La chica salvaje

La película recrea con belleza artística una localidad ficticia en Carolina del Norte llamada Barkley Cove y sus alrededores salvajes, aunque en realidad la muy lograda fotografía y ambientación del rodaje se lleva a cabo en otro lugar retratando las esencias sureñas de mediados del siglo pasado en un bonito entorno protegido de lagos y marismas y en un par de localidades cerca de Nueva Orleans, Luisiana.

Buena parte de la filmación no fue sencilla, debido a las inclemencias dentro de un pantano real, pero el resultado es más que notable. Una película con alma femenina, desde el origen en la novela de la también zoóloga y conservacionista Delia Owens que refleja una parte de sí misma en el personaje de Kya Clark, hasta la dirección de Olivia Newman en su segundo largometraje; la producción de la también oscarizada actriz Reese Witherspoon; la fotografía de Polly Morgan, única mujer hasta hoy acreditada simultáneamente en las Sociedades de Directores de Fotografía de Estados Unidos y de Reino Unido; pasando por el guión adaptado de Lucy Alivar, dramaturga además de guionista; con una excelente canción folk titulada "Carolina" de Taylor Swift durante los créditos finales cuya letra y música encajan perfectamente con las sensaciones de la película; y con la interpretación de mérito y dando absoluta relevancia a su papel protagonista de Daisy Edgar-Jones.

El conjunto es una buena película que mezcla un thriller de misterio en torno a un crimen y la acusada llevada a juicio, con el propio drama de la protagonista y su tesón por amar y subsistir en el entorno de una vida de maltratos físicos y emocionales con desengaños tras ilusiones románticas perdidas. Personalmente desde el comienzo me atrae el personaje de Kya y me engancha su sensibilidad, su entereza para luchar y salir adelante, y cómo se refugia en sus peores momentos en aquello que la rodea desde su infancia: la naturaleza, hasta aprender a reflejarla en los papeles como medio para protegerse y sobrevivir. Esto es incluso un mayor aliciente para ver la película que el contexto adicional y algo secundario de intriga de la misma, aunque obviamente están intrínsecamente relacionados.

Me sorprenden particularmente algunas críticas profesionales negativas tras su estreno. La narración puede que no esté llena de grandes novedades argumentales o giros demasiado sorpresivos, que sea más ficción romántica que realismo amargo, pero además de no ser eso en sí ningún inconveniente, está bien desarrollada y tratada, contando una historia ciertamente hermosa en un entorno hermoso. Será cuestión de sensibilidades según uno se va haciendo mayor como yo.

Ya sabes, si alguien quiere hacerte daño, refúgiate tú también "where the crawdads sing"...

¿Saben cómo sería la naturaleza salvaje vista por una millenial que vive más o menos cómodamente en alguna ciudad como NYC en pleno siglo XXI? Pues como nos la representan en “La chica salvaje”. Las marismas están moderadamente limpias, no hay depredadores ni pulgas ni agua sin potabilizar ni enfermedades de ningún tipo ni huracanes ni inclemencias del tiempo que pongan a la protagonista en un aprieto. Tampoco hay otras personas que también se escondan, como ella, en las marismas. Nunca recibe visitas indeseables. Durante toda su infancia y adolescencia solo recibe la visita de dos chicos apuestos, depilados (¡estamos en los 60!), con tableta de chocolate incluida, siempre engominados, con los que se monta un culebrón de manual. Por un lado, el niño bueno y pobre que le da miedo asumir compromisos, y luego el rico maltratador. Ella tampoco se salva: siempre va perfectamente depilada, siempre adecuadamente maquillada y peinada, siempre con sus conjuntitos cuquis de chica campestre, que nunca se ensucia pese a que tiene que meterse en el barro todos los días para sacar mejillones. La única que va sucia es su versión infantil. Además, hay un tufillo conservador judeocristiano que, como mínimo, resulta chocante: aunque ella se cría, se supone, en la naturaleza más indómita, sin escolarizar y sin tener apenas contacto con la sociedad, cuando se baña en la playa lo hace siempre completamente vestida, nunca se desnuda antes. Cuando tiene relaciones sexuales, se tapa con la sábana hasta el cuello, como haría una recatada. Los chicos, igual. De hecho, el trío protagonista parece que lo han sacado del siglo XXI y lo han enchufado en plena década de los 60; a este paso, como haya muchas películas como esta, reescribirán estéticamente todo el siglo XX siguiendo los patrones del XXI.

