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El Gordo y el Flaco

Drama. Comedia Stan (Steve Coogan) y Ollie (John C. Reilly), conocidos en castellano como "El gordo y el flaco", se embarcan en su gira de despedida ahora que su época dorada parece haber quedado anclada en el pasado. Con la ayuda de sus respectivas mujeres, Lucille (Shirley Henderson) e Ida (Nina Arianda), ambos logran conquistar al público de las salas de Reino Unido gracias a su peculiar manera de interpretar y de entender el mundo. Este biopic ... [+]
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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
16 de marzo de 2019
70 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando ya estaba a punto de tirar la toalla y dejar de ir al cine, esta obra me ha devuelto (aunque solo sea durante un par de horas) la esperanza de que tal vez aún no esté todo perdido. Realizada en un mesurado tono menor a mí me ha parecido casi un milagro en el panorama actual de cine propagandístico y adocenado. Resulta un auténtico alivio dar con una obra que se limite a contar sin mayores pretensiones una historia de forma inteligente, sin tomar por imbécil al espectador.
Yo no le he encontrado ningún "pero" y eso me hace quizá más difícil escribir estas líneas. Puestos a destacar algo, yo diría que uno de los principales logros del director es haber acertado con el tono justo que la historia requería. Con apenas unas gotas más de sentimentalismo, es probable que la película hubiera descarrilado en un momento u otro. Jon Baird se las arregla para mantener la adecuada tonalidad vagamente nostálgica, evitando cualquier tipo de estridencias y sin desafinar en ningún momento. Otro gran acierto ha sido la elección de los actores. Ambos protagonistas, aparte de ser excelentes actores guardan un asombroso parecido físico con la mítica pareja formada por Stan Laurel y Oliver Hardy. Con una sorprendente soltura mantienen una especie de tonalidad media, entre elegíaca y humorística durante toda la proyección, y sortean con maestría la tentación de caer en el histrionismo. Y, para ser justos, también las dos actrices secundarias están maravillosas en su respectivos papeles de marimandonas y amantes esposas.
Si necesitas desintoxicarte de tanta basura como nos toca tragar últimamente, no deberías perdértela.
carlos bosch benitez
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13 de marzo de 2019
32 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre el Gordo y el Flaco hay algo más que peso; juntos hicieron más de 30 cortometrajes mudos, 40 cortos sonoros, 20 largometrajes y 10 cameos. Y es que, entre muchas de las parejas cómicas de la historia del cine, Stan Laurel y Oliver Hardy están considerados como unos de los mejores humoristas del séptimo arte.

La propuesta era arriesgada. Sin embargo, Jon S. Baird y su equipo la han sabido ejecutar sin escatimar en detalles ni añadir florituras innecesarias. Jon, que después de Filth, el sucio (con James McAvoy) se había estado dedicando a las series de televisión, ahora vuelve con fuerza a la gran pantalla. Pero es Jeff Pope, un gran admirador del dúo cómico y conocido productor y guionista, quien se encarga de sacar a relucir la gira teatral que realizó la pareja por el Reino Unido a principios de los 50.

Pope y Baird cuentan con dos excelentes actuaciones. Por un lado Steve Coogan, que ya había colaborado con Pope en el guion nominado al Óscar de Philomena y, por otro, el cómico John C. Reilly (Chicago, Guardianes de la galaxia). Ambos se han llevado nominaciones por estas interpretaciones en los Globos de Oro y los BAFTA.

El film sabe arrojar luz sobre un periodo concreto de este dúo y descubre mucho más que una mera biografía. El tesoro se encuentra en dos personas muy distintas a las que les une algo más que sus personajes. Así que, entre payasadas y lagrimillas, no solamente celebran la grandeza del Gordo y el Flaco sino que retratan una alabanza a la amistad.

