Steve Jobs

25/03(07/02/16) Original acercamiento a uno de los grandes genios de la última, Steve Jobs (1955-2011), un revolucionario de las nuevas tecnologías, el co-fundador de la mítica marca de la manzana mordida, Apple, convertido en un Icono de la Historia. Danny Boyle junto al afamado guionista Aaron Sorkin (“The west wing”), realizan una vibrante obra, con una puesta en escena cuasi-teatral, a través de los prolegómenos de tres actos de presentación de una novedad tecnológica en tres diferentes y convulsos tiempos, abarcando 14 años, de 1984 (presentación del Apple Mccintosh), 1988 (presentación de su propia marca NeXt, 1998 (presentación del iMag G3), nos moveremos con Jobs por la trastienda de tres escenarios distintos, donde por lo alto del estilo del director Boyle prevalece el del guionista Sorkin, continuo movimiento por pasillos mientras los personajes hablan unos con otros, continuos travellings y planos secuencia, problema es que esto puede llegar a saturar al espectador, no hay apenas remansos para reposar la continua oratoria emocional, un tsunami de charlas, discusiones, idas y venidas que no son de digestión para el público medio, de ahí el fracaso comercial de la cinta. En su favor una gran ambientación, momentos de gran peso emocional, unos actores brillantes, y sobre todo un coloso de protagonista, Michael Fassbender que se transmuta en Jobs con una energía y vitalidad asombrosa.

El film tiene como base la biografía homónima de Walter Isaacson, Sony Pictures adquirió los derechos en 2011, la compañía contrató como guionista a Aaron Sorkin, este añadió entrevistas a gente que conoció al informático, como el co-fundador de Apple, Steve Wozniak, su mano derecha, Joanna Hoffman, el ex presidente de Apple, John Scully, uno de sus colaboradores (desarrollador original del equipo Mac), Andy Hertzfeld, y la primera de sus hijas, Lisa Brennan-Jobs (esta no llegó a hablar con Isaacson para el libro), y a través de estos personaje vertebra la historia, de su relación con ellos, a través de sus ententes verbales se irá desgranando la compleja personalidad del protagonista, donde los diálogos Sorkin ha dicho son ficción.

El guión electrizante de Sorkin se convierte a la vez en su mejor baza y en su peor enemigo al no saber dar pausa al caudal de diálogos. Muestra los preámbulo a tres momentos cruciales en la vida de Jobs, y estos minutos previos se desbordan nervios, angustia, perfeccionismo, enfrentamientos, conflictos paterno-filiales, errores, todo desarrollado sin sentimentalismos maniqueos, sin obviedades, sin dárnoslo todo masticado, tratando al espectador de inteligente, se agradece, esto es un riesgo, porque mucha gente (por desgracia la mayoría de cinespectadores) es vaga ante la gran pantalla, se les hará pesada tanto torbellino dialéctico, en el que se mezcla lo íntimo-familiar con la verborrea técnica-informática,

Tiene la originalidad de no ser un bio-pic que recorra toda la vida del protagonista hasta su muerte, como tampoco se somete a ser una hagiografía a mayor gloria de Steve Jobs, coge tres momentos claves en su vida y los proyecta para darnos un semblante con muchas aristas del genio de Apple, se deconstruye al mito americano para humanizarlo, y a través de él se radiografía el “Sueño Americano”, de cómo un ser adoptado, con problemas afectivos llegó a a construir el mayor Imperio tecnológico partiendo de un garaje, se nos hace un estudio de personalidad sobre un tipo especial (como todos los genios), con sus obsesiones, manías, narcisismo, egocentrismo, ansias de perfeccionismo, orgullo, capacidad de manipulación, con dificultades para expresar emociones, con sus problemas con la hija que en principio se niega a reconocer, con tiranteces con la gente que le rodea, con el que co-fundó Apple, “Woz”, Jobs no le reconoce el mérito, con un alto ejecutivo de Apple, John Scully, con el que tiene un turbio tira y afloja, con su mano derecha, Joanna Hoffman, ella intentando mantenerle en el suelo, especie de “Pepito grillo”, guardián de su conciencia. A través de las interacciones de estos con Jobs en la antesala de sus megalomaniacas presentaciones sale a relucir su complicada y contradictoria personalidad, sus miserias, mezquindades, genio, tormento interno, travesía hacia adelante sin fin. Ello a través de conversaciones interminables por pasillos, que algunos casos se llegan a hacer densas, el mundo de Jobs en la previa de espectáculos publicitarios que pueden cambiar el mundo tecnológico, el mundo personal de Jobs parece estar al borde del colapso, nos muestran una mente privilegiada con un alma convulsa, nos muestran al hombre de carne y hueso tras la deidad informática. Un film que sin juzgar nos expone una reflexión sobre si Jobs era un genio absoluto o era solo un gran publicista aprovechándose en beneficio propio del trabajo de sus empleados, sobre si solo era el líder coordinador de los verdaderos genios que creaban en su sombra.

