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Hampa dorada

Cine negro La película narra la trayectoria criminal de un hombre. Rico comenzó su vida ejecutando pequeños robos y terminó su existencia como jefe de la banda de mafiosos más importante de la ciudad. Película clave del nacimiento del cine negro americano, pues a partir de esta libre adaptación de la historia de Al Capone el género basado en el relato de gángsters vería un gran auge en Hollywood. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
23 de agosto de 2005
51 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en una novela de W.R. Burnett (inspirada en aspectos de la vida de Al Capone), fue dirigida por Mervyn LeRoy y protagonizada por Edward G. Robinson, al que lanzó a la fama internacional. La producción corrió a cargo de dos de los grandes: Hal B. Wallis y Darryl F. Zanuck.

Relata el ascenso del gángster Rico Bandello desde la condición de modesto atracador de gasolineras a jefe del hampa del North Side, de Nueva York, y su posterior caída. Hombre ambicioso, poseído por una sed compulsiva de poder, se abre camino como matón sin escrúpulos y sin principios. Tras su apariencia de hombre duro e imbatible, oculta algunas debilidades que le hacen vulnerable. Por un lado está su vanidad, que le lleva a ser excesivamente presumido. Por otro lado, el afecto que siente por su antiguo compañero de andanzas, Joe Massara (Douglas Fairbanks Jr.), y por su compañera Olga (Glenda Farrell), le mueve a defenderlos y salvarlos siempre, dando muestras de que en su corazón de piedra anida la amistad y, también, el amor que en secreto siente por Olga. Una encuesta del American Film Institute situó a Rico entre los mejores villanos de la historia del cine.

Son destacables, sobre todo, tres escenas. Una es la cena de homenaje y adulación que recibe de sus compañeros. En la otra aparece subido a una mesa, por su corta estatura, mientras mira su vestido de gala en un espejo y se admira a si mismo, asistido por los halagos de un esbirro. La tercera es la de la muerte a tiros de Tony mientras sube las amplias escaleras de acceso a una iglesia neogótica, que inspiró la escena final de "Los violentos años 20".

La iluminación combina efectos de luz variados, bien distribuídos y magníficamente utilizados por la fotografía. La cámara hace gala de una notable capacidad de transmitir emociones a través de las imágenes, como ocurre en la discusión entre Rico y Joe (en presencia de Olga) con primeros planos muy expresionistas, como los de otras secuencias del film. La música aparece al principio, al final y en la escena en la que la madre (símbolo de la bondad) recrimina a Tony su conducta. El guión, bien estructurado, se basa en frases breves, contundentes y claras, lo que le valió una nominación al Oscar. La acción se desarrolla a un ritmo rápido y sostenido, que confiere a la obra un gran nivel de tensión, intriga e interés. Las intervenciones del narrador son oportunas y adecuadas para rebajar el verismo de la obra y poner de relieve su condición de fábula.

La película está considerada como la primera de la época dorada del cine negro de gángsters, que floreció en EEUU en los años 30, y una de las tres más destacadas de éste, junto a "El enemigo público" (1931) y "Scarface" (1932). Su estreno provocó escándalo a causa del elevado número de actos delictivos que contiene y porque algunos consideraron erróneamente que constituía una apología de la violencia.
Miquel
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27 de febrero de 2007
39 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con estas palabras tomadas del evangelio de San Mateo capítulo 26, versículo 52, el cineasta californiano de origen judío y autor entre otras películas de "Quo vadis" y/o "El puente de Waterloo", prologaba ésta su ópera prima, una espléndida cinta sobre el mundo del hampa en la pre-era del famoso código ortodoxo de Hayes sobre lo correctamente moral y político, en donde gente como Francis Edward Faragoh, Robert N. Lee, Robert Lord y Darryl F. Zanuck trabajaron en el guión adaptado de la famosa novela homónima en su titulación original en inglés ("Little Caesar"(1929)) del célebre guionista y escritor norteamericano William R. Burnett, quien entre otras obras maestras cabe citar "La jungla de asfalto" que sirviera a John Huston para su magnífica película homónima.

