más evasivo y a un Michi que se consume poco a poco, atreviéndose a rascar cada vez más en el interior de las miserias familiares de los Panero.

Si en El Desencanto eramos capaces de vislumbrar el interior de personajes como Felicidad Blanch, verdadero eje conductor de la película muy a pesar del fantasma del poeta Panero; y esbozar las ruinas personales de cuatro individuos; en Después de tantos años, a través de un Michi enfermo y envejecido encontrarmos una realidad más desolada. La que abre las puertas del final más absoluto.
Para mi estas dos películas, más que un símbolo de la decadencia del franquismo, son una atrevida apuesta por explorar en los entresijos de las relaciones familiares, con la interesante, sin duda, elección de una familia burguesa intelectual del postfranquismo español venida a menos.
Sus forma de hablar: Felicidad Blanch más que hablar recita, Leopoldo María representa una tragedia, Juan Luis declama al viejo estilo y Michi, simplemente,se descojona de todos.

Su forma de abrir su intimidad a la cámara, su forma de interpretar personajes que llevan toda la vida ensayando, su elegancia y saber estar , incluso con muchas copas de más, es asombrosa.
En definitiva, a pesar de que esta segunda parte no tiene la frescura y naturalidad de la cinta de Chavarri, y hay un exceso de licencias visuales ajenas al relato y la banda sonora tampoco es demasiado adecuada; el dolor contenido de Michi es tan real y tan transparente su sinceridad que has de darle la razón:
"Lo peor que se puede ser en la vida es un coñazo".
Además de verdad, Michi.
LaSeñoraOm
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26 de febrero de 2009
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva estocada al corazón.

Sin llegar a los niveles tan paranormales de El Desencanto, una de las cúspides artísticas que dio este país de botijos y paelleras al mundo en el S. XX, este documental es otra dolorosa exquisitez.

Ya sin Felicidad, la ambigua madre, y con los tres hermanos rememorando infiernos veinte años después, la caja de los truenos se vuelve a destapar, con Michi en esta ocasión como fustigador más inspirado y certero, probablemente.

Cuando, nada más empezar la obra, su voz escupe que "la memoria es lo más cruel que existe en este mundo", captas inmediatamente que esa esencia agridulce, a medio camino entre el humor negro y la pornografía sentimental más desgarradora, permanece ahí.

Juan Luis, curiosamente, parece el más tranquilo, a diferencia del hombre alocado que aparecía en El Desencanto. Michi, repitiendo compulsivamente que "lo peor que se puede ser en esta vida es un coñazo", aparece canoso y desmejorado, pero el verdadero drama humano reside en Leopoldo María, aparentando treinta años más, podrido en un sanatorio mental y cagándose en el mundo.

En fin, un doble documento desolador, y que, más allá de las probables exageraciones, melodramatismos o imposturas que siempre pueden existir en este tipo de obras, disecciona a la perfección la tragedia del paso del tiempo y de las desintegraciones familiares.

Bravo, bravísimo.
Barfly
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7 de octubre de 2011
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta más la segunda parte que la primera de la saga de los Panero. Y es porque me da la razón y porque en estas propuestas al final quién gane, es lo importante. Porque vemos que los niños "bien", ahora son cadáveres cenicientos, diambulando entre tumbas..."Parecemos la familia Monster" dice Michi sonriendo como el comediante que sólo le hace gracia el infortunio, Leopoldo suelta una carcajada demencial. Estos dos antiguos dandys de primera, de Chicote y cocaína, chico, de Chicote de "Madrí". Estampa macabra magnífica.

La caída viene ahora, bueno cuando se filmó esta película. No por caídas de regímenes ni rollos macabeos. Los niños "bien" sufren en este film, la vejez marchita y estéril. Sin los deberes cumplidos, la estirpe se acaba con algún chiste de humor negro de Michi, un amargo reproche siempre en la boca de Juan Luis, o el malbuceo cada vez más alejado para bien y para mal de Leopoldo. Los más miserables morirán odiando.

Me quedo para mi galeria personal ese " Mi hermano Leopoldo no está loco, mi hermano lo que quiere es no hacer nada y que le traigan medialunas y lenguas de gato al manicomio" de Michi, cabeza ideológica de este díptico de "saquemos la ropa a lavarla en la fuente del pueblo". Y eso son los últimos vestigios...unos pastelitos de alguna famosa confiteria del barrio Salamanca.