Lo tara es que la suma en la dirección de Boyle con el guión de Sorkin deja traslucir los vicios de ambos sin mesura, sí, con muchas virtudes, pero con sus vicios, redundantes charlas de pasillo, quedando por momento artificiosas, forzadas, donde el tsunami de réplica y contrarréplicas llega a extenuar, al principio seduce y engancha, te atrapa con las imágenes reales de archivo en que Athur Conan Clarke (“2001”) habla en la década de los 70 de cómo la vida cambiara para el 2001 por la irrupción en la vida de los ordenadores domésticos y con su interrelación internet, impresionante augurio y como acierta, luego llega el primer tramo donde conoceremos a los protagonistas y el modo singular de narración visual y verbal, pero con el paso del metraje llega enfriarte, pues parecemos encerrados en un bucle de situaciones que terminan por alejarte de la pantalla, en dos horas que se estiran sin saber bien a donde te lleva, deseas que algo te sacuda de la pereza que bordeamos.

(sigue en spoiler)

Cuando concentras toda la artillería en un mismo punto y en un mismo momento es complicado que el resultado no sea explosivo. Uno de los mejores directores del momento, Danny Boyle, de los pocos que cuentan con las simpatías de crítica y público, al frente de la adaptación al cine de la biografía de uno de los hombres más influyentes de la historia contemporánea… sólo decirlo provoca estremecimientos de placer. Pero es que además el guion lo firma el mismísimo Aaron Sorkin, uno de los pocos guionistas con nombre propio del mundo cinematográfico, el mago de los libretos y para el papel principal se ha podido contar con uno de los actores del momento, Michael Fassbender. Tampoco se ha escatimado con el resto del reparto, todo plagado de caras famosas.Así las cosas, pareciera que los productores tenían claro que buscaban hacer la película definitiva sobre Steve Jobs, una película sólida y sin puntos débiles, pero a la vez entretenida.

Indudablemente, lo consigue. Las dos horas se pasan volando y dejan al espectador con ganas de más. Lo interesante de la historia, lo atractivo del personaje y una sobresaliente ejecución que rodea la película de un aura de rigurosidad documental, crean un vórtice de seducción al que es difícil sustraerse. Al fin y al cabo es la historia de un hombre que cambió el mundo tal y como lo conocemos, es decir, una historia que necesita ser contada. Fassbender da una lección de cómo transmitir sin aspavientos, con naturalidad y contención, toda clase de emociones o de falta de emociones, creando la mejor aproximación al personaje que se ha hecho. Le queda un Steve Jobs absolutamente humano dentro de su genialidad, capaz de lo mejor y lo peor, mezquino y generoso, visionario y rencoroso, pero, ante todo, humanamente real, con sus luces y sus sombras, alejado de otras películas y documentales que lo pintan como un miserable o como un ser de luz.

Cómo será la película de buena que lo peor que puedo decir es que, quizá por primera vez en mi vida, encuentro que el estilo Sorkin no le terminar de encajar. Ni le pega a un biopic ni aporta nada más allá de un toque curioso, tirando a exhibicionismo, a mírame como corto tramas aquí y las empalmo allá encajándolas como un perfecto engranaje. Se disfruta, porque es imposible no dejarse llevar por sus diálogos eléctricos, sus conversaciones en movimiento o los flashbacks disimulados, pero se aprecia cierto reciclaje de unos trucos que, a decir verdad, más que reforzar el sabor de algunas tramas, más bien lo enmascara. Pero vamos, que es buscar tres pies al gato. Sin desmerecer a otras películas similares, como el “Jobs” de Ashton Kutcher o la entrañable “Piratas de Silicon Valley”, ver “Steve Jobs” es casi una obligación para entender la historia de la tecnología que domina muchos aspectos de nuestras vidas, el poder de la ambición, el precio del poder y la importancia de tener una visión y la perseverancia para perseguirla. Entender esta película es entender mucho de por qué el mundo actual es como es.