De esta manera LeRoy moraliza sobre el caos que se empezaba a vivir en las calles de norteamérica, versando sobre la vida de este pobre diablo, ladrón de poca monta (gasolineras y supermercados) que era el Caesar Enrico Bandello interpretado de manera poderosa y harto convincente por el soberbio y menudo actor norteamericano de origen rumano Edward G. Robinson, que soñaba con ser tan grande como los peces gordos del hampa dorada.

La historia, aunque sencilla y escueta está narrada sucintamente y de manera brillante por la cámara del por aquel entonces advenedizo y neófito LeRoy, con una espléndida fotografía en blanco y negro de Tony Gaudio, y es todo un alarde paradigmático y pionero del cine de gángsteres de los 30 del que gente como LeRoy o Raoul Walsh con sus espléndidas "Los felices años veinte" ó "Al rojo vivo" tenían bastante que contarnos.

Robinson, secundado de manera espléndida por el galán Douglas Fairbanks Jr. en su papel del mejor amigo de Rico Bandello, Joe Massara, compone un personaje carismático, rudo e implacable cuya sed de ambicíon le llevará indefectiblemente a su trágico final con aquellas míticas palabras coartadas de la novela original de Burnett cuando dijo aquello de; "Dios de la misericordia (en el lugar original de "madre de Dios", por considerar estas palabras indignas de un personaje tan moralmente deleznable para unas conciencias aún no preparadas para las "grandes emociones posteriores"), ¿es este el final de Rico'", detrás del cartel publicitario de la reciente dupla de bailarines formada por su amigo Massara y su novia Olga Strassoff (Glenda Farrell).

En definitiva una magnífica ópera prima, y una obra definitiva y paradigmática dentro de su fabuloso género.

I M P R E S C I N D I B L E.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burton
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14 de febrero de 2007
46 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una rudimentaria historia de ascenso y caida de un pequeño criminal aspirante a capo mafioso. Su protagonista Little Caesar, interpretado por Edward Robinson, es para mi el único aliciente que sostiene a la película. Lo demás es banal y predecible. Todo sucede con cierto exceso de velocidad , de forma simple y precipitada.
A pesar de todo hay que procesar cierto respeto por una de las primeras películas que daría paso a uno de los géneros más fructíferos de la historia del cine.
abelitto
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30 de noviembre de 2011
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rico, un matón de tres al cuarto, planea junto a su amigo Joe hacerse un hueco y un nombre dentro del crimen organizado y no parará ante nada ni nadie hasta ver como su sueño se hace realidad.
Correcta película de Melvin Leroy, que junto a títulos como Scarface o El enemigo público contribuyó al despegue del cine de gangsters de la década de los treinta. Pero honestamente, esta obra no puede medirse con estas porque pierde en todos los aspectos .
Su desarrollo y final son demasiado precipitados, los personajes son poco atractivos y las escasas escenas de tiros no tienen la contundencia esperada.
Le falta metraje, al igual que profundidad a la historia; el ascenso y la caída de un mafioso requiere su tiempo, un proceso en el que este vaya creciendo en experiencias, conocimiento y ambición por el poder. Aquí todo sucede en escasos minutos y esto resta mucha credibilidad a la trama. Además, Rico carece del carisma, crueldad y sangre fría que precisa un tipo que tiene como máxima el poder.
Ni siquiera el pequeño César tiene un desenlace a la altura; comparado con el gran final de Tony Camonte y sobre todo de Tom Powers, el suyo queda en una anécdota mediocre y olvidable.
Lo más positivo es Edward G. Robinson, un actor de bandera que se mueve como pez en el agua en este género. Es junto a Cagney y Bogart la gran figura del cine de mafia de Hollywood. Secunda Douglas Fairbanks jr que aporta poco y añade un toque empachoso a la cinta.

Prescindible.
santos
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19 de octubre de 2005
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hampa Dorada es una de las primeras grandes películas de cine negro. Concisa, eficaz e ingeniosa, marca las pautas de lo que será el cine del genero en las siguientes décadas, más evolucionado tanto en la puesta en escena como en el desarrollo de las tramas y los personajes. Las interpretaciones son acertadas, algunas geniales, inmenso E. G. Robinson, y otras precisas y sutiles, como la de Stanley Fields.
Bastidas
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