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Babadook

Terror. Thriller Seis años después de la violenta muerte de su marido, Amelia (Essie Davis) no se ha recuperado todavía, pero tiene que educar a Samuel (Noah Wiseman), su hijo de seis años, que vive aterrorizado por un monstruo que se le aparece en sueños y amenaza con matarlos. Cuando un inquietante libro de cuentos llamado “The Babadook” aparece en su casa, Samuel llega al convencimiento de que el Babadook es la criatura con la que ha estado soñando. ... [+]
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Críticas 256
Críticas ordenadas por utilidad
3 de noviembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La figura mítica y tradicional del Hombre del Saco (o Boogeyman, para los anglosajones), ese monstruo que se oculta debajo de la cama o dentro de un armario y que es temido, sobre todo, por los niños, representa el terror infantil por antonomasia, el que se suele materializar cuando anochece y se cierne el silencio. En la intimidad del hogar, más concretamente en el dormitorio, y mientras la víctima descansa (despierta o dormida) en la cama cubierta por la manta como escudo protector, ese ente se revela en un lento proceder, siempre entre la vigilia y el sueño, a base de sombras, ruidos, objetos desplazados o puertas entreabiertas y quizá confundiéndose con la pesadilla, es decir, con lo irreal.

De nuevo, “The Babadook”, la última sensación del cine fantástico australiano, incide en ese elemento tan característico del género y lo convierte en el personaje que o bien se alimenta del trauma adulto y del terror infantil para encontrar una rendija por la que colarse y alcanzar a su víctima o bien aparece como consecuencia figurada de tales infiernos personales. Es decir, como espíritu maligno sobrenatural que invade al débil o como mero símbolo del monstruo interior que carcome a madre e hijo. En estos márgenes ambiguos se mueve la celebrada película de Jennifer Kent, pues añade distintos niveles de percepción de la realidad que se mantienen vigentes en todo momento y que crean la duda sobre lo que verdaderamente está sucediendo. Así, al espectador corresponde aportar su interpretación del relato.

Desde luego, uno de sus mayores atractivos se localiza en la encantadora génesis (en papel) del Hombre del Saco a través de una iconografía siniestra que se focaliza a partir de la imaginería desarrollada, ya desde un primer instante, en el pop-up book de tapas rojas, el libro supuestamente infantil pero de contenido macabro que muestra dibujos troquelados de “algo” con afilados dientes, garras, sombrero y frases amenazantes que presagian lo peor. A partir de un elemento tan sencillo y misterioso, Kent hace surgir el miedo y describe en cuatro pinceladas al Coco como enemigo latente que, con posterioridad, angustiará a esta pequeña familia sin marido/padre. El sentimiento de pérdida, la incapacidad para superar la desgracia, atenaza a dos personajes que afrontan la soledad desde el decaimiento y la depresión (ella) o desde la histeria y la rebeldía (él). En este estado de fragilidad, son proclives a sufrir el efecto devastador de la posesión, y vencer al agente exterior requerirá de volver a reconstruir, en una vertiente moral, la estropeada unión materno-filial.

En consonancia al corte de terror íntimo que domina la película, resulta interesante tanto su estética en tonos fríos, con predilección por blancos y negros, como el transcurso en el espacio cerrado de un hogar de estilo Victoriano y el eficaz uso del sonido, la sugerencia y los contornos difusos, armas esenciales en un cine de terror que cada vez las deja más de lado para volcarse en lo explícito. En este sentido, se trata de una cinta de terror clásico puro, a la antigua usanza, cuyos efectos visuales, ya sea de manera intencionada (así lo asegura su directora) o por limitaciones presupuestarias, están reducidos al mínimo. Es la cámara, al fin y al cabo, la que opera los movimientos del Mal que acecha en la oscuridad.

Y tampoco se postula como una propuesta revisionista que mire por encima del hombro a un ejercicio tan sencillo como el de contar una historia en la que se da forma a un ente nutrido por las propias presas y que reside confinado en el trastero como mal necesario. A estas alturas, ya de vuelta de todo, celebro una película tan sencilla, artesanal, disfrutable y directa que remite a ilustres referentes y que comprenden, según confiesa Kent en entrevistas, “El Resplandor”, “Nosferatu”, “Vampyr”, “Déjame entrar” o el horror doméstico y claustrofóbico de Polanski.

Un encanto, repito. Y pienso que el género está muy necesitado de notables películas como ésta en las que se observa el buen hacer de los responsables de la misma, quienes, sin inventar nada, se inspiran en fuentes de tronío y juegan sus cartas respetando al espectador. No pretendo sonar apocalíptico, Dios me libre, pero sí creo que el género también es culpable de labrarse su mala consideración a tenor de las toneladas de bazofia que se producen de continuo.

http://videodrome.wordpress.com/
Max Renn
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1 de febrero de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Traspasar la barrera de la realidad expande el campo de la imaginación, pero limita el de la empatía. La creación de mundos o seres increíbles se puede ver contrarrestada por la incapacidad del público para sentirse identificado en los niveles más profundos de su ser. En el ámbito del terror, la balanza oscila entre la vertiente fantástica y la psicológica, dos posibilidades tan válidas como difícilmente conjugables. Babadook (2014, Jennifer Kent) lo intenta, pero la indefinición le gana la partida.

