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Voto de Antonio Morales:
8
Fantástico. Terror. Drama Relata la historia de un célebre pensador que después de buscar sin descanso la esencia del conocimiento y la verdad oculta de las cosas, es tentado por el diablo y vende su alma. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para paliar la crisis industrial del cine alemán por la caída del mercado interno y externo y con la intención de introducirse en el mercado americano, la UFA acomete a partir de 1924 una política de grandes superproducciones, que dará como primer fruto “Los Nibelungos” de Fritz Lang, y, a renglón seguido “Fausto”, cuya realización se encomienda a Murnau, cineasta de reconocido prestigio.

El cineasta se encuentra frente al reto de llevar adelante uno de los proyectos más ambiciosos del cine alemán y en el cual se habían depositado grandes esperanzas. El complicado rodaje se prolonga por más de seis meses a lo largo de los cuales Murnau, que utiliza dos cámaras para la filmación, repite toma tras toma, buscando la perfección. Esta gran cantidad de material filmado, dará lugar, después, a diversos montajes de la película, de forma que hoy pueden reconocerse hasta cinco negativos distintos de ésta, con diferencias más o menos significativas de planos, de ritmo, de interpretación de los actores o de encuadres entre todos ellos.

El cineasta utiliza para esta adaptación de la leyenda de Fausto materiales muy heterogéneos, que van desde los textos de Goethe y Marlowe hasta los melodramas de Gounod, Bellini o Berlioz o los propios ecos de la leyenda germana. Y esta amalgama de materiales se nota dentro de una narración notablemente inflada y heterogénea, cuya variedad de temas (el enfrentamiento entre Dios y el Diablo, la impotencia del conocimiento humano, la fuerza del amor, las injusticias sociales, el pecado y la redención, el esoterismo…) y de registros amenaza con estrangular la línea principal del relato.

Ante tanta variedad de motivos temáticos Murnau regresa al tema del doble, del médium, del inconsciente o del mal absoluto y todopoderoso (representado por personajes como Caligari, Mabuse o aquí el propio Mefistófeles) que dominan todo el cine alemán de la época, y que el propio cineasta había tratado ya en “Nosferatu”. Sobre este sustrato, Murnau introduce un tema muy querido por él (dada su homosexualidad), el triunfo del amor, por encima de los prejuicios sociales y morales de cualquier tipo. En mi opinión lo más interesante de la película es la imaginería visual que Murnau derrocha en sus imágenes, en el dominio que demuestra del lenguaje cinematográfico y que le había llevado ya a tatar de prescindir de los intertítulos, algo asombroso en aquella época. Imágenes impactantes e inolvidables, que han dejado impresa su huella en la historia del cine.
Antonio Morales
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