A nosotros nos encanta mirarlos, claro. Y no por ello dejamos de advertir que la historia de éstos es tristísima, desoladora.
Travisloock
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28 de diciembre de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Después de tantos años" es una película íntima y de desolación. El documental previo, veinte años antes, de Jaime Chávarri: "El Desencanto", ya preludiaba este desenlace, pero lo importante aquí no son las líneas biográficas... sino el clima general y la existencia en el ocaso. El tratamiento de cómo presentar a sus personajes o cómo decorar o disponer el documental da igual porque son los tres protagonistas (Michi y Leopoldo María más que Juan Luis) quienes ocupan toda nuestra atención y llegan a nuestra mente sacudiéndola; podemos ver a través de ellos, de sus palabras descarnadas, un tipo de miseria humana.

El Desencanto puede ser superior en su forma, ver a los hermanos pletóricos y jóvenes también es muy interesante y hasta divertido, por ejemplo, el momento Juan Luis paseándose ufano con sus trajes estrambóticos, hipergestualizando o Leopoldo María hablando con suma afectación y sonriendo, contradiciendo y haciendo quedar mal a la madre. Y Michi con el pelo rebelde y desenfadado, haciendo de guapo y de listo. En la segunda parte (es muy bueno que exista esta segunda parte, es como la otra cara de la moneda) el histrionismo del hermano mayor ha desaparecido o ha mutado en una severidad y frialdad, una lejanía con respecto a todo, afirmando que Vicent Alexandre o Bioy Casares son más familia suya que esos otros (los hermanos). Se desmarca con respecto a todo y ya no conserva el lado más divertido de su antiguo histrionismo, tan solo guarda la grandilocuencia, pero grandilocuencia seria y formal, incluso academicista. Leopoldo María está completamente desaparecido en su vivacidad, ocupando un mundo de locos a tiempo completo, pero su discurso es oracular, tiene el tono de un mago, de algo arcano. Todo lo que envuelve la historia del hermano de en medio está a medio camino del rito y la literatura: besar a su madre en la tumba para devolverle la vida, coexistir con sueños como estado permanente, asumir el malditismo hasta el final, citador de Artaud desde su infierno personal y con una conjura demoníaca a través de sus versos... Michi la decadencia más palpable, la de la enfermedad y pérdida de belleza, la del deterioro avanzado. Es agriamente simbólico el hecho de que los hermanos más jóvenes estén avejentados como si fueran ancianos de setenta años, a una edad de cuarenta y algo. Se dice que la realidad supera la ficción, y en este caso se cumple, pero más allá del morbo que algunos pudieran sentir por este tipo de historias el valor que guarda este documental para mi estriba en la representación fiel de lo que es una esencia humana llevada hasta sus límites, la realidad real, los personajes que devoran a las personas (pirandelliano Leopoldo María) o el sino del que uno no puede escapar, en el caso de Michi.

No desvelo la línea argumental, sólo estoy presentando el clima y los personajes. El documental son los monólogos y las escenas de los hermanos contándonos historias, las historias de sus vidas desesperanzadas y de lo que el primer documental significó para ellos. El número tres se sabe que es mágico, en este caso tres tenían que ser los hijos de Leopoldo Panero, para cerrar un triángulo que se nos presenta como tenebrosamente mágico, con la estética que eso conlleva: manicomios, muertes y casas derruidas. El símbolo de la casa ampulosa venida a menos, hasta la ruina y la desaparición, es una imagen de ellos mismos y del poder terrible del paso del tiempo: que no es evidente en su fuerza, pero cuyos estragos son los peores... como con disimulo va abriendo grietas y emblanqueciendo cabezas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
infausta
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10 de febrero de 2010
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veinte años después de El desencanto, se reúnen los Panero, o lo que queda de ellos, para hablar de sí mismos, de sus relaciones mutuas, de la literatura, y de El Desencanto.

Si la película de Chávarri era un perfecto rectángulo, con los tres hermanos y la madre, Felicidad Blanc, Después de tantos años es un triángulo pitagórico, una película de blancos y vacíos, que cita a El desencanto y depende de ella, como flotando en ese líquido amniótico de otros tiempos, pero mostrando mucho de humor y mucho espacio entre los hermanos, lo cual veo como un logro maravilloso...cada Panero está lejos de los otros, ha creado su mundo, tiene horizonte en la mirada, y el espacio suficiente para hablar mal de los otros dos sin que estos lo escuchen.

Una película necesaria, que triangula en el imaginario mefistofélico del cine documental, el boceto de vidas llevadas de sí mismas, convertidas en fenómenos sin perspectiva, y por ello más valiosas en su devenir esencial.

La pureza incidental de lo no biográfico es el sello y la espina de esta película.
Karlés Llord
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