El jardín del deseo

Hay directores/as, actores, actrices, guionistas… que siempre que estrenan película deben estar en el ojo de cualquier cinéfilo que se precie. Es cierto que a Paul Schrader se le ha perdido un poco la pista de la primera línea, pero sigue ofreciendo trabajos muy, pero que muy interesantes como su última obra ‘El maestro jardinero’.

Menos intensa que obras pasadas, tras unos bellos títulos de crédito repletos de instantáneas de florecimiento, el director y guionista nos presenta a su personaje principal, Navel haciendo honor al título de la obra y rescatando uno de los temas que tan bien maneja, el de la redención en vida tras un pasado sumamente violento, mientras intenta enseñar el oficio a los jóvenes aprendices. Schrader domina muy bien los tiempos y creo que ha elegido cuidadosamente el tema principal de la película, aunque se me haya hecho un pelín larga al final.

Edgerton vuelve a estar muy bien como el callado protagonista de la función, al lado de la estirada y exigente Sigourney Weaver. ‘El maestro jardinero’ es un film en el que sud director hace gala de un tono contenido y moderado.

Más en: https://alquimistacinefilo.wordpress.com/

Paul Schrader, guionista y director de títulos que han cruzado el umbral del éxito por sus variopintas virtudes, regresa a nuestra cartelera con “El maestro jardinero”, película interesante y entretenida que gira en torno a 3 personajes en busca de una nueva vida, con un espeso pasado difícil de olvidar. Una historia atractiva que engancha y mantiene el suspense hasta el final de su metraje en la que el protagonista – un hombre solitario y doliente- se refugia en su trabajo de jardinero para ocultar su profunda crisis existencial enredando sus intereses y pasiones con dos mujeres.
Sobria y correcta (sin entusiasmo por mi parte) “El maestro jardinero” cuece a fuego lento una declaración de remordimiento y perdón. Un calibrado trabajo de actores (Joel Edgerton, Sigourney Weaver y Quintessa Swindell) en una calmada cinta que cierra la trilogía iniciada por Schrader con “El reverendo” (2017) y “El contador de cartas” (2021).

El primer acto es brillante por su fotografía, indefinición dramática, diálogos misteriosos, parsimonia narrativa y contención en el suspense (todo ello marca de la casa Schrader); el segundo acto todo decae sustancialmente y se apuesta por una complaciente "road movie" melodramática que sirve como redención de la pareja protagonista.
Es la misma película que "El contador de cartas", parecida en su estructura, en el tipo de personaje y en su necesidad de expiación de la culpa.
Desaprovechada, aunque merece un visionado sin duda alguna.

Un Schrader insólito y esperanzador por una vez, convertido por fin en un humanista; todos somos jardineros y al final la vida es aprender a podar, a enderezar y arreglar con mejor o peor fortuna lo que nos viene torcido.

Aquí hace con la horticultura lo que en la anterior hiciera con el ámbito del póker, adentrándose en este mundillo con absoluto detallismo, hasta el punto de parecer lo que verdaderamente le interesa, para conectarlo con la enésima variación de la trama de siempre. Le sale una película naif, incluso cursi en su secuencia alucinógena de rigor; la propia de un anciano apacible que nos invita a su rincón particular y sin gran cosa que demostrar a estas alturas. Es un “giro” que sorprende, pero que la verdad, cuesta un poco encajar con la evolución, decisiones y motivaciones de las criaturas siempre atormentadas de su autor. Le faltaría más humor absurdo para ser una de Jarmusch, aunque el gag de la camiseta feminista del policía no se queda muy atrás.

Historia de amor y de odio, de redención, de intentar contener a la bestia, o más bien la mala semilla, a través de un trabajo muy metódico y laborioso (las semillas del amor o las de la violencia, pura literatura ahí). Pero sobre todo, una apuesta por la atmósfera y el tempo pausados como en una fábula, con una primera parte en una mansión que parece al margen de la realidad común, diálogos sosegados, música que entra como fondo discreto, un erotismo etéreamente plasmado y cuidados encuadres que juegan algo con la geometría “ajardinada”.

Paul Schrader vuelve a dibujar el retrato de otro perdedor al igual que ya hizo de forma magistral en "El Reverendo" 2017, y en "El contador de cartas" 2021 ; pero en esta ocasión si bien las interpretaciones son sólidas, el guion es más de lo mismo y con una historia de menor calibre. La forma como Schrader nos va descubriendo los enigmas del pasado y que configuran el presente del protagonista generan poca expectación por previsibles.

No hace falta decir que la película no es mala, al contrario, tiene varios puntos de interés, pero empieza a cansar el hecho de que el veterano director se haya encallado en este tipo de relato que en un inicio fue tan fresco.

102) Brooker