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Distrito quinto

Drama. Cine negro Cinco hombres cometen un atraco y huyen cada uno por su lado. Más tarde se reúnen en un local para repartirse el dinero. Mientras esperan a Juan, que es el que lleva el botín, cada uno de ellos se pone a imaginar lo que hará con su parte. Pero la espera se prolonga, y los ladrones empiezan a sospechar que su compañero nunca vendrá. Recuerdan entonces cómo lo conocieron y cómo se desarrollaron los acontecimientos hasta ese día. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
10 de enero de 2012
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro ejemplo de cine español poco conocido y sorprendente por su calidad, tanto por el desarrollo del argumento, basado en una obra teatral, como por las excelentes interpretaciones y adecuada puesta en escena de las que hace gala.

Cuando cuatro hombres llegan de forma apresurada a un piso en el que les esperan dos mujeres apenas han transcurrido cinco minutos de metraje, pero para entonces ya sabemos que han cometido un robo, que todos ellos son de extracción humilde o popular, y sobre todo, que falta uno: el quinto hombre, en torno al cual gira toda la película. Y es que, en efecto, encerrados en el humilde piso y ocasional academia de baile, todos los personajes revelan rápidamente su carácter, así como las ambiciones que esperaban colmar con el robo, y la ausencia de uno de ellos desata sus temores, al tiempo que sirve para introducir -de forma muy hábil- varios flashbacks, por medio de los cuales trabamos conocimiento del ausente y de la relación de los demás para con él.

El filme respira tensión por sus cuatro costados, y constituye un gran mérito por parte de la dirección y el guión haberlo logrado, haciendo un uso muy inteligente del espacio y de las angustias y recelos de los personajes, casi todos ellos ambiguos y muy bien concebidos; así, tenemos a un criminal experto de vuelta de todo que trata de huir de su pasado, un fotógrafo ambulante y habitual embaucador decidido a dar el golpe, un bailarín frustrado, un joven inseguro que compone versos, una "mujer fatal", responsable de atraer a un incauto enamorado, y la pareja del bailarín, quizá la única que parece inocente y buena.

El perfecto dibujo de los personajes se ve redondeado por una magnífica dirección de actores cuyas interpretaciones son sobresalientes; particularmente destacables son los papeles de Alberto Closas (el quinto hombre) y de Arturo Fernández, que dan lo mejor de sí mismos, llevando el peso de la película y encarnando dos tipos complementarios pero enfrentados: el criminal maduro y experto, deseoso de cambiar de vida, y el más joven y ambicioso, que persigue el éxito y la ambición por encima de todo (esta contraposición también se da entre las dos mujeres, aunque de otra manera).

Toda la película transcurre así, oscilando entre una tensa espera y los recuerdos que asaltan a los que aguardan; estos, encerrados a cal y canto en el pequeño piso, van exasperándose cada vez más, en un crescendo que recuerda ligeramente al que se desarrolla en la magnífica película -de ese mismo año- "Doce hombres sin piedad", de Lumet, también rodada en un espacio cerrado. ¿Llegará el quinto hombre? Y si lo hace, ¿será para bien o para mal? Continúen en tensión, merece la pena.
Quatermain80
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21 de septiembre de 2012
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás me repita demasiado en mis críticas de Filmaffinity con lo de que "éste es un director a reivindicar", pero después de haber visto esta película, lo tengo que decir de nuevo: Julio Coll, que era un hombre con tantos saberes e intereses que era como un hombre del Renacimiento en el siglo XX, es un cineasta a reivindicar. "Distrito quinto" es un film con un buen guión, escrito por el propio Coll, y adaptado de una obra teatral, "Es peligroso hacer esperar"; con buenos diálogos, estupendas interpretaciones -sobre todo la de Alberto Closas- , una estructura montada en "flashbacks" que ocupan prácticamente casi toda la hora u hora y pico en que se desarrolla la accción, y un desenlace final sorprendente, pero, sin embargo, coherente. A destacar la colaboración en el guión de Luis José Comerón, director de la muy interesante "Larga noche de julio" (1974). "Distrito quinto" es posiblemente uno de los mejores títulos del cine negro y/o policíaco del cine español de los años 50. Y ahora, dejo al lector/espectador con dos reflexiones, a modo de pistas:

1) En el cine español de los años 40-50 es relativamente fácil advertir diferencias entre el cine hecho en Barcelona y el hecho en Madrid. El primero de los dos solía ser, sobre todo en los años 40, un cine hecho con unos presupuestos bajísimos, pero con un notable sentido del ritmo y de la narración, y con argumentos a veces tan interesantes como audaces. Si el lector/espectador quiere ver buen cine español de la posguerra, que le siga la pista a las películas hechas en Barcelona por Ignacio Iquino (otro a reivindicar), Julio Salvador, Julio Coll...Y si además quiere ver cine negro a la española, sobre todo de los 50, esta pista es de obligado seguimiento.

