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Hampa dorada

Cine negro La película narra la trayectoria criminal de un hombre. Rico comenzó su vida ejecutando pequeños robos y terminó su existencia como jefe de la banda de mafiosos más importante de la ciudad. Película clave del nacimiento del cine negro americano, pues a partir de esta libre adaptación de la historia de Al Capone el género basado en el relato de gángsters vería un gran auge en Hollywood. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
16 de agosto de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
267/27(15/08/20) Envejecido clásico del cine de gangster de la compañía pionera en el género, la Warner, muy taquillero en su tiempo, contribuyendo al apogeo del cine del mencionado estilo gangsteril, sobre todo por la carismática presencia de Edward G. Robinson como un villano antológico. Dirigido por el artesano Mervin LeRoy, con guión (nominado al Oscar, perdiendo ante el de “Cimarron”) de Francis Edward Faragoh (“El Dr. Frankenstein”), que adapta la novela de 1929 “Little Caesar” (inspirada en aspectos de la vida de Al Capone) de William R. Burnett (especialista en el género llevadas al cine con éxito como como “El último refugio” o “La Jungla de Asfalto”), por cierto que Burnett contribuyó al guión de la muy mejor “Scarface”, al que aña de puntos en común entre ambas como es el punto débil del antihéroe en su amigo. Tiene el reclamo de ser considerado el primero del género, me ha decepcionado bastante, y no me vale el año en que se hizo, pues entonces también se estrenaron “Enemigo público” (1931) y “Scarface” (aunque se terminó el año anterior, pero problemas de censura le impidieron estrenarse antes), que son mucho más violentas y transgresoras.

Es una película falta de referentes morales, solo tenemos al blandengue Joe embestido por un mimosín Douglas Fairbanks, pero su desarrollo resulta naif, hasta desembocar en un final pobre. Cinta desprovista de momentos recordables de acción (los escaso tiroteos que vemos resultan sin chispa alguna), restando unos secundarios sin carácter, diálogos que desbordan candidez en su simplismo, con un desarrollo trepidante que a su vez es su peor enemigo, pues no deja componer un poso para que el clásico auge y caída de un ‘matoncillo’ (que película de gangster no cuenta esto, al menos esta fue la original), se sienta real, y no una sucesión de momentos atropellados, donde un tipo duro amenaza a su superior y toma su puesto, sin violencia, solo con pose de sanguinario intimidatoria y el otro se aparta, roza el ridículo. No hay grandes planes para acabar con el rival, todo se sustenta en te amedrento y pasamos al siguiente nivel, no hay mínima imaginación en este sentido, aderezado por recursos de argumento sin sentido (son tres socios mafiosos, y uno de ellos atraca al otro en Nochevieja para la recaudación? Y el atracado no se entera? Y qué casualidad al que Rico mata, ni una aguja en el Sahara), por todo es una trama lisa, ejemplo es el modo increíble en que Rico asciende a lugarteniente de un capo, tras un atraco en una gasolinera, al leer en un periódico las ‘hazañas’ de los gangsters de la gran ciudad decide que debe entrar en estos ‘círculos criminales’, lo siguiente que lo vemos es entrevistarse con el capo Sam Vettori (buen Stanley Fields), y sin más ya es su mano derecha, sin haberle dado argumento alguno aparte de retórica bad-ass, un pequeño impasse y comete un atraco y ya le ‘roba’ el puesto al jefe, no hay capacidad orgánica para dar realismo a este empujón continuo de acontecimientos, todo muy de esbozo y poco trabajado. Súmese lo previsible ya desde su sobreimpresionado prólogo (San Mateo capítulo 26, versículo 52). Por cierto nunca nos enterramos realmente a que se dedican estos mafiosos, nunca se habla del tráfico de alcohol, ni de la prostitución, ni del juego, solo hay un atraco y punto. Todo para desembocar en un rush final blandito y moralizante, lo digo también porque aún no existía el Código Hays, por lo que podría haber habido valentía.