Contraste.info
Revista Contraste
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15 de marzo de 2019
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se sale del cine con una sensación agradable después de ver esta película, porque es emotiva, incluso entrañable, como sus protagonistas, dos grandes cómicos llenos de amor por su profesión, que mantienen una relación de camaradería, de afecto, que llegan a establecer un sólido vínculo personal que está por encima de su brillante asociación profesional. Pero al mismo tiempo también te embarga una sensación de pérdida, una desapacible nostalgia, porque muestra una época que hoy por hoy se antoja irrecuperable, sepultada, demasiado lejana. Ese humor tan blanco, tan inocente, esa pareja bailando tan apacible y cómicamente, dándose la mano. Esos artistas tan ajenos al narcisismo, tan sencillos, tan imperfectamente humanos, parece que no tienen cabida en estos tiempos tan agrestes emocionalmente, tan agresivos. Como tampoco ese público de todas las edades que vibraba y se divertía con ellos. Creo que sin pretenderlo la película refleja muy bien cómo ese tiempo no tan lejano se ha desvanecido.

Mención especial para sus dos actores principales (no les desmerecen las actrices que interpretan a sus esposas) que han capturado a la perfección la esencia de sus personajes, algo que se nota especialmente cuando imitan sus actuaciones, en las que se resalta la pureza de sus emociones, la perfección de su mímica. Y también la discusión que mantienen cerca del final, en la que se desnuda el alma de esos dos amigos, sus diferentes egos, en la que se muestra la fragilidad de la amistad, otorgándole complejidad y empaque a todo el conjunto. La película pretende y consigue transmitir un sentido, conmovedor y cálido homenaje a esta singular e inimitable pareja de cómicos.
East
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18 de marzo de 2019
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconocía por completo esta parte de la historia de El Gordo y el Flaco. Con lo cual, la película de Baird ha sido todo un descubrimiento delicioso, pues está rodada con mucho cariño, con alma, y eso sobrepasa la pantalla. El director saborea cada escena y nos lo hace saber con las imágenes. Desde ese plano secuencia del principio, en el que los dos protagonistas se encuentran en la cima de Hollywood rodando una de sus películas, hasta ese apoteósico final que recientemente solo he visto en Bohemian Rhapsody, entendiéndola como una película de similares características.

Aparte de la emotiva historia proyectada, la obra es superlativa gracias al trabajo de Steve Coogan (24 hours party people, Philomena), que está descomunal. Coogan es un actor al que siempre me placer verle. Posee esa característica de hacer reír sin aspavientos. Como su compañero de reparto, John C. Reilly. Un actor que lo mismo te conquista con Chicago, Gangs of New York o La delgada línea roja, que con Cyrus y Un dios salvaje. Camaleónico y convincente, en El Gordo y el Flaco es la viva representación de Oliver Hardy.

Los dos son pura química. Hay complicidad. Y si faltaba algo era el contrapunto femenino, que lo ponen afortunadamente Nina Arianda y Shirley Henderson. Dos actrices que secundan a la perfección al dúo protagonista. Juegan un papel ambivalente a lo largo de la gira, pues a veces son el pilar de sus parejas y otras el elemento desestabilizador. El ying y el yang que acaban completando las pequeñas apariciones de Danny Houston y otra grata sorpresa como Rufus Jones.

El Gordo y el Flaco (Stan & Ollie) tiene, pues, un trabajo humano sensacional. Reparto y equipo técnico son superlativos. Pero es que la película, en cuanto a su contenido, es un placer. Jon S. Baird ya había adaptado de forma notable anteriormente la obra de Irvine Welsh, Filth el sucio. Y aquí, en un apartado totalmente distinto, también logra enganchar con un filme que tiene aroma a otro tiempo. Al origen del cine. A esos estudios repletos de extras, decorados, actores y la magia del Hollywood de siempre. Algo así a lo que ya retrató Peter Bogdanovich en Así empezó Hollywood.

Una película que, pese al aluvión de biopics en el que vivimos, es entrañable, maravillosa y muy emocionante. Con suma sencillez, asumiendo los riesgos justos, Jon S. Baird te lleva al borde de la lágrima gracias a su particular homenaje a estas dos leyendas del cine. Un arte que, como El Gordo y el Flaco, es eterno.