Si nos ponemos tiquismiquis, toda la trama policial está cogida con pinzas. Es decir, los polis no caen en que las huellas de pisadas se han borrado por efecto de las mareas, pero sí tienen un equipo CSI de última generación que ha peinado de arriba abajo una gran torre metálica para concluir que no hay una sola huella digital. Algo, por cierto, que nadie logra refutar de una forma muy convincente durante el juicio. Porque el juicio también es un poco de aquella manera. Detalle gracioso en la parte spoiler.

Y luego está la visión que nos ofrece de la naturaleza, que es NINGUNA. Como mucho, la protagonista nos dice que la naturaleza no tiene un lado malo. ANDA, NO ME DIGAS.

Es todo muy ligerito, muy superficial, muy edulcorado. Solo sobresale en lo técnico, con una correcta labor tras las cámaras y una fotografía estupenda. Las interpretaciones son buenas, especialmente la de Daisy Edgar-Jones, que lo borda. Si no fuera por ella, le cascaba dos puntos menos. Los secundarios pasan por ahí un poco de puntillas, sin que los desarrollen demasiado. Los hay que directamente no pintan nada, como el hermano.

Nos plantea una historia que en su pretensión inicial, pudiera pensar que busca alojarse en una narración de mayor relevancia. No lo consigue del todo.

Debo aclarar que tampoco es una película desdeñable, pero si resulta algo gastada, por su desarrollo lánguido y carente de mayor fuerza argumental, algo, que hubiera sido muy acertado.

Se mueve por terrenos poco creíbles, dadas las circunstancias que plantea. Pero en el último tercio, consigue remontar alejando ese desinterés del tramo intermedio.

Esta película la fui a ver sin muchas ganas debido a que pensaba que seria la típica película juvenil de triangulo amoroso, amor toxico y todo lo que aquello conlleva, pero me llevé una sorpresa.
La directora Olivia Newman logró captar muy bien el ambiente y crear unas escenas maravillosas llenas de verde y tranquilidad que solo la naturaleza puede darte. La guionista Lucy Alibar logró crear este ambiente inhóspito donde la joven protagonista Kya se ve envuelta. El reparto me pareció apropiado, con una buena actuación por parte de los protagonistas.

Desconozco como es el libro en que está basada esta película, pero puedo decir que me parecen muy interesantes los temas que se tocan en el filme, desde el abuso, discriminación y estigma social al amor y superación personal, por lo tanto, no es una película con carencia de sentido. La manera de mostrar como la protagonista va evolucionando a pesar de tener una infancia difícil, como sus vínculos más cercanos eran rotos por la carencia de afecto y de cuidado, sin embargo, cuando este joven llega a su vida a entregarle lo que otras personas le habían arrebatado y otras se negaban a entregarle, ella comienza a confiar y por su puesto a enamorarse, siendo esto algo muy bello en la película, un romance con sentido y significado.

En cuanto a los aspectos técnicos, se puede evidenciar las excelentes tomas y combinación de colores, muy dignas de admiración. El vestuario de la época bastante apropiado y se puede notar un cambio en este en nuestra protagonista al pasar la película donde va evolucionando de ser una niña desprotegida y sin cuidado a una señorita. Finalmente el soundtrack de la película estuvo maravilloso, sobre todo la canción "Carolina" de Taylor Swift, su voz suave y el ritmo de la canción definitivamente pega bastante bien con la esencia del filme.

Como aspecto negativo puedo decir que faltó profundizar un poco más en la historia, aun más conociendo el final que deja para pensar donde si Kya en definitiva fue la autora del crimen por el cual se le acusa durante todo el filme o no.
En definitiva es una película que merece ser mirada con ojos críticos justos, sin el estigma que las personas del pueblo tenían por la protagonista ahora transformado en un estigma por el filme.

Que no nos engañe esta película: su tema principal no es la resolución del misterio sobre el crimen. Este film nos ofrece una reflexión muy interesante sobre cómo la sociedad se ha aislado del entorno natural que la rodea y cómo muchos constructos sociales generan situaciones que no se dan de por sí en la propia naturaleza.

Al igual que vimos en Captain Fantastic, La chica savaje propone una perspectiva similar, pero no tan radical, sobre el hipotético caso de una educación fuera de las instituciones existentes y la misma sociedad. En contra de cualquier pronostico, Kya crece ella sola. Y lo hace demostrando un gran ingenio e inteligencia. Se refugia en la naturaleza para llenar el vacío que dejó su familia de niña. Al igual que muchos animales, crece con una mentalidad inocente, pero valiente. Y lo demuestra cada vez que algo se le pone en el camino.

Sin duda, es una historia con una trama fuerte que no decepciona. Es el relato de una biografía que te desgarra y te enternece a la vez. Resulta curioso cómo mantiene un equilibrio natural en todo momento, como cualquier vida salvaje de las marismas.

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