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Humanidad y globos de papel

Drama Un samurai sale adelante haciendo globos de papel pero un buen día su vida da un giro cuando es perseguido debido a un altercado en el que se involucra por casualidad. La película está considerada como una de las mejores de Sadao Yamanaka y una de las más plausibles del cine japonés. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
28 de enero de 2009
63 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
La esquina de los oradores del londinense Hyde Park es el escenario de uno de los recuerdos más extraños de toda mi infancia. Allí se dan cita toda clase de tarados que, normalmente subidos a un cajón a modo de púlpito, imprecan a una ficticia multitud sobre las más variadas materias.

Yo tenía unos ocho años y me fascinaba tanto el apasionamiento de los oradores, como, sobre todo, la indiferencia de los paseantes. Tan sólo los niños, los perros y los árboles permanecían absortos en mitad de esas ráfagas de fogueo verbal.

Había un tipo que hablaba en español. Prometía un inminente fin del mundo, por lo que creí entender, a todos los que nos encontrábamos en el parque. “Si al menos hubiese 500 justos, habría salvación”. Pero no parecía que los hubiera, por lo que bajó el listón. “Si al menos hubiera 50 justos…”. Tampoco. Finalmente: “Si al menos hubiera un justo, uno sólo, habría salvación”. Hasta unos años después no identifiqué la cita bíblica.

“Es de una secta”, me explicó allí mi padre. “¿Cuántos miembros tiene esa secta?”, pregunté, preocupado por la aritmética apocalíptica del sujeto. “Sólo uno: él”.

¿Cuántas personas han visto “Humanidad y globos de papel” en filmaffinity? Trece, contándome mí. Es una película japonesa de 1937, nunca editada en España en ningún formato, aunque sí estrenada en un canal de TV. Sólo puede conseguirse en el extranjero y en otros espacios virtuales que no pueden mencionarse aquí. Su director, Sadao Yamanaka, hizo 23 películas antes de morir a los 29 años de malaria a poco de ser movilizado en la guerra chino-japonesa. Sólo se conservan ésta, que él nunca pudo ver, y dos más.

Está claro que esas trece personas, que hemos otorgado una media de 8,3 a la película, formamos una secta y por esa razón me siento autorizado a subir al púlpito en la esquina de los oradores. Sigo en spoiler, pero no revelo nada importante
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Talibán
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31 de agosto de 2009
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película de Yamanata es un trabajo sobre los conflictos de género y clase en el Japón del siglo XVIII. E igual que su compatriota y amigo Ozu, la película respira, muestra y ofrece humanidad y sencillez por los cuatro costados.

Los personajes son el eje fundamental. A través de una comunidad en un barrio de las afueras de Edo, Yamanata se centra en el conflicto de clases y en los abusos de poder. Sólo con la cámara, nos dibuja unos personajes marginales, un barrio empobrecido y la corrupción de las casas de empeños que atemorizan a los habitantes de la comunidad.

La película tiene un inicio muy poderoso. Un suicidio (otro más, nos informan) de un samurai en horas bajas sirve de presentación a una comunidad que además de por las deudas, tiene que lidiar con sus vecinos y patrones. Los ex-vecinos, echan en cara al samurai su muerte, a la que tachan de vergonzante, por preferir ahorcarse a hacerse el harakiri (aunque su espada fuera de bambú debido a las deudas). Sólo la muerte (el velatorio, más concretamente), da felicidad a la comunidad. Todos estos rasgos, que poco a poco vamos obteniendo, dan como resultado una construcción de personajes creíble y veraz. Son personajes con muchos matices, que enriquecen la historia minuto a minuto.

La película representa los bajos fondos como un lugar donde irremediablemente vas a fracasar. Entre todos los personajes, existen diferentes actitudes ante este panorama. Tomando la actitud de Matajuro y la esperanza de escapar a través contactos con clases superiores o la de Shinzo donde sabe que su destrucción es inevitable. La diferencia es que Matajuro acepta este fracaso mientras que la autodestrucción de Shinzo es debida a su lucha por salir de su situación. El mensaje es evidente, la acción no justifica los medios y el no tomar iniciativa alguna también se paga con la misma moneda.

La fotografía es tremendamente contundente: bella y dura. Podemos escuchar la lluvia, que en pocos lugares en tan hermosa como en el cine, podemos oler la humedad, las casas a medio destruir, los caminos de barro y polvo y oler las velas cuando se apagan.

Existe una cercanía muy palpable a esta gente, a sus costumbres, como cuando el vendedor ambulante pasea con su carro y sus voces anuncian los peces de colores; y aunque nunca he visto vender peces de colores por las calles, no dejaba de pensar en el afilador que de pequeño silbaba por mis calles con la moto y su piedra de afilar.


Esta cercanía a un mundo tan extraño y alejado como es el oriental, es sólo posible si detrás de la cámara se encuentra una persona con la firme voluntad de “hacer buenas películas.” Directores que nos mostraban lo cotidiano, lo simple, lo humano y lo hacen con humildad.

