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Tiempo de silencio

Drama Madrid, años 40. Pedro es un médico joven que trabaja en un centro oficial de investigación sobre el cáncer utilizando cobayas procedentes de Norteamérica. Cuando se queda sin los conejillos de Indias, el conserje del centro le aconseja que recurra a "El Muecas", un amigo suyo que ha criado una pareja de cobayas con el fin de venderla. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
9 de mayo de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retrato de una España añeja y llena de prejuicios pero hecho de manera respetuosa y bastante acertada. Ver este film es como viajar en el tiempo a un pasado no tan remoto con huellas de otro pasado aún más lejano. Buen cine español basado a su vez en buena literatura que tuve el placer y la obligación de leer en mis años de estudiante.

Compleja historia y complejo punto de vista sobre las cosas que nos obliga, como espectadores y como lectores -en el caso de la novela-, a dar el 100%.

Los dilemas de un médico de profesión que aplica su bisturí no sólo a sus pacientes sino sobre la propia sociedad que le circunda envuelto en una burbuja académica de gran prestigio pero obligado, a su vez, a no perder el contacto con la cruda realidad.

El silencio aquí es sinónimo de muerte y la historia deja poco lugar para la esperanza, duro relato que pretende encubrir las crueldades de la vida con un tibio manto de conformismo social.
dandyboy
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25 de noviembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Refleja con intensidad una época, desde un planteamiento vinculado a los tiempos de la postguerra, con algún atisbo de ideario político, que solo bordea. Charo López bellísima. Victoria Abril en una intervención ligera en la cual siempre se ha sentido cómoda.

La trama parece funcionar como justificación para relatar un melodrama donde los comportamientos sociales de aquel periodo, son lo más destacable; en los cuales Vicente Aranda, su director, incide con fuerza.

Bien ambientada y con actuaciones correctas, aunque jamás destacables. Imanol Arias, hace inmersión en su papel con la típica actuación que ha empleado siempre, conduciéndole hasta situarlo donde se encuentra actualmente. Pequeña y a la vez brillante intervención de Joaquín Hinojosa, ajustada perfectamente, a las necesidades de su personaje.

Se ha quedado anticuada... Recomendación de alma gemela.
ALIENTO
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5 de septiembre de 2012
8 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre que se trata de adaptar un libro al cine surge el problema de que, con palabras, el autor literario va creando un mundo y unas ideas en la mente del lector, mientras que en el cine es con imágenes y no con palabras siendo estas, muchas veces, de más de molestas. Gran error el intentar adaptar buscando plasmar un libro en una película, lo que hay que hacer es coger la esencia del libro para hacer un película. Y Aranda, aunque lo intenta, no lo consigue salvo en un aspecto: igual que el libro es fangoso y atiborrado de palabras, lento e incluso aburrido, la película adolece de un ritmo nulo. A los veinte minutos miré el reloj y a la hora me puse a jugar al ajedrez. Perdí, la partida, claro, porque no se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo. Y tal vez por eso, o tal vez porque el libro me gustó dentro de lo razonable (aunque no sea un estilo que me va mucho) y la película me parece que lo desvirtúa, tal vez por eso sólo le he puesto un 4.

En el film en sí, podemos reseñar el excelente guión por momentos (claro, el texto en el que se basa es muy bueno); y las actuaciones (claro, son geniales actores). La ambientación está bastante conseguida y creo que representa bastante bien el Madrid de los 50. Aunque las descripciones del libro son sublimes...

Realmente no me ha gustado. Recomiendo el libro o nada. Y también le recomiendo a Vicente Aranda que se fije en directores más noveles como Amenábar o Daniel Monzón si quiere hacer buen cine. Porque es cierto que Aranda sabe utilizar el erotismo y lo soez como nadie, pero con eso no se hace una buena peli.
Pablo74
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22 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi profesor de literatura admitió sin reparos que el libro más difícil que podía mandarnos a leer era el "Tiempo de Silencio" de Luis Martín Ribera, y que atrevernos a hacerlo supondría una prueba de fuego a nuestras capacidades.

