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Voto de Antonio Morales:
9
Romance. Drama La apacible pero anodina vida de Francesca Johnson (Meryl Streep), un ama de casa que vive en una granja con su familia, se ve alterada con la llegada de Robert Kincaid (Clint Eastwood), un veterano fotógrafo de la revista National Geographic, que visita el condado de Madison (Iowa) para fotografiar sus viejos puentes. Cuando Francesca invita a Robert a cenar, un amor verdadero y una pasión desconocida nacerá entre ellos. (FILMAFFINITY)
16 de octubre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clint Eastwood es como director, uno de los pocos cineastas clásicos vivos, como actor fue el hombre duro, impasible, sin escrúpulos, vaquero solitario o justiciero popular, y en este fascinante film, se convierte en un hombre sentimental. A los sesenta y seis años, cinco matrimonios a sus espaldas y cuatro hijos. Nos ofrece una fascinante historia basada en la novela de Robert James Waller, el cineasta rueda su primera historia de amor, un melodrama clásico y realista con dosis bien medidas de ternura, su sensibilidad emana romanticismo por todos sus poros .

Robert Kincaid (Eastwood) es un fotógrafo trotamundos sesentón enviado por la revista National Geographic para realizar un reportaje sobre los puentes de la América rural; Francesca Johnson (Meryl Streep), una granjera de Iowa rayando la cincuentena casada y con hijos, que recupera la alegría de vivir con la imprevista llegada de la pasión en plena madurez. Eastwood logra con este romance otoñal tocar mi fibra sensible, quizás se deba a que soy un sentimental, pues al director como hombre maduro la parte sexual es lo que menos interés le despierta, él sostiene, y yo estoy de acuerdo, que lo importante es el camino que lleva hasta el sexo. Entre la gente joven lo físico puede ser más inmediato, pero entre personas como Robert y Francesca, sólo la complicidad nacida de los pequeños gestos, de una música, un verso, una caricia, permiten la aproximación de los cuerpos.

Parece que la trayectoria del cineasta Eastwood no dejará de sorprendernos nunca, tras realizar “Sin Perdón” y “Un mundo perfecto”, personalísimas recreaciones de géneros con fuertes raíces en el cine del pasado, acometió “Los puentes de Madison” una no menos reescritura del melodrama romántico extraído de la más genuina línea Douglas Sirk. Esta es una historia para adultos, protagonizado por dos personas con un amplio bagaje existencial, pero anodino, que por caprichos del destino unen sus vidas durante unos días, un corto idilio que Francesca refleja en un diario como testamento para el conocimiento de sus seres queridos. Lo que filma el cineasta, por tanto, es una evocación literaria pasada por el filtro de una visión subjetiva e idealizada.

Las localizaciones naturales del film, su belleza visual y poética narrada con mano maestra por el director, unidas al deslumbrante trabajo de Meryl Streep y Clint Eastwood, hacen de esta película una joya inolvidable. El amor perfecto es temporal porque necesita circunstancias muy especiales, existen grandes historias de amor que se extienden en el tiempo, pero en ese caso están repletas de imperfecciones. A veces la obra se explica a partir del hombre; otras, el hombre se revela a través de su obra y, a menudo, la ficción accede a la realidad a través del maravilloso puente del arte: poco después del estreno de este film, la revista National Geographic, desbordada por las peticiones llegadas de todo el mundo, se vio obligada a publicar una nota advirtiendo que jamás había existido un ejemplar atrasado dedicado a los puentes de Madison.
Antonio Morales
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