Mi tío Jacinto

Vajda firma en este caso un impecable ejemplo de costumbrismo social a la española, situado entre la risa y el llanto, entre la ternura y la más descarnada lucha por la supervivencia, entre la comedia y el drama, y entre la picaresca más española y el neorrealismo a la italiana. Es un largometraje profundamente español, es decir, anclado en una determinada y reconocible tradición, y sin embargo es también algo "chapliniano", recordando un poco a un film dirigido e interpretado por Charles Chaplin, "El chico" (The Kid, 1921), lo cual hablaría de la universalidad de esta historia de pícaros y fracasados. Para algunos exagerados, "Mi tío Jacinto" es una de las mejores películas del cine español. Exageran un poco, pero Antonio Vico, Pablito Calvo, y el resto del reparto consiguen grandes interpretaciones, y el conjunto es realmente espléndido desde cualquier punto de vista.

La influencia del neorrealismo italiano se dejó notar en la España de los 50’ y los 60’, un país por entonces privado de derechos y libertades, y cuyas artes (especialmente las cinematográficas, por su mayor capacidad persuasiva) se vieron privadas de un desarrollo pleno y formalizado.
El punto álgido de esa influencia llega con el ilustre tándem Azcona-Berlanga y “El verdugo”, pero antes encontramos cintas de una calidad verdaderamente contrastada como es “Mi tío Jacinto”, la cual comparte con la anterior una crítica social “entre líneas”, además de contar con una influencia directa de la obra maestra de este “género” tan aclamado, como es “El ladrón de bicicletas”, tanto por el punto de vista de la pareja protagonista, como por el esquema espacio-temporal planteado en un principio.
Al examinar esta película con perspectiva y desde unos ojos inmaduros e inexpertos, uno se encuentra con unos personajes que derrochan miseria y desgracia a borbotones. Y es a través de su malandanza como contemplamos a la parte marginada de una sociedad corrompida y desamparada por un régimen aborrecible e infame, cuya pretendida magnificencia contrastaba con esos comportamientos propios de un país rezagado y maltratado.

La primera vez, como ocurre con todas las películas, el espectador está demasiado interesado en el argumento.
Tras verla al cabo del tiempo he podido apreciar los aspectos puramente cinematográficos y me ha entusiasmado.
Entre otros, el acertado uso del agua con el que comienza y acaba el film.
Sin olvidar la participación de los geniales actores secundarios.

Quien no se derrita con la sensibilidad con la cual esta rodada, y llore, viendo esta joya del cine Español, ni tiene alma, ni ama el CINE.. Digna de ver una y otra vez, un reparto magnífico (vico, el torero que no fue, pablito Calvo, increíble sobrino, que ama a su alcoholico tio, y vaya personajes secundarios!!! Pepe isbert, picaro del rastro, Tip., empkeado "fiel" de la sastrería, el granuja pedigueño ( no se como escribir la DIÉRESIS, lo siento...)que casi empuja a Pablito por el mal camino, los policias de la comisaría del rastro.. Para disfrutar

"Cuando hay torero el tamaño del toro es lo de menos".

La mejor película de Ladislao Vajda y por ello de lo mejor del cine español de la época (aunque es co-producción con Italia prácticamente se reduce el aporte de esta última nación a tres ilustres actores del país, como Walter Chiari, el siempre estupendo Paolo Stoppa y el para mi desconocido Carlo Pampanini, que no sé si es familiar de la escultural Silvana).
A la manera del Neorralismo Italiano, pero con toques eminentemente españoles como la picaresca, Vajda nos deja, para siempre, un documento sociológico de primera mano para conocer cómo era la sociedad de la época, con su hambruna, su esperanza en un futuro mejor a pesar de las adversidades, su picaresca para sacar el día a día...
Ternura, sentimentalismo sin sensiblería (bueno, quizás un poquillo en el angelical rostro de un estupendo Pablito Calvo), todo junto, agigantado por el buen hacer de un sinfín de estupendos intérpretes que bordan sus papeles.
Mención aparte para los decorados del genial Antonio Simont, de un virtuosismo sobrecogedor, que obtuvo premios en Berlín. y también el otorgado por el Círculo de Escritores Cinematográficos Españoles.
Por su parte, la película obtuvo, nada menos, que el Oso de Plata en el Festival de Berlín 1956, el Premio del Público. Y es que desde el comienzo hasta el final es una lección excelente de cine hecho con el corazón, pero con gran técnica y sentido del ritmo.
Un peliculón, vamos, al que el paso del tiempo no sólo no le ha hecho mella alguna, sino que ha acrecentado sus valores, tanto cinematográficos como humanistas.

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