(Abrónchense los cinturones porque esto continúa).
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Chagolate con churros
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10 de mayo de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sadao Yamanaka fue uno de los mayores talentos surgidos del cine japonés anterior a la II Guerra Mundial. Su filmografía está marcada por una doble tragedia: su inesperada muerte en el frente chino, cuando todavía no había cumplido los 30 años de edad, y la destrucción casi total de su obra principalmente a causa de la guerra. Tan sólo tres de las veinticuatro películas que rodó en apenas siete años de carrera lograron sobrevivir a los bombardeos, los incendios y la degradación producto del tiempo. Pese a todo, su legado seguiría vivo en las imágenes de otros realizadores influenciados por su obra, así como en los modismos del género que le encumbró y a cuyo desarrollo contribuyó de forma decisiva: el drama de época o jidai-geki de tono realista, que de la mano de Yamanaka alcanzaría una de sus cotas más altas en “Humanidad y globos de papel”.

La estudiada disposición de los elementos contenidos en cuadro, la articulación del espacio por medio del corte, el punto de vista bajo de la cámara y el empleo de primeros planos de objetos a modo de “naturalezas muertas” (esos omnipresentes globos de papel, alegoría de la existencia efímera y desamparada de los protagonistas) nos permite reconocer su impronta en el imaginario del maestro Ozu. Pero sobre todo, nos hace soñar con la grandeza de ese cine que pudo haber sido y que, por desgracia, nos fue arrebatado con su prematura desaparición.

Una de las características que más me gusta del cine Yamanaka es el tratamiento que le da a sus historias, cuyo tono aparentemente modesto y ligero pueden llevar a engaño. Tras unos argumentos que evitan grandes conflictos se esconden reflexiones o ideas más profundas, pero sin llegar a nunca a hacerlas explícitas, sino de forma más sutil y poética dejando que sea el espectador el que sepa leer más allá. Consigue algo tan sumamente complejo como hacer de la sencillez una vía a la reflexión, de emocionar con muy poco, sin necesidad de hacer énfasis en el drama, sino más bien con el cuidado que pone a sus personajes. Son películas en que a menudo es tan importante lo que vemos como lo que se omite y debemos sobreentender.

Una película sutil y llena de sensibilidad, de ésas cuya grandeza puede escapársele a uno de las manos inicialmente y que conviene visionar apreciando sus detalles. Una de las grandes obras del cine japonés clásico.
Juan Marey
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12 de junio de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se dice que Sadao Yamanaka poseía una extensa filmografía antes de perecer en la guerra mundial, por lo visto junto a Yasujiro Ozu nada menos se fueron a pegar tiros y sólo uno de ellos volvió. Ver "Humanidad y globos de papel" conociendo el contexto del autor cambia totalmente el punto de vista del espectador, al menos en mi caso no puedo dejar de pensar en lo que hubiera sido de él, del cine japonés, sin la aparición de la guerra. Que hayan llegado a nuestros días tres películas suyas además no significa nada más que estadística, no se sabe si son las mejores.

La historia de esta película (casi) nada tiene que ver con la sinopsis que se lee hoy en la ficha de FA, pero eso poco importa, los dos o tres usuarios despistados que lleguen aquí no se verán detenidos por algo así, de hecho encontrar la película en la red ya es todo un reto. No hace falta decir que este cine no se edita fuera de Japón. Sin embargo vale la pena ver "Humanidad y globos de papel" por muchos motivos, principalmente si se es un seguidor del cine clásico japonés: pasar por Sadao Yamanaka es obligatorio por parte de aquellos que ya conocen la mayoría de rincones del cine clásico japonés.

Dos personajes maltratados por la vida coinciden en un callejón donde se alquilan cuartuchos, viven rodeados de un vecindario mezquino y hostigados por quienes ostentan riqueza y poder. Ellos dos, un antiguo peluquero y un ronin con su mujer (quien oh, es la que hace los globos de papel) son los que llevan el peso de la película. Pueden o no perder su honor, el precio ya es algo muy personal, mientras que la humanidad que señala Yamanaka se encuentra entre suicidio y suicidio. Los círculos se cierran y la vida prosigue.

Yo no la colocaría ni entre las diez mejores películas clásicas japonesas, hay mucha competencia, pero da rabia pensar en lo que pudo ser y no fue nunca Yamanaka. Una lástima, se trata de un talento que prometía mucho. Son los años treinta y se trata de una película que no tiene nada que envidiar a lo que se hacía en la meca del cine en esa misma década.
Luisito
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31 de enero de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sadao Yamanaka, fallecido a una edad apenas un poco más tardía que Georg Büchner, dejó aquí su “Woyzeck”, aderezado con toques de picaresca. La película, imprevisible, va siempre un poco por delante de ti, apoyada en una gran profusión de personajes. Estos están descritos con firmeza de trazos, y es imposible confundir a uno con otro (contra el tópico de que los japoneses son todos iguales). Viven en la humedad, como los seres microscópicos que ocupan la base de los ecosistemas naturales, esquivando la muerte a base de reciclar la materia orgánica muerta. Aquí el foco está puesto en ellos: cómo se enfrenta cada uno a la humillación y la indignidad, en un medio en que la supervivencia es incompatible con el orgullo. ¿Y qué queda de la humanidad cuando falta el orgullo? Apenas unos globos de papel a la deriva.
el pastor de la polvorosa
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