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España España · Madrid
Críticas de Barfly
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Críticas 398
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
20 de diciembre de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es Extras, particularmente su demencial segunda temporada, la mejor serie cómica (o tragicómica) que ha creado el ser humano en el siglo XXI, con permiso de la inalcanzable Curb Your Enthusiasm de Carlos Bianchi? ¿Su humor insalubre y desacomplejado es una de las cosas más grandes que le han pasado a la TV en los últimos lustros? ¿Ver esto en este profiláctico e insufrible 2020, en plena vorágine y preponderancia del Netflid-19, es tan balsámico y refrescante como abrir una cerveza en el infierno?

¿Es también candidata firme a entrar en un top de series más infravaloradas de la historia?

Sí.
Yo diría que sí.

Y, sospecho, diría bien.
Barfly
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El último baile (Miniserie de TV)
MiniserieDocumental
Estados Unidos2020
8,2
15.554
Documental, Intervenciones de: Michael Jordan, Phil Jackson, Scottie Pippen, Dennis Rodman ...
6
23 de mayo de 2020
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entre todo el humor absurdo e involuntario que ha desencadenado este confinamiento, creo que mi chiste favorito es que este artefacto lidere ahora mismo en filmaffinity, con obscena holgura, el top de documentales deportivos de toda la historia.

Decir que, más allá de lo obvio, de que fue una fuerza de la naturaleza y un animal competitivo sin apenas parangón, Jordan siempre me cayó mal, él y los Bulls, siempre me alegraba en su época de esplendor las (pocas) veces que perdía, lo cual es un problema exclusivamente mío, y que por supuesto no tiene nada que ver con el documental.

Es inevitable disfrutar con las espléndidas jugadas que aparecen, con el desfile de iconos de aquellos inigualables años de la NBA, pero es un documental infinitamente más superficial, imperfecto y convenientemente dirigido y aseado de lo que parece. Y aunque no lo produce Netflid-19, el aura de asepsia y de inofensividad que lo envuelve es 100% Netflid-19. Habrá de todo entre sus votantes, naturalmente, seguro que muchos han tirado muy legítimamente de corazón o de sana y sincera idolatría previa hacia Jordan, los Bulls o el basket yanqui, pero una buena cuota de los que han rociado de champán su casillero lo hacen, tengo la sensación, porque es el producto de moda de Netflid-19, y como tal, hay que verlo y hablar de ello, y como la capacidad de los efectos de inoculación, contagio y devastación de Netflid-19 cada vez es mayor entre la gente, tampoco sé si para bien o para mal aunque lo pueda sospechar, pues la plaga de optimismo, indulgencia y sobrevaloración se desata. Si el mundo fuera un lugar justo, dicho sea de paso, el virus Netflid-19 debería ser declarado como pandemia, como tal vez el fenómeno vírico más amenazador que existe. Pero el mundo no es justo. No lo será jamás.

En mi caso, por cierto, decir que yo no era seguidor de ningún equipo. Recuerdo una provisional simpatía hacia los Suns de hipopótamo Barkley, pero poco más; mi corazón baloncestístico, durante esos anos, sólo se dirigía hacia Nacho Azofra y Oso Pinone. Ni siquiera puedo decir que fuera un incondicional de la NBA, ni mucho menos, aunque me interesaba, naturalmente. Por eso vi el documental, éste y otros tantos centrados en esta plaza, pero en mi caso, y según iban transcurriendo los capítulos, observaba cómo el nivel de disfrute y de vibraciones subjetivas que me proporcionaba el contexto de este deporte, el recordatorio de aquellas figuras y la contemplación de tan excelsas jugadas lo neutralizaba la nula empatía que me provoca una figura como la de Jordan, eje absoluto, obviamente, del artefacto. Y tampoco es que lo deteste, ojo, de hecho por momentos agradecía su sinceridad, humor y derrames emocionales, pero en líneas generales el nivel de inspiración e identificación que me provoca él y su equipo roza la inexistencia, hasta el punto de volver a comprobar cómo todos sus rivales, como ya me sucedía entonces, me caen mejor.

Por lo tanto, en fin, sólo me ha quedado dedicarle una mirada fría, objetiva, despojada de cualquier aditivo sentimental, y su evidente sesgo, el hedor a gel desinfectante, su injustificada duración, el ruborizante modo de tratar el episodio de la pizza (sea o no verdad) y, en líneas generales, la lubricación que mueve y engrasa prácticamente todas y cada una de sus piezas más o menos controvertidas y arriesgadas, y que pueden dejar en mal lugar a su protagonista, me han hecho quedarme bastante lejos del sentir general a la hora de puntuarlo.