Su nervioso inicio levanta una polvareda que enturbia una narración a la que le cuesta encontrar el punto de estabilidad. En su fría puesta en escena destaca el notorio uso del sonido, más interesado en generar ambiente que en recurrir al susto por explosión auditiva. Una vez que la directora le toma el pulso adecuado a su obra, atmósferas tenebrosamente realistas comienzan a dominar la primera parte de la película, en la que la apuesta por el terror psicológico va ganando fuerza y consistencia. El lado oscuro de ambos personajes principales comienza a asomar, intensificados por la aparición de un siniestro libro que bien podría pertenecer al imaginario gótico de los hermanos Quay.

Situar al monstruo de esta historia como representación de un inconsciente tortuoso supone la idea más acertada de la misma, en la que la tensa disputa entre demencia y fantasía alcanza los momentos más desasosegantes. La realidad invadida por la locura, a modo de reinterpretación del cine de Méliès, o la presencia del mal en los bajos fondos de la aparente normalidad, como prolongación de El fantasma de la Ópera (1925, Rupert Julian), redondean la propuesta y se alejan de la metarreferencialidad gratuita. Pero, al igual que en el cine de David Lynch, estos planteamientos alcanzan su máximo poderío en el campo del subconsciente, del que nunca deben salir.

Es por ello que, cuando la también guionista se decanta por lo sobrenatural, la arquitectura psicológica previamente construida se resiente. Las logradas gotas de explicitud fantástica no compensan los ambientes generados, las preguntas planteadas y las expectativas creadas. Un viraje hacia lo literal que sube las pulsaciones pero baja la profundidad dramática. Una desafortunada elección que se refleja en las apariciones del terrorífico monstruo, cuya indiscutible efectividad es también innegablemente efectista.

Atrás quedan metáforas visuales como un sótano jugando a ser el cuarto oscuro donde esconder los fantasmas interiores, el propio monstruo como inconsciente tenebroso, la superación de traumas que lastran la existencia o incluso la autoaceptación. Lo que en un principio se plantea como depresión derivando en locura autodestructiva propone consecuencias más terroríficas que la posesión sobrenatural finalmente expuesta; decisión que condena a sus personajes a una guillotina conceptual que les amputa esa valiosa complejidad hasta entonces lograda. En esencia, una obra que apunta maneras y deslumbra en buena parte de su metraje, pero cuya literalidad le impide ser más compacta, contundente y, lo más importante, coherente consigo misma.

Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
Yago Paris
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7 de diciembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película lenta, que con bajo presupuesto ha realizado una película de miedo, una mezcla entre thriller psicológico y monstruo. La película juego con pequeños sustos que van aumentando a lo largo de la película. La película traslada la explicación y la causa de lo que sucede a varios ángulos: De una persona a otra persona, a la mente, al monstruo, y finalmente quedan esos interrogantes acerca de hasta que punto es real. Los sustos son Los tradicionales juegos de sombras y cosas que se mueven, algunas escenas violentas y crueles, y el monstruo.

No te la recomiendo si no te gustan las películas lentas, si esperas sustos espectaculares. Por otra parte puede interesar a los fanáticos del genero del terror, pueden encontrar un aire fresco en este, ya que no es la típica película de adolescentes que enfrentan un monstruo, si no que además es un thriller psicológico que juega con las explicaciones de lo que suceden y te puede sorprender si no te duermes. Respecto al tema psicológico, te puede llamar la atención esta parte si eres alguien que te gusta encontrar explicaciones más allá de lo que sucede y no te quedas simplemente con lo que ves, aunque no es algo que te haga pensar mucho.

De mi parte no me gusta este tipo de películas; es decir lentas en un principio, algunos hechos inexplicables que debes de buscarle la explicación, todo se reduce a una casa, 3 personas y sus diálogos; pero entiendo que algunos pueden encontrar en esta película una joya porque ponen de su parte un 50%, ya que la película pone el otro 50%, y hace un aporte al genero.