"Es muy cansino, charlatán y pretencioso, pero es terrible, te come por dentro, lo pasas mal, y a veces hasta te diviertes...como meter en un pozo de agua sucia a Valle-Inclán, Pío Baroja y Marcel Proust, ahí es ná'", decía. La única novela firmada por el también científico y ensayista de origen marroquí significó toda una revolución en la España de los '60, más por su riqueza de recursos estilísticos que por su complejidad argumental; barroca y realista, picaresca y retórica y tan culta a niveles excesivos como irónica y burlesca. Nada fácil adaptar un texto de tal complejidad donde se presentaba un marco social tan espinoso como la España de la posguerra.
Vicente Aranda, que viene de hacer su aplaudido policíaco-"quinqui" "Fanny "Pelopaja" ", va por fin a hacer realidad un sueño que lleva madurando veinte años, desde que leyó el libro por primera vez, sin que ningún productor tuviera el valor de ayudarle en el proyecto; junto a Antonio Rabinad condensa y adapta el inabarcable universo de Martín, dejando una enorme cantidad de recursos y temas por el camino que, de otra forma, perderían encanto y credibilidad en pantalla. El protagonista no es un héroe y tiene el rostro de un joven Imanol Arias en su primera colaboración con el cineasta; él es Pedro, álter-ego del autor y científico que, si bien parece esmerarse en su descubrimiento de una cura contra el cáncer, ya hace tiempo que se rindió y resignó a su precaria situación...

Nos situamos en época mientras Aranda ya nos retuerce el estómago durante unos primeros minutos de explícita crueldad animal y crudo retrato social; época donde España sufre la pobreza y los estragos de una Guerra Civil lejana que ha dejado a la patria quebrada por la mitad: a un lado un microcosmos atestado de la pretenciosidad y la frivolidad que airean orgullosos los burgueses intelectualoides tan liberales y en contacto con la cultura extranjera; al otro un agujero lleno de los despojos sociales más marginales cuyas vidas se guían por la violencia, la traición y la depravación hasta límites insospechados...
Aranda y el genio Josep Rosell recrean esto con todo lujo de detalles, mientras Juan Amorós captura los colores y olores que emana este ambiente corrupto y sórdido de candilejas y chabolas, impregnando la pantalla y ahogándonos en mugre, humedad, moho, alcohol, sexo y calor sofocante. Pedro es un espectador que observa la vida con la misma indiferencia analítica con la que mira por su microscopio, y los seres humanos que circulan a su alrededor son el perfecto reflejo de esos ratones que contagian su cáncer a otros y entre ellos; lo mejor de "Tiempo de Silencio" es su absoluta objetividad para con los personajes y la perspectiva.

Como Martín, Aranda no hace distinciones ni concesiones: a los burgueses de clase alta los ridiculiza y les deja humillarse a sí mismos en su redundante palabrería y en los altaneros modales con los que interactúan; las fuerzas del orden y políticas evidencian una gran falta de comprensión y una total incompetencia; los del estrato social más bajo son bestias anormales que actúan desde la inconsciencia. Y es que aquí sobresale una enorme carencia de dignidad, ética y moral, pues no hay hombre ni mujer que la posea; todos se regocijan en su maldad, torpeza, odio, interés, hipocresía y egoísmo.
Pedro, en su viaje de descubrimiento vital (que no despegará narrativamente hasta esa memorable e indigesta secuencia del aborto practicado en casa de los parientes de su ayudante Amador, y para lo cual hay que esperar más de la cuenta...), es incapaz de enfrentar los males que desde otro plano de realidad amenazan con desbaratar la comodidad de su hermético mundo de probetas y batas blancas. Enfrenta de un modo pésimo (incluso más que en el libro) tanto la muerte como el amor, brindado con excesiva pasión por esa Dorita que, al estar encarnada por la sensual Victoria Abril, adquiere una dimensión mayor que su homólogo literario, llegando a ser el único personaje digno de merecer nuestra compasión.

