Película emotiva en extremo que nos hace reflexionar sobre la dureza de la infancia cuando se está solo, se es huérfano o se está fuera del círculo afectivo que constituye una familia. Con angelicales voces, los niños de este hospicio escapan a ratos de esa crudeza llevados de la mano por el nuevo prefecto de la escuela que al mismo tiempo es un profesor de música con la frustración de no encontrar empleo en su gremio en la Francia de la postguerra. Sin ser la gran película ni tener destacadas actuaciones, los maravillosos coros y la sensibilidad de sus personajes, la llevan hasta la estratosfera del cine. Un aplauso para los interpretes de la música.