Una de las explicaciones de lo que sucede en la película, la ha dado el comentario más votado de esta película, es una interpretación desde el punto de vista psicológico, que me parece acertado, aunque pueden haber otros más.
harol
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28 de diciembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"The Badadook" es, ante todo una película bien narrada, una película inteligente y, lo mejor de todo, es una película de miedo que da miedo. Más del que uno espera de una película que comienza como esta. Este terrorífico drama huye del efectismo y comienza con una interesante reflexión sobre las consecuencias de una perdida traumática y sobre la soledad, para, paulatinamente mezclar todo eso con una historia fantasiosa (el coco, para ser simples) que unirán sus fuerzas para hacer perder los nervios al espectador. Literalmente. Porque "The Badabook" es la típica película que hace uso de nuestro subconsciente (nuestros miedos infantiles) para provocarnos una suerte de regresión hipnótica y devolvernos a un inocente terror que creíamos olvidado. "The badadook" aprovecha todo esto para alimentar el terror que pretende. Puede que lo único que pueda echársele en cara a "The Badadoock" es que se toma su tiempo para construir la historia, pero cuando los sustos comienzan... oh, amigos y amigas mías... esto es puro terror infantil que nos impide movernos y nos hace sudar de emoción. Una película como las de antes, sin efectismo, terror psicológico que no necesita de fantasmas ni de exorcismos ni de casas encantadas. No necesita de complicados efectos visuales (apenas hay) y sin saber como (aunque la directora sabe exactamente como) tus pies comenzaran a moverse nerviosamente, los protagonistas te sacarán de los nervios, sentirás una presencia extraña en la casa y la tensión ira en aumento hasta que incluso las sombras sean insoportables, la música, la fotografía (sobre todo en la oscuridad), los efectos sonoros, absolutamente todo es un puzzle que empuja al espectador a perder los nervios. ¿Por que? En realidad no es una película que contenga mas elementos terroríficos que cualquier otra (incluso tiene menos), en realidad es coger el género del horror clásico y hacer un ejercicio de estilo a la hora de crear un increscendo de la tensión, como un Alfred Hitchcock haciendo terror en el siglo XXI. La narración en función de la historia (y no al revés, como sucede actualmente) lo cual ya es una gran noticia. Por fin hay esperanza en el genero del terror lleno de películas de casas encantadas, asesinos dementes o metraje encontrado. Terror inteligente y muy bien rodado. ¿O se trata simplemente de un drama? Que mas da... Solo se que después de verla he tenido que dormir con la luz encendida y la puerta atrancada. Palabra de critico aficionado... y acojonado.
El Criticón
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1 de enero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La eficacia de esta obra está en su tratamiento parvo, sin lo cual habría conducido a las ya muy conocidas gratuidades de un cine indeciso entre el asco y la fascinación por la blandura de la carne. Este último, recurre a la imprevisión extrema, provocando en el público las reacciones más pavlovianas de estremecimiento y alaridos y el olvido de la falsedad de la ficción, en esos momentos el público se siente realmente en peligro.
En Babadook, tales estratagemas elementales son reducidas a lo que la trama pide, sin un solo cuadro divagatorio. El espectador algo despierto puede predecir desde los primeros 15 minutos todo el argumento, salvo cuáles serán los detalles que amenicen la historia y cómo será el clímax. Frases clave muy subrayadas por la situación nos dan el problema, el libro de cuentos indica explícitamente las pretenciones del Babadook. Finalmente, el ciclo día/noche reitera las situaciones, pero con una inteligencia para la trama, porque Babadook avanza como un cuento folklórico, las variaciones de la repetición desarrollan la historia e intensifican el dramatismo.
El asco y la violencia tienen un tratamiento pudoroso, como en el mejor teatro. Babadook casi no aparece, su existencia se infiere por indicios sonoros, la penumbra, visiones erráticas, un maravilloso travelling en que el espectador es el monstruo. El único asesinato, no humano, nos es predicho mediante dibujo y efectuado parcialmente fuera de cuadro. Las cuchilladas son rápidas, anecdóticas diríamos, su presencia es un medio, no un fin, para llegar al clímax.
Aventuramos que esta fina trama surge del profundo conocimiento de la directora/guionista acerca del teatro, del thriller y del relato gótico decimonónico, por su biografía intelectual. Especialmente del último, porque vemos, como en las leyendas de Bécquer o en ciertos cuentos de Poe, que la trama avanza por el carril que va entre la realidad y el delirio; el Babadook tiene un existencia doble, objetiva, "real", y subjetiva, "imaginada", típica del romanticismo inspirado en la ontología kantiana. Y recurre a una tradición artística que recupera al folklore como materia de trabajo, en este caso el miedo infantil, que es el más profundo, porque es universal y porque descansa en lo siniestro, es decir, no tanto en una presencia efectiva del peligro como en su sospecha. Es en eso, más intelectual que las tremolinas de hachazos y los descalabros.
Por último, su raigambre clásica se completa con el sentido moral que contiene. No estamos frente a una obra gratuita, posee, como en el cuento decimonónico o los exemplos medievales y las fábulas, un cableado de símbolos que al final nos deja su mensaje. Alejada del cinismo común de la época, la obra propone un camino no exento de dificultades, pero de superación y virtud.
spsp
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