Película que visto hoy día casi 90 años después de su estreno resulta plana en su evolución, donde tiene el aliciente de algunos momentos visualmente trabajados, pero sobre todo es recordable por el apoteósico Rico (Caesar Enrico Bandello) encarnado por Edward Goldenberg Robinson, crea una figura icónica del séptimo arte con su traje, sombrero y puro, y esa sonrisa que te mata (literalmente), con ese aprovechamiento sublime de su rostro de ‘bulldog’ (parodiado hasta el hartazgo, hasta se hizo una caricatura suya animada para los Looney Toon), apabulla con sus ademanes, gestualidad, verbalidad seca y adusta, componiendo a un criminal sediento de poder, narcisista, egocéntrico, megalómano, que tiene su debilidad en su gran amigo Joe (Douglas Fairbanks Jr., homoerotismo claro), rol que lo lanzó a la fama. Pero su rol resulta antipático, nunca te sientes en conexión con él, ves a un tipo carismático, pero no empatizas con su ambición desmedida, donde no ves grietas de dilemas morales sobre lo que hace para ir subiendo, es un enfermo patológico del poder y punto. Lo que intenta dar sustancia a su personaje es la relación que mantiene con su ‘amigo’ Joe (Douglas Fairbanks Jr., con una subtrama sonrojante sobre un ladronzuelo que aspira ser un bailarín), pero esto se siente prefabricado, nunca sientes que esa afinidad de Rico por Joe sea viceversa, nunca ves a Joe como un gangster al que Rico pueda presionar para ser su ‘socio’. En realidad lo que ves es un Rico reprimido sexual, que esconde su homosexualidad tras una pátina de asexualidad, nunca lo vemos con mujeres, nunca las ansía, y cuando Joe le dice que está enamorado de una (Olga a la que da vida una correctita Glenda Farrell) lo desprecia. En un momento dado Rico apunta a Joe para matarlo, pero su rostro se viene abajo y claudica, por amor. Rico es gay y lo confirma su gusto metrosexual (ya sé que esto no es suficiente), pero súmese la pose de amanerado (con pañuelo) cuando está frente a un espejo, además de tener a un acólito en Otero (correcto George E. Stone), que no hace más que adularlo de modo algo más que de amistad. Este substrato gay si es loable para su tiempo. Cuando se estrenó la película, el autor Burnett aparentemente llegó a la misma conclusión sobre la versión cinematográfica del personaje. Habiendo escrito a Rico como explícitamente heterosexual en su novela, Burnett escribió una carta de queja a los productores de la película sobre la conversión del personaje a gay en la adaptación cinematográfica.
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TOM REGAN
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21 de febrero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún no había llegado el código Hays y los tiempos duros de depresión y ley seca empezaron a alumbrar un género donde el realismo social y los gángsters se mezclaban en un día a día de sálvese quien pueda y como pueda.
La Warner fue quien tomó las riendas en los años 30. Ya se había fusionado con First National para producir esta cinta que abrió la puerta al género junto con "Doorway to hell" (La senda del crimen), estrenada unos días antes dirigida por Archie Mayo y protagonizada por Lew Ayres, que alcanzaría la fama ese mismo año por "Sin novedad en el frente", pero que aquí se vio eclipsado por un Edgard G. Robinson pletórico de fuerza y carisma que llevó a "Little Caesar" y a él mismo al olimpo cinematográfico asentando el modelo de las historias y personajes que le sucederían. "La senda del crimen" quedó relegada al olvido a pesar de que también contaba con un joven James Cagney, que al año siguiente disputaría el trono al mismo Robinson con "El enemigo público".
LeRoy empezó a destacar dirigiendo con brillantez en un estilo donde la síntesis y la rapidez esquemática son la clave en el ascenso y caída de un mediocre delincuente, inspirado en los gángsters Salvatore "Sam" Cardinella y Al Capone, sobre la novela de W.R. Burnett quien daría mucho juego con sus obras en el mundo de Hollywood.
Los fundidos conque Leroy resuelve el asalto a la sala de fiestas, el sutil escamoteo de la violencia explicita y la atmósfera noir de muchas escenas compensan muchos estereotipos envarados del coro de secundarios, maleantes y policías, sin olvidar la relación de velada homosexualidad entre Ricco y su amigo bailarín encarnado por Douglas Fairbanks Jr., reflejado en esos ojos acuosos de un genial primer plano de Robinson que mezcla dolor, odio y amor al mismo tiempo.
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ELZIETE
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25 de diciembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta frase boxística se repite unas cuantas veces en la cinta para expresar la incapacidad que tienen los líderes mafiosos de conservar el poder cuando los jóvenes deciden arrebatárselo por la fuerza. El deporte de las doce cuerdas está de moda, como lo están los veteranos pegadores que dejan pasar los asaltos del combate a la defensiva, con la guardia alta, mientras el aspirante se cansa buscando un sitio donde colocar sus golpes. El otro, aguanta las embestidas a la espera de hallar la oportunidad para lanzar el gancho o el jab que derribe a la lona al novato definitivamente.
Novato es César Enrico Bandello (Robinson), un recién llegado a los bajos fondos de Chicago que ambiciona escalar la dura pirámide del poder mafioso. Tiene prisa y no duda en mostrar desde el primero momento sus aspiraciones con espectaculares robos que dejan un rastro de sangre, "Mis muchachos tienen cosquillas en los dedos". La estructura fuertemente jerarquizada del hampa de Chicago es asaltada peldaño a peldaño por este atrevido joven, que no desdeña llevar la violencia hasta sus últimas consecuencias. Los veteranos gánsters se han acomodado, pueden todavía golpear con fuerza, pero ya no pueden resistir el impulso de los jóvenes que llegan dispuestos a todo.
Película pionera en abordar el tema de la mafia, muestra el ascenso del gánster en la magnífica escena de la prueba en el sastre de su lujoso traje, la imposible escapatoria de la vida gansteril, curiosamente los dos únicos que lo intentan buscan en el amor o en un sacerdote católico la vía de redención, este último morirá simbólicamente en la escalinata de acceso a la iglesia (¡cuántas escalinatas en la historia del cine ...! desde la del puerto de Odessa a la de la Estación de ferrocarril de Chicago). Así, a la espera de asistir a la dura caída final que lleva al otrora poderoso a dormitorios para pobres con "Camas limpias a 15 centavos".
Se trata de uno de los títulos míticos del cine negro, donde destaca especialmente la actuación de Robinson sin que los demás actores desmerezcan. Preciosa fotografía en blanco y negro, buena música y acción, mucha acción. En poco más de setenta minutos hay que meter todo el argumento, lo que imprime gran dinamismo a las secuencias, si, pero con el inconveniente de debilitar el guión que permite que los viejos mafiosos dejen paso libre al aspirante sin defender con fuerza sus privilegiadas posiciones como sería de esperar. También hace que el carácter de los personajes quede un tanto desdibujado.
En cualquier caso una de las obras claves del cine negro cuya visión recomendamos vivamente.
Lafuente Estefanía
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10 de abril de 2022
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Muy próxima al cine mudo esta rancia película narra de una forma bastante
rápida, dado su corto metraje, el ascenso de un matón de los años 30
en el escalafón del mundo del crimen.