2) En su sentido coral, en la reunión que hace de personajes que se sienten frustrados, que quieren triunfar en la vida y que eligen el robo como un medio para conseguir dinero con el que acceder a sus sueños, sin que, salvo el personaje de Closas, sean delicuentes habituales, "Distrito quinto" se anticipa a "Atraco a las tres" (1962), de José María Forqué. Si los personajes del film de Forqué consumaran su plan, seguramente acabarían como los personajes del film de Coll. Aunque la película de Coll sea un drama y la de Forqué una comedia, ambas se relacionan en los sueños de prosperidad y éxito que el crimen, el robo perfecto, aseguran como un falso y tentador horizonte de abundancia; todo ello, en un contexto neorrealista y costumbrista que emparenta el cine de atracos a la española con un cine italiano y francés coetáneo.
Pedro Triguero_Lizana
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14 de diciembre de 2016
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este era el título original que su guionista y director Julio Coll (gran cineasta olvidado) pretendía denominar, pero que la censura decapitó apresuradamente, escandalizada con un demoledor informe del que cabe destacar estas dos perlas: “Ambiente de asfixia moral, con el retrato de unos tipos repulsivos”. De esta desigual lucha da fe la máxima impuesta por la autoridad (“Las barreras más fuertes que colocó Dios entre el hombre y el crimen son la conciencia y la religión”) que sirve de prólogo a este excelente film, que ni siquiera su castración moral consigue diezmarlo. Porque cuando una obra emana talento, rebosa ingenio y desborda brillantez, no hay represor moral que apague la llama de su sabiduría artística.

Tan forzada sentencia moralizante, de nula influencia en la trama además, parece burlarse de quienes propiciaron su inclusión, al suponer la película un continuo juego de apariencias y engaños en los que la virtud es manipulada y reconducida hacia las más sombríos rincones del alma humana: los personajes positivos aceptan, antes o después, el hecho delictivo como trámite necesario para realizar sus proyectos de futuro, al que ellos llaman “una vida mejor”. Esperanza creada por la sordidez, la pobreza y la represión de aquella sociedad en la España de los cincuenta. Film adaptado de la obra teatral de Josep M.ª Espinás titulada como mi reseña, se distancia deliberadamente de otros films coetáneos huyendo de la glorificación policial y se acoge a un único escenario, un modesto ático barcelonés para retratar a unos personajes de dudosa moral, pronto implicados en un atraco y punto de reunión para repartir su botín, flotando sobre un ambiente de sueños frustrados e inalcanzables, picaresco y mezquino.

En este contexto la farsa y la representación, adquieren una importancia suprema pues los propios personajes (todos ellos magistralmente dibujados y definidos), utilizan sus malas artes para mentir y autoengañarse, traicionar y traicionarse, en un patético juego de componendas: el interrogatorio del fingido comisario, la falsa seducción de Juan a Marta, etc. Todo ello bajo el mismo techo de un lugar que durante el día es una academia de baile, inmejorable paradigma donde el poder pasa de unos a otros conforme triunfan o fracasan sus mascaradas. Film lleno de tensión. Dicha congregación de desheredados conviven en un purgatorio donde sus dilemas y tensiones personales se prolongan sin descanso. Gracias a una excelente puesta en escena con gran profundidad de campo, la disposición de los personajes en el plano, la música inquietante de Montsalvatge, todo ello transmitido a traves de unos cuantos “flash backs” que describen y evocan mediante distintos protagonistas el origen de la situación, desde distintos puntos de vista.

