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España España · Madrid
Voto de BURÓ:
8
Terror. Romance. Fantástico En el año 1890, el joven abogado Jonathan Harker viaja a un castillo perdido de Transilvania, donde conoce al conde Drácula, que en 1462 perdió a su amor, Elisabeta. El conde, fascinado por una fotografía de Mina Murray, la novia de Harker, que le recuerda a su Elisabeta, viaja hasta Londres "cruzando océanos de tiempo" para conocerla. Ya en Inglaterra, intenta conquistar y seducir a Lucy, la mejor amiga de Mina. (FILMAFFINITY)
4 de julio de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se ha escrito sobre éste film en relación al subtítulo otorgado que hace referencia a la obra de Bram Stocker. Se la tildó con el sobrenombre de “Drácula de Francis Ford Coppola”. Yo no creo que, ésta adaptación del libro, sea menos fidedigna por el mero hecho de que explote el componente sexual que en ella aparece. Cuando Mina es mordida por primera vez por Drácula, las observaciones que hace (en lo que al cambio en su conducta se refiere), Van Helsing, van encaminadas en esa dirección. Se nos muestra una Mina más atenta a la propia sensualidad, eso sí, de una forma mucho más sutil. En el libro, el vampiro es mucho más sanguinario y perverso, sin embargo en la película, se ve rodeado de un halo de romanticismo, que no me desagrada. Pero sí; esa transmutación hacia unos roles marcadamente sexuales, es de cosecha propia y sin duda basada en obras anteriores en las que éste aspecto sexual, también predominaba. Lo que sí remarco es que se trata de la adaptación más fiel a la obra original, de todas las que se hayan rodado. Con una narración epistolar de principio a fin, la película y el libro, así, corren una suerte paralela.

De Gary Oldman se podrían escribir libros y libros, hace una interpretación del Conde magistral. Plagado de misterio, romanticismo, sexualidad, ira, es maquiavélico, sibilino, aterrador y... encantador. Su encarnación de un ser corrompido y anciano es magnífica, en lo que a maldad se desprende de ella y su visión de un joven seductor, es acertadísima.

Las imágenes que observamos están cargadas de metáforas visuales que me emocionan sobremanera. Recuerdo, ahora mismo, aquella escena en la que Jonathan está en el tren de noche, observa la luna atentamente y ésta a su vez se transforma en la mirada desalmada del vampiro, al Conde aullando a la luz de la luna, arrastrándose por las paredes del Castillo, o la sombra del propio Drácula que cobra vida y aprieta el cuello del “atontado John”, mientras sus manos no se han separado de su pecho...
Es de una riqueza colorista impresionante. Cargado de rojos, cuando quiere subrayar la pasión y la sexualidad (Lucy es pelirroja) y de azul verdoso cuando enfoca a Mina, para remarcar el hecho de su pulcritud. Los vestidos están en consonancia, los decorados también, ella se vuelve oscura (como su vestuario), cuando atrae la tormenta hacia ellos en el desenlace final del film.
A los ojos de ella, es un ser dulce y hermoso, a los ojos del resto del mundo, es un diablo deforme. Ese es el auténtico poder del hipnotismo animal, y por tanto sexual, que derrocha por cada fotograma del metraje, con una exquisita elegancia.
La banda sonora es inquietante, aturdidora, extraña, acompaña a los planos... los acaricia y acuna.

Es una obra, para mí, maestra, que sí puede llevar con honor, el subtítulo de “Drácula de Bram Stocker”.
BURÓ
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