La muerte llega arrastrándose

Un hombre llega a un pueblo dispuesto a descubrir a los atracadores de un banco, que asesinaron además a los testigos del robo. Uno de ellos utiliza unas mortíferas serpientes para actuar...
Perteneciente a la más copiosa etapa del "sphagetti western" éste es uno muy mediocre pese a su balbuceante mixtura con el "giallo", de tal forma que desaprovecha una idea más o menos salvable y un arranque aceptable al que luego no acompaña absolutamente nada (ni realización ni guión ni actuaciones ni música...). Irrelevante.

Especie de híbrido entre spaghetti western y cinta de intriga con aires de giallo, desperdiciado por un guión insulso, unas interpretaciones espantosas (de hecho, algunos de los actores debían ganarse las judías haciendo fotonovelas), una puesta en escena mediocre y una pobreza visual que apabulla. Sólo se salva Nieves Navarro/Susan Scott, por aquello de que nos da morbo. Únicamente apta para completistas.

Detrás de este sugerente y atractivo título, nos encontramos ante un flojo e irregular Spaghetti Western que no llega a funcionar por completo, ofreciendo un peculiar relato de suspense en el que un hombre será el encargado de investigar un robo.
El argumento resulta interesante y el director logra ofrecer un Spaghetti Western peculiar, pero comete el error de ofrecer un desarrollo torpe e insulso donde no explota al máximo las posibilidades que ofrecía la premisa inicial.
No logra mantener el interés inicial y cae en una serie de errores que echan a perder la originalidad de la propuesta. Deja espacio para numeras secuencias de pelea absurda que no llegan a ser verdaderamente emocionantes y no llevan a ninguna parte. Juega con el misterio emulando a los clásicos relatos de suspense donde los posibles responsables del robo van cayendo a medida que avanza la trama despejando dudas de su culpabilidad.
Se echa en falta mayor protagonismo de los duelos a mano armada y de verdaderos momentos de tensión, quedando todo en un anecdótico Spaghetti Western, totalmente prescindible. El director no sabe manejar el material que tiene entre manos y deriva todo a un desenlace torpe y chapucero que echa a perder todo lo positivo de La muerte llega arrastrándose. Una verdadera lástima porque deja la sensación de que en otras manos hubiera dado para más.

El inicio el prometedor. Un hombre solitario asalta un banco de Arizona. Siete muertos acribillados a balazos y dos o tres más por oportunas mordeduras de serpientes.
Cero palabras. De hecho en los siete primeros minutos no se escuchan otros sonidos que disparos y cabalgadas. Deberemos esperar cerca de diez minutos para oír las primeras frases.
Para resolver el caso llega un tal Jonathan Pinkerton (Woods), de la agencia de detectives del mismo nombre, conscientes que en el pueblo quedaban muchos cómplices. También conocido como Londres, al final resultará ser el agente federal Django.
La historia tiene cierta originalidad, sobre todo por el uso de serpientes venenosas para despachar enemigos. Proceden del serpentario del Dr. Torres, un médico estrafalario que con su bata blanca y sus gafitas se dedica a capturar estos ofidios y a extraerles, ¡manualmente!, el veneno que vierte en sucios tubos de ensayo para investigar en busca de antídotos.
Sin embargo el guion es embarullado y caótico con montones de escenas prescindibles que no vienen a cuento de nada. Tampoco se esmera mucho la realización que presenta personajes planos, sin el menor atractivo. El ritmo es monótono y lento. Hay partidas de póker, peleas a puñetazos, disparos, escenas de cantina, mujeres fatales, robos de ganado ... pero sin trabazón argumental alguna.
Interpretaciones flojas con excepción de Braña en el papel del sheriff Luis, y es que hay unos cuantos nombres hispanizados.
Curiosidad: la presencia por primera vez en un western de un colt con silenciador que apenas silencia el ruido de los disparos. Licencia un tanto excesiva en 1886.
Exageración: parece mucho robo un millón de dólares en el banco de un pequeño pueblo, o la gratificación de 200.000 por informar de sus autores.
Se salva un poco la cinta por la intriga policial y el aire de misterio, incluso de angustia, que se alcanza en algunos momentos.
Modesto western hispano que para nosotros tiene una valoración excesivamente negativa con apenas una cuarentena de votos. Los hay mucho peores. Véanlo si no.

Curioso western, sí, por utilizar elementos propios de otros géneros, como el giallo italiano, pero muy mediocre, por no decir abiertamente malo.

Y es que, aunque comienza bien, con ocho minutos o así en los que no se habla absolutamente nada, ni falta que hace, poco a poco deriva en una insulsez rayana en lo cochambroso. No en la parte técnica, donde la fotografía es de recibo y los paisajes, de las afueras de Madrid, convincentes, pero sí en el desarrollo de la historia, que no puede ser más desmañada.

Está llena de incongruencias, molestos cortes entre escenas (que quizás sea producto de que yo vi una versión parcial, pues puede que en Italia tuviera más sentido todo, sin cortes...).

Las interpretaciones son deplorables, sobre todo del bueno (y simpático, pues es uno de mis "amigos" de la historia del spaguetti western patrio) Frank (Francisco) Braña. En toda la película no mueve un músculo de su cara, pareciendo una molesta máscara. Menos mal que la voz que le ha prestado es maravillosa, pues le dobla un magnífico actor de doblaje, que es el mismo que, por ejemplo, dobló en muchas pelis al gran John Wayne. La diferencia de matices entre la voz y el pétreo e insulso rostro de Braña da auténtico pavor.

En cuanto a la música, importante baza normalmente en los spaguettis, es algo extraña, con momentos conocidos en el entrañable género y otros donde no pega ni con cola, pareciendo que se está en una discoteca bailando el twist.

En fin, podría extenderme más, pero para qué. Sólo decir que, pensando un poco, me parece que es uno de los peores spaguettis que he visto en mi vida, o al menos de los más aburridos, gracias sobre todo a un lánguido ritmo y una pésima dirección.

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