Juan Echanove como Matías no, claro, porque aparece desdibujado desde la burla, para convertirse en un trasunto patético y charlatán de esos típicos intelectuales burgueses de la época, tan hinchados con su retórica y su léxico de universitarios privilegiados y disfrutando de contactos con las más altas esferas; le sirve a Aranda, además, para seguir jugando con las obsesiones y los complejos sexuales (así, Charo López aparecerá dando vida a su madre y, al mismo tiempo, bajo el estrambótico maquillaje de una prostituta de barrio).
Destacan más los actores cuyos personajes se mueven en el "otro lado": Joaquín Hinojosa dando una presencia imponente a ese "Cartucho" que amenaza a cada segundo la vida de Pedro (y de todo el que se le ponga por delante), o un Paco Rabal soberbio que se trae algo de su Azarías de "Los Santos Inocentes" para dar vida al indeseable "Muecas", sin despreciar a un sólido Juan José Otegui en su rol de inspector obstinado y persistente. Son personajes que acorralan a Pedro desde su aparición, y esa sensación trasciende la pantalla y se abalanza sobre el espectador, hasta verse encerrado junto a él en la celda; y no queda nada al final. Silencio y resignación...

Porque poco más puede hacer Pedro en una sociedad donde la voz de los de abajo no es escuchada por los de arriba, un lugar de perdedores y cobardes sin remedio, de seres humanos que han degenerado en animales cancerosos...
Al igual que la novela, el film aburre y abruma tanto como fascina, asfixia y provoca apatía y repudio...pero a veces una imagen no vale más que mil palabras, ya que no alcanza la riqueza que sí alcanzó Martín en el texto. Se hace eco de ello; será nominada en los Goya pero es una decepción en taquilla...
Chris Jiménez
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12 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novela de Luis Martín Santos, un hito de la historia de la literatura en castellano que marcó una época por su atrevimiento en forma y fondo, una pieza literaria tan compleja en su escritura como en la profundidad de sus hechos y diálogos interiores de sus personajes, merecía una traslación a la gran pantalla a su altura. Y sin duda era Vicente Aranda el más adecuado para ello legándonos una obra maestra que cumple 35 años, homónima respecto a su original literario, “Tiempo de silencio”.

El atrevimiento en la forma de escritura de la novela, lo cual podría llevarla a pensarla ab initio intraducible al lenguaje cinematográfico, se convierte perfectamente en un virtuosismo en el movimiento de la cámara por parte de Aranda que demuestra que el thriller es el hábitat donde se encuentra como pez en el agua, y a “Amantes” o "Carmen" me remito para corroborarlo.

Aquí repite con Victoria Abril, igualmente brillante, que acompaña a Imanol Arias por un periplo que nos asoma a la diferencia abismal de clases sociales al inicio de los muy franquistas años 50, a la superficialidad y protección de las clases altas, que utilizan pero prefieren no mirar a los que viven en las chabolas de las afueras de Madrid, a los que ni consideran seres humanos más que para lo que les conviene, y donde la miseria atávica, el primitivismo, la sangre, el incesto, la sordidez más absoluta, las navajas y la violencia como forma de expresión campan a sus anchas sin que vivir o morir importe a nadie cuando se es pobre.

Imanol Arias es un científico que investiga una posible vacuna contra el cáncer mediante la experimentación con ratones, pero el Estado no está muy preocupado en invertir en ciencia y los ratones se acaban. Decide comprarlos al “Muecas” (impresionante como siempre Paco Rabal), un ser extraño y violento que vive con toda su familia en una chabola de una sola pieza. Con el calor de sus pechos, su mujer y sus hijas hacen crecer a las crías de ratón que le venden después al científico como otra forma de intentar poder comer a diario.

Mientras tanto, tan joven, apuesto y bien posicionado científico es empujado a tener una relación sentimental con la nieta de la propietaria de la pensión donde vive (fantástica Victoria Abril) y vive la noche con el desahogo de su clase social junto a un intelectual amigo suyo (insuperable Juan Echanove).

Pero el drama acecha, y tras él la tragedia con sangre y la espiral de embrutecimiento en la que el científico de clase alta se verá mezclado e involucrado con el triste sino de los chabolistas y descubriremos que hay muchos mundos distintos incluso dentro de la misma ciudad en función del dinero con el que se cuente en el bolsillo y la posición social que se ostente.

Una novela coral que se convierte en una excelente película coral donde todos los secundarios brillan y están a la enorme altura de las circunstancias. Algunos planos secuencia (como el del exterior del bar sonando el villancico andaluz por excelencia, los Campanilleros) son eternos y el mejor Vicente Aranda despliega su arsenal para estar a la altura de la novela en la que se basa la película, cosa que consigue absolutamente para suerte del cinéfilo.
Sergio Berbel
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