Se trata pues, de un puzzle que unifica los destinos en una sola y fatalista dirección, unos actores españoles prodigiosos, de gran acierto en el casting en un film angustioso y claustrofóbico. Para ser su tercera película, Coll realiza un gran ejercicio de estilo, manejando perfectamente el tiempo narrativo en constante progresión de la incertidumbre y el misterio ante la posible ausencia o llegada de su componente más carismático. Puede que tenga semejanzas con el “Reservois dog” de Tarantino, pero Julio Coll, a diferencia del americano, no necesita mostrar la coreografía de la violencia, las vísceras y cadáveres sangrientos para reflejar la miseria moral y la aberración de la condición humana, lo crea con recursos más modestos pero igual de efectivos. Notable y muy recomendable film que representa al mejor cine español.
Antonio Morales
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15 de noviembre de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una de esas películas que de haber sido rodada al otro lado del charco posiblemente estaría considerada una obra maestra. Pero, claro, se rodó por un tal Julio Coll en esa España de los cincuenta que tanto temen algunos, y a la vista está que con sólo cuatro críticas en la página a «Distrito quinto» no la conoce nadie. Lamentable.

Mientras la veía, pensaba con sorpresa y agradecimiento en lo bien que queda el cine negro a la española. De Estados Unidos se ha creado a través del cine una inmensa aureola de glamour y clase, así que ¿por qué no igual en España? Pues lo hemos hecho y logrado, pero, repito, como de «Distrito quinto» ya nadie se acuerda, no se sabe que es posible y además creíble, y por supuesto elegantísimo, ver los bajos fondos barceloneses en pisos de amplios salones con habitaciones alquiladas; que nuestras mujeres fatales son también rubias, llevan maquillaje y se enamoran cuando menos lo esperan, y que las mujeres buenas sufren; que no es necesario escuchar jazz ni un saxofón para crear atmósferas densas e impactantes, sino que el flamenco bien taconeado y con sudor en la frente sirve para dejarnos sin aliento; que Arturo Fernández es uno de nuestros mejores actores, cada vez le admiro más, y que Alberto Closas nos ha dejado un personaje de cine negro fascinante. Entre el desprecio y el remordimiento, entre el cinismo y la nobleza, su Juan son varios Juanes en un solo hombre de mirada dura e inteligencia clara; voz de la conciencia entre el crimen y el Hombre.

Maravillosa puesta en escena, toda la película en un solo espacio, tiene narices la cosa, con intérpretes vivos ante la cámara, yendo siempre más allá del puro guión. Esto ya no se hace, señores mío. Las actores ya no se mueven así, ni paladean las palabras como ellos, ni fuman como fuman ellos, ni se sientan con la cabeza baja como lo hacen ellos. El recurrir a los flashbacks siempre es algo que en lo personal discuto, pero quizá tampoco había otra forma de hacerlo y, en la práctica, no quedan mal. Algunos tramos de guión no se aclaran, aunque me pregunto si importa; en cambio, tenemos un desenlace agrio donde los haya, aunque extrañamente renovador.

Drama con el encanto de la época y el género, hilvanado con emociones fuertes y personajes de una pieza. Y si un día me preguntan, angustiados, si «todo saldrá bien», yo ya no sabría qué responderles.
Kaori
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13 de diciembre de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, así es como se titula "Reservoir Dogs" (Quentin Tarantino, 1992) en Hispanoamérica. Ya sean perros de la calle, de presa o de reserva, la genial ópera prima del estadounidense cuenta con un lejano y castizo precedente, una más de tantas joyas semiolvidadas e infravaloradas del cine español.

Está claro que aquí no hay conversaciones banales sobre "Like a Virgin", pollas o propinas, ni sangre a raudales, pero sí mucha tensión, mucha incertidumbre, mucha desconfianza y unas sensacionales actuaciones del reparto, mujeres fatales incluidas. Todo en el habitual tono neorrealista y seco de la época, que la acerca al estilo italiano o francés, se trata de una película magnífica que tuvo numerosos problemas con la censura (dedicado para los que dicen que en el franquismo la libertad era considerable) y que para mí ha resultado un entretenimiento excelente.

Aquí nadie se fía de nadie, todos tienen algo que ocultar, y aunque haya algún personaje más positivo e inocente que otros, todos tienen ese anhelo por salir de su precaria vida, fronteriza con la delincuencia. Mediante varios flasbacks vamos conociendo todo el proceso que rodea el principal asunto del film, deteniéndonos en todas las pequeñas historias que nos cuentan, que sirven para definir bastante bien a los personajes, ya sean sus proyectos, su pasado, sus sueños rotos o su carácter. Agobiante, claustrofóbica (apenas salimos de la casa) y con diversos puntos de vista, destacaría además de todo ello y de su guión, a un sorprendente Arturo Fernández y especialmente a un soberbio Alberto Closas, demostrando una vez más lo grande que era, en un registro muy diferente al de sus papeles más recordados.

Una joya de película.
Ferdin
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