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España España · Granada
Voto de Kikivall:
8
Drama. Comedia Stan (Steve Coogan) y Ollie (John C. Reilly), conocidos en castellano como "El gordo y el flaco", se embarcan en su gira de despedida ahora que su época dorada parece haber quedado anclada en el pasado. Con la ayuda de sus respectivas mujeres, Lucille (Shirley Henderson) e Ida (Nina Arianda), ambos logran conquistar al público de las salas de Reino Unido gracias a su peculiar manera de interpretar y de entender el mundo. Este biopic ... [+]
16 de marzo de 2019
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta entrañable y estupenda película habla de dos de los grandes cómicos del cine desde los años ’20 a los ’50: Stan (Steve Coogan) y Ollie (John C. Reilly), conocidos en nuestro país como "El gordo y el flaco". La historia se centra en la gira de despedida que hicieron al Reino Unido, tras su época dorada en Hollywood, acompañados, no siempre para bien, de sus respectivas esposas, Lucille (Shirley Henderson) e Ida (Nina Arianda), Stan y Ollie.

Estos dos artistas han sido emblemáticos para espectadores que ya peinan canas, fue el cine de infancia de varias generaciones, y sus ocurrencias y gags en pantalla anidan en el corazón de muchos cinéfilos. Además, esta pareja genial provocaba el asombro de la inocente mirada de los niños de antaño, incitando al asombro y el regocijo más genuino cuando íbamos a ver una del Gordo y el Flaco.

La pareja fue número uno desde los años veinte y hasta el comienzo de los años ‘50. Hacían un humor blanco, pero no eludían la perspicacia, toques de surrealismo y cierta filosofía de vida, siempre apoyados en eso que conocemos como el slapstick, o sea, la bufonada o payasada; golpes y porrazos, en este subgénero de la comedia que presenta acciones físicas que no concluyen nunca en consecuencias de dolor, sino en el bullicio y un efecto cómico.

Stan y Ollie fueron asimismo autores de diálogos lúcidos y brillantes, pues estos cómicos del cine mudo se adaptaron con gran inteligencia al sonoro, ofreciendo ya en este formato números muy graciosos, con ocurrencias que aún hoy siguen produciendo sorpresa.

El director Jon S. Baird acierta al eludir los acostumbrados cánones del biopic hagiográfico, conducido por el ejemplar guion de Jeff Pope (Phillomena, 2013), pues no hace un repaso a la trayectoria de Laurel y Hardy, sino que recoge las imágenes de la etapa final de su trayectoria, cuando su popularidad había descendido notablemente, un tiempo que era ya el crepúsculo anunciado de su estelar carrera. Baird sabe contar el relato con ternura y gracia.

Una suave música de Clint Mansell acompaña el film al igual que una bonita fotografía tonos pastel de Laurie Rose. Acompañando un estupendo diseño de producción y ambientación.

En el reparto, John C. Reilly y Steve Coogan consiguen dos de los mejores trabajos de sus caminos actorales; ambos parecen abducidos por sus personajes, convertidos en ellos, lo cual ocurre tanto en la relación personal de ambos, como en los números que interpretan sobre el escenario: gestos, lenguaje corporal, sintonía, pero también sabiendo transmitir lo sustancial de su genio y a la vez arrojar una visión honda y melancólica de lo que fueron estos entrañables personajes que entusiasmaron con su creatividad y con sus ocurrencias al público. Además, contamos con unas excelentes Shirley Henderson y Nina Arianda, que bordan con gran vis cómica, elementos de parodia en los personajes de las esposas de ambos cómicos, que buscando cada una lo mejor para su cónyuge, no se dan cuenta que cada uno de ellos por separado no son nada ni sobre el escenario ni tampoco en la vida.

En fin, un estudio lúcido sobre la complejísima gradación de matices que pudo acoger en el transcurso de los tiempos una relación artística muy precisa y estrecha en el plano laboral, personal y de profunda amistad, entre estos dos grandes humoristas del cine de siempre.

Película a mayor gloria de “el gordo y el flaco”, dos actores que fueron originales, divertidos a más no poder, con una gran química entre ellos y una capacidad de inventiva increíble. Es una película con el tinte de otra época, con un afectuoso olor a naftalina, contada con inteligencia, con ternura y mucho gusto. Siendo una obra compleja de hacer, a Baird le ha salido un producto muy bueno, bonito y entrañable.
Kikivall
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