Más datos sobre esta y otras películas en www,argoderse.com
Y en Facebook: https://www.facebook.com/argodersecine
Argoderse
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16 de marzo de 2019
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta entrañable y estupenda película habla de dos de los grandes cómicos del cine desde los años ’20 a los ’50: Stan (Steve Coogan) y Ollie (John C. Reilly), conocidos en nuestro país como "El gordo y el flaco". La historia se centra en la gira de despedida que hicieron al Reino Unido, tras su época dorada en Hollywood, acompañados, no siempre para bien, de sus respectivas esposas, Lucille (Shirley Henderson) e Ida (Nina Arianda), Stan y Ollie.

Estos dos artistas han sido emblemáticos para espectadores que ya peinan canas, fue el cine de infancia de varias generaciones, y sus ocurrencias y gags en pantalla anidan en el corazón de muchos cinéfilos. Además, esta pareja genial provocaba el asombro de la inocente mirada de los niños de antaño, incitando al asombro y el regocijo más genuino cuando íbamos a ver una del Gordo y el Flaco.

La pareja fue número uno desde los años veinte y hasta el comienzo de los años ‘50. Hacían un humor blanco, pero no eludían la perspicacia, toques de surrealismo y cierta filosofía de vida, siempre apoyados en eso que conocemos como el slapstick, o sea, la bufonada o payasada; golpes y porrazos, en este subgénero de la comedia que presenta acciones físicas que no concluyen nunca en consecuencias de dolor, sino en el bullicio y un efecto cómico.

Stan y Ollie fueron asimismo autores de diálogos lúcidos y brillantes, pues estos cómicos del cine mudo se adaptaron con gran inteligencia al sonoro, ofreciendo ya en este formato números muy graciosos, con ocurrencias que aún hoy siguen produciendo sorpresa.

El director Jon S. Baird acierta al eludir los acostumbrados cánones del biopic hagiográfico, conducido por el ejemplar guion de Jeff Pope (Phillomena, 2013), pues no hace un repaso a la trayectoria de Laurel y Hardy, sino que recoge las imágenes de la etapa final de su trayectoria, cuando su popularidad había descendido notablemente, un tiempo que era ya el crepúsculo anunciado de su estelar carrera. Baird sabe contar el relato con ternura y gracia.

Una suave música de Clint Mansell acompaña el film al igual que una bonita fotografía tonos pastel de Laurie Rose. Acompañando un estupendo diseño de producción y ambientación.

En el reparto, John C. Reilly y Steve Coogan consiguen dos de los mejores trabajos de sus caminos actorales; ambos parecen abducidos por sus personajes, convertidos en ellos, lo cual ocurre tanto en la relación personal de ambos, como en los números que interpretan sobre el escenario: gestos, lenguaje corporal, sintonía, pero también sabiendo transmitir lo sustancial de su genio y a la vez arrojar una visión honda y melancólica de lo que fueron estos entrañables personajes que entusiasmaron con su creatividad y con sus ocurrencias al público. Además, contamos con unas excelentes Shirley Henderson y Nina Arianda, que bordan con gran vis cómica, elementos de parodia en los personajes de las esposas de ambos cómicos, que buscando cada una lo mejor para su cónyuge, no se dan cuenta que cada uno de ellos por separado no son nada ni sobre el escenario ni tampoco en la vida.

En fin, un estudio lúcido sobre la complejísima gradación de matices que pudo acoger en el transcurso de los tiempos una relación artística muy precisa y estrecha en el plano laboral, personal y de profunda amistad, entre estos dos grandes humoristas del cine de siempre.

Película a mayor gloria de “el gordo y el flaco”, dos actores que fueron originales, divertidos a más no poder, con una gran química entre ellos y una capacidad de inventiva increíble. Es una película con el tinte de otra época, con un afectuoso olor a naftalina, contada con inteligencia, con ternura y mucho gusto. Siendo una obra compleja de hacer, a Baird le ha salido un producto muy bueno, bonito y entrañable.
Kikivall
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