Melodía inmortal

George Sidney fue un director de gran estudio que se especializó en musicales pero independientemente de esto lo que destacaba bajo su batuta eran vivacidad y dinamismo, como se podía ver en su versión de Los tres mosqueteros o la excelente Scaramouche.

Eddy Duchin es un esplendoroso melodrama rodado en scope que cuenta parte de la vida del famoso pianista, con Tyrone Power y Kim Novak de protagonistas, él uno de aquellos limitados galanes que esta vez no regatea esfuerzos (sus manos tocan el piano realmente) y ella, que tampoco fue nunca buena actriz, tiene ese magnetismo que compensaba siempre todas sus carencias.

Sidney hace una labor formidable gozando de la fotografía y ofreciendo bellos planos exteriores e interiores, con secuencias en las que demuestra su habiliadad, encadenando imágenes de Duchin tocando en las que vemos su evolución hacia un protagonismo mayor, otras con planos de la orquesta y los instrumentos coreografiados a ritmo, junto a un guión que elimina tiempos muertos y progresa con rapidez dando algunos emocionantes pasajes.

Es un título olvidado no citado nunca entre los grandes, pero tras verlo se hace difícil entender el por qué.

No me ha parecido creíble el personaje de Eddy Duchin nada más empezar el relato. Tyrone Power ha hecho que rápidamente reconociera mi error, además he empezado a admirar al personaje en una progresión acelerada.

La historia es de una sobriedad casi insultante pero agrada de tal forma que es difícil apartarse de ella. George Sydney me ha parecido un experto director que en musicales ya se había desenvuelto con todo éxito, pero sobre todo por lo que ha logrado “sacar” del inolvidable señor Power y de Kim Novak: un bonita historia, así de simple. Ha sabido exprimir todo el jugo de unas escenas difíciles con niños y ha triunfado con los musicales de salón creando espacios de relajación perfectos.

La interpretación de Brasil es mención aparte. Debería producirse un videoclip; hasta el mismísimo Xavier Cugat ha ido a felicitar al señor Duchin.

Excelente melodrama de corte clásico hoy tristemente olvidado. Comparable a los grandes melodramas de Douglas Sirk de la misma época, pero éste me ha gustado por su elegancia, muy en la línea de los melodramas de Vincent Minelli. Elegancia en su puesta de escena y en su fotografía (algunas fotografías de exteriores son realmente magníficas) y elegancia en sus silencios y elipsis dramáticas, que dicen mucho acerca de lo que transcurre en la escena. Esta manera de rodar tan elegante era muy propia del buen cine de ayer, algo que no he encontrado en el cine actual.

Excelente también la interpretación de Tyrone Power y más si es verdad que tocaba él mismo. Las dos actrices principales están correctas. Kim Novak nunca ha sido un gran actriz, pero aquí está bien.

La banda sonora es sencillamente maravillosa y es en sí otro personaje de la película. Gran labor del director George Sidney. Película a reivindicar en la historia del cine. Claro ejemplo de lo que es el buen cine. Es un melodrama bien hecho, pero no resulta empalagoso en ningún momento. El final es inolvidable.

Esta tarde acabo de ver la película. La han emitido en abierto por televisión y sin cortes. Hacía años y años que la había visto por televisión; yo no la tenía olvidada. Sabía que la interpretaban T. Power y K. Novack, y sobretodo me quedó grabada en mi mente la escena de cuando está tocando el piano y le pasa lo de la mano, y así comienza su enfermedad.

El film es elegante, en Cinemascope, buena música, entretenida, sin ser una gran película, pero está muy bien y hay que verla, Está injustamente olvidada. Power sin ser un buen actor está bien, y Kim Novack, hace un papel distinto a lo que nos tiene acostumbrados (mejor que Tyrone) Aquí ella no va de "poses" y no la encuentro tan guapa como en otras ocasiones. A destacar a Victoria Shaw, actriz australiana, que yo la descubrí en la magnífica película de Sam Fuller "El Quimono Rojo" junto a James Shigeta. También destaco a James Whitmore, buen actor, y que no es muy conocido pero ha hecho muchas veces de secundario que yo descubrí en televisión cuando era pequeña.

No me acordaba en absoluto del niño; está muy bien. Y es verdaderamente una lástima, las cosas de la vida, que cuando el recupera a su hijo pasa lo que pasa... LA VIDA ES CRUEL. Muy mala suerte. El final está muy bien y es original. Me acuerdo que mi madre lloró bastante en este film cuando la vi con ella hace muchos años, pero no es un melodrama ni cursi ni empalagoso porque George Sidney lo hizo bien (al cual ahora no vamos a descubrir)

Si tenéis oportunidad la tenéis que ver porque mucha gente no sabe ni que existe esta película.

Puntuación: 6.5

Anna Inglés i Bardí, Barcelona

La gente joven no conoce casi nada de Eddy Duchin así que empezaremos por decirles que fue un extraordinario pianista, precursor de gente como Liberace (a quien tal vez tampoco conozcan) artistas ambos cuyos dedos se deslizaban por los tecleados produciendo una catarata de música maravillosa que a los simples mortales nos parecía imposible de lograr.

La frase: Deseaba tanto amar y el tiempo se vuelve contra mi.

La actuación: Tyrone Power sólido y convincente sobre todo cuando se pone al piano y nos convence plenamente de que es él quien toca (en realidad fue Carmen Cavallaro, gran pianista, quien ejecutó las piezas) y Kim Novak deslumbrante como siempre y quizás un punto menos fría que en la obra maestra de Hitchcock “Vértigo”, por supuesto un James Whitmore siempre fiel (la gente joven lo recordará como el afable Brooks de “Cadena Perpetua”) y Rex Thompson que como niño está perfectamente a la altura.

La escena: Preciosa escena es cuando en la guerra, en una casa semiderruida toca Duchin para un niñito de rasgos orientales quien con dos dedos le marca el ritmo.

El momentazo: Sin duda es cuando su hijo lo acompaña a dúo en los dos pianos de su casa, escena en la que pronto Duchin ya no está y es el hijo quien continúa su legado.

Un interesante melodrama que en partes roza la tragedia de un genio al que perseguían las desventuras de la mala suerte, por supuesto la estrella de la película es la música espectacular y deslumbrante de Duchin que acompaña a toda la película, particularmente emotivas son la pieza que tocan el hijo y sus amigos en el ensayo y la versión de “Brasil” en el gran salón del Waldorf Astoria, otra joya de Nueva York desaparecida ya en la historia y los recuerdos.