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Nubes pasajeras

Drama Historia de un matrimonio (Ilona y Lauri) cuya relación y dignidad son puestas a prueba por los duros golpes de la vida. La pareja no suele correr riesgos y vive en un modesto apartamento de alquiler. Pero Ilona (Kati Outinen) pierde su empleo como camarera en el restaurante Dubrovnik, en Helsinki. Por si esto fuera poco, acaba enterándose de que Lauri (Kari Väänänen) ya hace un mes que ha sido despedido de su trabajo como conductor de tranvía. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
4 de abril de 2008
89 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kaurismäki recoge el testigo de aquellos grandes que empezaron a captar imágenes. Lo que se define como el cine más puro, aquel que no necesitaba que las estrellas hablaran para transmitirnos sentimientos. En casi toda la filmografía de Kaurismäki se podría prescindir de los diálogos, convertirla en muda y no perdería nada de comprensión para el espectador.
Gloria Swanson haciendo de Norma Desmond decía en “El crepúsculo de los dioses”:

"No necesitábamos diálogos. ¡Teníamos expresión!

También decía:

"Sigue siendo maravillosa, ¿verdad? ¡Y sin diálogos!"

Kaurismäki lo hace más difícil. Elimina la expresión de los actores. Los somete a la tortura de expresar sin mover un músculo de la cara. El finlandés, se apoya en la fuerza de las imágenes y también aquí tira de maestros. En el portentoso inicio de esta película ya está usando la acción fuera de cámara (cuando el chef borracho, pelea con el portero y más tarde con la jefa de sala) marca Lubitsch.

Esta es la historia de gente que no siempre gana: con una hermosa banda sonora, con unos grandes encuadres, con mucha sensibilidad, con una maravillosa forma de contar las cosas, con un humor frío y saludable, con unas actuaciones brillantes, pero sobre todo, con un gigantesco optimismo.

Kaurismäki es un Rara Avis en el cine y espero que su enorme calidad no sea una nube pasajera.
Chagolate con churros
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16 de octubre de 2008
59 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película avanza casi vacía, con el mínimo de elementos. Y con su título.

Ilona y Lauri tienen ambos trabajo. Con futuro por delante, compran a plazos el mobiliario del piso (buenas estanterías; a los cuatro años, en una segunda fase, los libros). También un televisor, que notifica desastres nigerianos, catástrofes filipinas.

Pero las altas esferas financieras silban el himno del Dinero, y abajo soplan los vientos del finiquito y la recesión.
Abajo están Ilona y Lauri, y la vida se les oscurece. Todo parece regido por una inexorable ley de empeoramiento.
Con la punta de los dedos, ella acaricia el hombro de él, cabizbajo. Hasta el perro está visiblemente consternado.

Menos mal que la música (Tchaikovski) no es tétrica. Melancólica, nada más.

En vilo, el espectador se pregunta: ¿Es que todo (historia, personajes, expectativas…) discurre en bloque hacia una catarata?

En la parca estética de lo mínimo, un detalle oportuno compone con firmeza, encauza definitivamente.

En un cine, Lauri e Ilona salen al vestíbulo denostando el vulgar programa, perseguidos por los tiroteos de la banda sonora.
Pasan, sin verlos, ante sendos carteles de otros films: no otros, sin más, sino “L’argent” (Bresson, 1983) y “L’atalante” (Vigo, 1934).
Por un lado, un mundo deshumanizado por el poder cosificante del dinero, que ha impuesto su ley a la sociedad y la tiraniza fríamente.
Por otro, un mundo pleno de espontánea libertad, emanada de un hombre y una mujer que se aman a fondo mientras su gabarra navega lentamente por los canales de Francia.

No son simples pegatinas cinéfilas en el parabrisas. Kaurismäki abre el capó y muestra el motor de la película. Son dos polos generadores de sentido que la llenan de intensidad dramática.