Pese a todo, como dije, tampoco quiero radicalizar mi contrariedad. Sólo por ver o recordar las jugadas de aquellas legendarias citas, contemplar ciertas imágenes inéditas entre bambalinas o conocer las intrahistorias de algunos de sus protagonistas, es interesante y disfrutable; sería injusto negarle a The Last Dance la condición de fusilaminutos más que digno. Entiendo que un seguidor de los Bulls, o incluso un fanático de la NBA, se lo pase en grande viéndolo y reviviendo aquella etapa. Yo no soy ni una cosa ni la otra, y lo devoré con (decreciente) interés. Pero quien siguiera al dedillo aquellos años, más allá de emociones y nostalgias, no entiendo muy bien qué le debe de estar aportando. Cada uno goza, valora y saca el matasuegras como y donde le da la gana, faltaría más, pero compruebo la histeria colectiva, este sobredimensionamiento, esta preferencia en las votaciones sobre, por ejemplo, y sin necesidad de salir del baloncesto, los portentosos Magic & Bird o Hermanos y Enemigos: Petrovic y Divac, y siento ganas de invadir la OMS.
Barfly
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7
27 de abril de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un buen, original y muy disfrutable documental de una banda, desde luego, a reivindicar. Para mi gusto, un poco en la onda del equivalente de Pearl Jam, pero menos acusadamente que éste, va de más a menos. También, como el de Vedder y compañía, se antoja por momentos algo autocomplaciente y cordial, poco atrevido. Y aunque obviamente debía tener su espacio, toda la parte más dramática y solemne referida a la desgracia de Yauch y a sus inclinaciones religiosas creo que rompe algo abruptamente el tono general y, sin cuestionar evidentemente la aflicción de sus compañeros, la percibo poco natural.

Las rocambolescas intervenciones postreras de Ben Stiller y Steve Buscemi micrófono en mano y entre el público no tienen desperdicio, dicho sea de paso. Aquí hay que quedarse hasta que el árbitro pite el final.
Barfly
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6
24 de junio de 2015
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de Salinas en Mangurrián es un escándalo. Providencial bálsamo tras verle flirtear con el desastre en esa topiquísima, complaciente y desnatada película llamada Daniel Colines, y con la que yo me noté algo tocado, pese a su cierta gracia, a su moderado encanto.

Aquí, volviendo a Mangurrián, su manera de fulminar boatengs con la lengua y de ejecutar neuers con su mirada tira de espaldas. Es, con bastante probabilidad, su personaje más sombrío, inquietante e hipnótico en mucho, muchísimo tiempo.

Lástima que Salinas vaya por libre, como caraasno en Biutiful, que todo lo demás no alcance su altura. Ni el guión ni, especialmente, la caótica y ensimismada filmación, que por momentos recuerda al peor Sin Pene cuando coge la claqueta. Al menos, al igual que con Rafa Martín Vázquez en Joe, y en lo que parece ser su principal virtud, el tal Gordon Green explota muy bien las virtudes de su protagonista, saca lo mejor de Salinas, hace justicia a este androide de la interpretación.

Pero yo me cago en dios. En el hombre y en las guerras.

Son las películas las que han empequeñecido.
Salinas es eterno
Barfly
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8
13 de febrero de 2015
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película no es una película. Esta película escapa a los análisis académicos, objetivos, grisáceos y adocenados que tanto abundan y que tanto imponen las mentes estreñidas y melifluas desde sus cuadernos de bitácora. Esta película se ríe de los directores de fotografía, de los travellings, de las lentitudes, de los encantos. Pero, por encima de todo, esta película se ríe de ti.

Ahora estás leyendo esto. Después te miraras a hurtadillas delante de un espejo. A continuación comprobarás que el reflejo te sigue mirando directamente a los ojos. ¿Tú correrías si una avalancha de nieve se cierne sobre ti dejando a tu pareja e hijos atrás, y si surgen preguntas, pues dejo que surjan?

¿Tú eres de los que correrían?
¿Qué te responde exactamente el espejo?

Esta película la vi tras contemplar el esplendoroso chocho de Motta, y bendita la hora. No me la quito de la maldita cabeza. Aunque no hablo de la película. Porque esto no es una película, conviene recordar. Es el planteamiento más retorcido, perverso y sutil que recuerdo para detonar una historia dramática en mucho tiempo. Aunque esto, por continuar riéndose de etiquetas, y especialmente de ti, no es un drama al uso. Es un engendro de crueldad y humor, un artefacto que reparte lucidez, hilaridad y desconcierto a partes iguales. Imposible saber lo que te espera a la vuelta de la esquina. Imposible apartar la mirada de la pantalla. Imposible no conectar con el inigualable paria que la protagoniza, el híbrido más incontestable que yo haya visto jamás entre Esteban Dorito y Axl Rose. Imposible no empatizar con el atómico personaje interpretado por Alexi Lalas, su indesmayable camarada, su cómplice de miserias, culpabilidades y cervezas en la nieve. Uno corrió. El otro correría.

Esta película habla, con singularidad, con un tono insólito, con gracia, con sadismo, con esplendor, y hasta a veces con estupidez, de la fragilidad del amor y la confianza, de la odisea conyugal, de su desgaste, de su muerte a plazos con intereses, del macho alfa subnormal, de las chaquetas de Nicolas Cage que reivindican la individualidad y la libertad personal. Y del que se jodan los demás, naturalmente.

Esta película habla, especialmente, a todos aquellos que corren. En la nieve y ante la mirada monstruosa del espejo.


Esta película me habla a mí.

Y a ti.
Barfly
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