Lo mejor de Steve Jobs, biopic acerca del celebérrimo fundador de Apple, es que no parece un biopic. O no es un biopic al uso, por decirlo de otro modo. Pero claro, es una película de Danny Boyle, un director de todo menos convencional.
Boyle, con su peculiar estilo visual, a ratos videoclipero (atención al montaje y especialmente a las transiciones entre las tres secuencias) y a ratos muy interesado en una fotografía llena de luces, nos presenta a Jobs de una forma muy peculiar. Ni rastro de flashbacks sobre el Jobs niño, ni tampoco de su triste y prematuro fallecimiento de cáncer en 2011. Nada sobre su etapa de estudiante, ni sobre su esposa y madre de sus tres hijos pequeños (ni siquiera se los menciona una sola vez). Ni un solo plano de esos de devastación emocional y lágrimas que siempre quedan tan bien en las biografías fílmicas. Lo que hacen Boyle y su extraordinario guionista Aaron Sorkin (que, así como quien no quiere la cosa, ha escrito películas como Moneyball y La red social, así como series del calibre de El ala oeste de la Casa Blanca) es presentar una estructura en tres actos en la que nos sitúan en tres momentos clave de la carrera profesional de Jobs y, a partir de ahí, construyen al personaje y nos lo presentan a la perfección de una manera maravillosa. difícilmente se van a escuchar diálogos mejores que estos en una película, al menos no en este 2015. La manera en que Sorkin entrelaza con palabras la brillantes profesional de Jobs con sus escasas habilidades sociales, su tormentosa relación con su hija Lisa y la madre de la pequeña, su tira y afloja continuo pero lleno de afecto con su colaboradora Joanna y sus muchas manías (como no empezar nunca tarde una presentación) es sencillamente soberbia, y nos regala escenas brutales que son cine de primera categoría: la inicial en la que Jobs exige a Andy Hertzfeld que el nuevo Mac diga "hola", todas sus conversaciones con Steve Wozniack (al que da vida un gran Seth Rogen, muy alejado aquí de su habitual registro gamberro y cómico), los momentos de tensión con su ex-novia Chrisann y con su hija Lisa (especialmente el último, cuando la niña ya es una jovencita interpretada por Perla Haney-Jardine, descubierta por Tarantino en Kill Bill Volumen 2), la reveladora discusión con John Sculley sobre lo que realmente pasó con Apple y Jobs y muy especialmente la especial relación que mantiene con Joanna. Son tantos los momentos inolvidables que quedan en la memoria del espectador que lo mejor es dejar de listarlos para que ustedes también se sorprendan con la calidad de las escenas de Steve Jobs.
Y qué decir de los actores. Jeff Daniels está simplemente soberbio, especialmente en la escena en que discute con Jobs en el segundo acto, donde despliega una fuerza que clava al espectador en la butaca. Kate Winslet, beneficiándose de una caracterización que la hace casi irreconocible, se permite jugar en una tesitura de mujer seria y con un punto amargo que pocas veces le hemos visto. Decir que sale airosa es quedarse muy corto, porque la británica lleva veinte años siendo una de las mejores actrices del mundo en películas de cualquier género y pelaje, y aquí vuelve a estar maravillosa, divertida cuando tiene que serlo, contundente cuando toca y emotiva casi siempre. Pero la gran estrella es Michael Fassbender, cuya entrada en escena en esos frenéticos primeros minutos de película es sencillamente apabullante. Cuesta encontrar un intérprete hoy en día que tenga más carisma y sea más versátil que el germano-irlandés, y su presencia en pantalla es absolutamente magnética. Además, es capaz de plasmar todas las facetas de la personalidad de Jobs (el engreído, el capullo, el genio, el egoísta, el sensible, el atormentado, el padre reticente, el amigo) en apenas en unos segundos o incluso en la misma escena. En una palabra, memorable. O en dos, memorable y oscarizable.
Quizás se le puede criticar que los tres actos están un poco estiraos, especialmente el segundo y el tercero, y que algunas escenas no hacen verdadera falta (ver la última conversación entre Sculley y Jobs, aunque incluso en ese momento menos logrado el protagonista nos hace una emotiva revelación), pero Steve Jobs, desde ya una de las mejores películas de 2015 y un acercamiento original, divertido y emotivo a la figura de un hombre sin el cual el mundo que conocemos hoy jamás hubiera sido el mismo.

Lo mejor: Los actores, los maravillosos diálogos de Aaron Sorkin y su excelente balance entre la vida profesional y la personal de Jobs.
Lo peor: Los tres actos están un pelín estirados y hay escenas algo innecesarias.

Es difícil abstraerse de las razones de fondo que llevan a endiosar a un tipo que sólo ha creado el aborrecido diseño de tres aparatejos. Algo que vale para esta película, y por desgracia también para el talento de Aaron Sorkin, Danny Boyle, y el genial Michael Fassbender. El guión, la dirección y la interpretación, hacen lo que pueden partiendo de la esupidez del encumbramiento, y es que fue precisamente la curiosidad de la premisa (y mis prejuicios, por qué no decirlo abiertamente), la que me llevó al visionado.
Pero todo se queda ahí, un personaje mesiánico... ¿y qué?. Los hay a patadas, y algunos creadores de otras cosas mucho más interesantes.
Basta de Mac, de Iphone y de todas las malditas Ies. Basta de Apple por favor.

Me parece un fracaso terrible hacer una nueva película sobre la vida de uno de los mayores genios que ha dado la historia contemporánea y conseguir que sea aún peor que la ya mediocre Jobs (2013) de Joshua Michael Stern. Me encanta Michael Fassbender pero tengo que reconocer que deja en buen lugar a Ashton Kutcher. Sí que es bastante meritoria la interpretación de Kate Winslet, y nada más. No hay ninguna otra mención positiva que podamos sacar de esta cinta. El director y guionista se empreñan en contar la historia partiendo de los diálogos que Jobs tenia con sus allegados y colaboradores previo a las grandes presentaciones de productos, esto hace una cinta lenta, incapaz de enganchar al espectador y que tan sólo consigue presentar a Jobs como una persona egocéntrica, egoísta e insociable. No creo que la película consiga plasmar la realidad del personaje, no cuenta nada que cualquier seguidor de Jobs no conozca ya y en ocasiones hace sentir al espectador que está ante un anuncio publicitario de Apple. No acudas al cine a verla, espera a la tele, aunque te aviso que esta peli con anuncios es infumable.-