Consciente de la esencial parte que en una película es el título, Kaurismäki escoge generosamente uno que sirve de capota: alude a cómo, sobre nuestras cabezas, las nubes están de paso, por oscuras que sean…
Archilupo
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24 de septiembre de 2008
33 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasajeras o no, las nubes a las que alude Kaurismäki simbolizan a la perfección la peculiar reacción ante las penalidades de la vida que distingue la taciturna idiosincrasia escandinava. No son de extrañar, pues, las elevadas tasas de depresiones, suicidios y masacres estudiantiles en unas latitudes cuyos habitantes poseen tanto salero como el del Molt Honorable President Montilla contando un chiste verde. Coñas aparte, jamás había visto plasmar la tristeza en una gran pantalla con semejante frialdad y aspereza. El finlandés nos reseca el gaznate con ese cine suyo tan astringente, ese cine que prescinde premeditadamente de cualquier recurso melodramático, de cualquier tipo de aspaviento o patetismo superfluo, para estremecernos con un discurso contenido, amargo y extraordinariamente despiadado. Kaurismäki ejecuta con la precisión y la sangre fría de un médico forense una brillante tesis sobre la fatalidad humana, un irreprochable ejercicio sobre esa aterradora nube de la desdicha que fluctúa a su libre albedrío y que amenaza de ceñirse sobre nuestras cabezas todos y cada uno de los días de nuestra miserable existencia. Sí, ya sé que suena tremendamente pesimista. Disculpadme. He tenido un mal día y encima el muy cabrón de Kaurismäki me abofetea con este retrato urbano tan desolador… Por fortuna no soy finlandés… Uff!!!
Taylor
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24 de julio de 2009
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Kaurismäki encuentra perfecto acomodo en el tango. Cine de tango naïf que juega con la tristeza desde un tono de suficiencia, como si se pudiera contener la melancolía a través de la separación del humor o un fraseo arrastrado de inconformismo manso. Contar las miserias como parte ineludible de la existencia pero como reafirmación, también, de la persistencia de la dignidad humana rebelándose ante las zancadillas que pone el tiempo.

La capacidad emotiva del finlandés se asienta en la concisión y sobriedad, en el frugal empleo de recursos herederos del cine mudo que intenta −como hicieran directores tan dispares como Tati o Bresson, cada uno a su manera y con sus objetivos− ordenar el desorden que encuentra un director de cine al empezar a rodar, unificando paralajes en una mirada serena y aglutinadora.

Humanismo trágico, geometría obrera de realidad estilizada a partir enfoques pequeños, detalles minúsculos y ausencias −nunca presencias− de disposición milimétrica.

La dignidad a través del trabajo es algo mil veces visto. Pero con Aki el argumento cobra autenticidad sencilla −que puede tomarse por defecto pero también como máxima forma de honestidad− al venir despojado de aderezos y abalorios, mostrándonos el hueso de la fatalidad, su más íntima y casi metafísica, que no melodramática, miseria a través de una exposición simétrica de constantes reveses.

Un cine concebido como caja de resonancia, o habitación sin muebles, que busca el eco de la imagen o el sonido más que el énfasis del discurso. Por ello esos colores sin vetas, plastificados, el rodaje de espacios pequeños, la frialdad general y ese tango monocorde. Para no tropezar con el artificio presuntuoso que considera inexistente aquello que queda en off.

Es así como se presenta el cine de Kaurismäki. Con la, diría, determinación de unos ojos distantes que dicen “te quiero” sin recurrir al abrazo.
Bloomsday
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15 de diciembre de 2013
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1983, Bresson firma 'L'argent', su adiós; y el mismo año debuta Kaurismäki. Me gusta imaginarles cruzándose en la puerta de una gran sala de proyección, tomándose el relevo.

...

Kaurismäki acierta en tres dianas.

La clausura del Dubrovnik. El último tango en un lugar que dentro de unas horas ya no existirá. Toquemos el piano, cantemos y bailemos para despedirnos de uno de los lugares que ha definido nuestra vida, y al que ahora toca que el tiempo engulla.

El delicado "cine social". 'Nubes pasajeras' es un cuento sobre cómo el dinero devora el pan y el futuro de los hombres. Está narrado de forma minimalista, clara y evocadora, como una pintura de Edward Hopper. Kaurismäki tiene demasiado sentido del humor para caer en lo tremendo. A Lauri le despiden a causa de elegir la carta más baja. Ilona trabaja duro en su restaurante, lo adecenta lo mejor que puede y, justo después, pregunta "¿y si no viene nadie?". Qué formas más sutiles de reflejar la incertidumbre de la 'sociedad de bienestar' y la ferocidad de esa prueba de la que están exentos los peces grandes y que lleva por nombre 'buscarse la vida'.

El amor. Ilona y Lauri son un ejemplo de "mirar junto en la misma dirección". Su hijo ya nunca volverá, pero tienen un pequeño perro que les vigila. Se cuidan entre ellos. El Dubrovnik murió, pero se puede construir algo parecido. Y miran en la misma dirección, a través de las nubes pasajeras.

Gracias.
Nuño
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