Por los mismos años de su filmación sucedían en realidad hechos parecidos
al irse cuajando todas las bandas criminales por las diversas ciudades de los
Estados Unidos.

El pequeñajo gangster tiene una ambición desmedida, y una vez introducido
en el hampa su única obsesión es medrar a toda costa.
Poco a poco irá ascendiendo los escalones hasta encontrarse en una
posición privilegiada de 'capo di tutti ', rodeado de lujos.

Un antiguo amigo suyo ( Fairbanks Jr. ) al que le gusta bailar con una rubia
bastante apolillada ( Glenda Farrell ), querrá abandonar la senda del crimen a
la que el protagonista desea encarrilarle de forma insistente, por temor a
quedarse solo.

Filmada en un ambiente generalmente oscuro, muy adecuado para cine negro,
transmite una atmósfera de realidad a la que se suman todo el vestuario de uso
habitual en aquellos años ( Sombreros, abrigos, esmoquin ) para complementarla.

Rico ( G.Robinson ) conseguirá una vez hacerse 'rico' llamar la atención de un
grupo de detectives de la policía, con aspecto de maleantes, que le efectuarán
un seguimiento constante hasta conseguir su detención.

En muchos aspectos recuerda esta película a “El Enemigo Público” (1931), con
James Cagney, haciendo un papel semejante de matón pendenciero y fanfarrón.
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Vanden Plas
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20 de junio de 2023
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Canon de película de gánster, la que lanza al estrellar a Edward G. Robinson. Narra el ascenso y caída de un tipo peculiar, un matón de tres al cuarto que consigue encumbrarse en lo alto de la organización para la que trabaja.
Como en todas estas cintas la ambición criminal del protagonista está por encima de sus posibilidades, de su realidad, de lo que demandaba su fuerza y su situación. Eran los gánster de otra época, de gatillo fácil, muy testosterona y más músculo que cerebro. Luego vendrían otro tipo de gánster, más capaces, con menos testiculina y más cerebro, menos impulsivos y más reflexivos.
Un reparto muy al uso: Edward G. Robinson, Douglas Fairbanks Jr., Glenda Farrell, Stanley Fields, Sidney Blackmer, William Collier Jr., y Ralph Ince.
ÁAD
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