El silencio

134/18(20/04/10) Un Ingmar Bergman desatado en su afán metafísico pone contra las cuerdas a sus exégetas de cámara que deben hacer horas extras para explicarnos que representa esta bajada a los infiernos de este singular trinomio, es uno de esos films que debería venir con manual de instrucciones, y es que mi teoría es que Bergman tiene pesadillas calenturientas-existenciales y decide no ir al psicólogo, si no que mejor lo plasma en una película y que sean los críticos los que expliquen qué significado tiene. A mí se me ha hecho agónico este relato alegórico con multitud de mensajes simbólicos, dos hermanas que se aman, una hermana masturbándose, un soterrado amor pederástico tía-sobrino, la otra hermana vagando por una ciudad que bien podría ser Sodoma, donde la gente fornica en teatros, para después esta misma hermana acostarse con el primero que pilla en el hotel cuál ninfómana, utiliza esta relación para hacer daño a su amada-odiada hermana, a todo esto por el dicho hotel pululan unos enanos hispanos y con un tipo mayor que es el botones con el que no se entienden, todo esto sumado da un coctel complejo, que se acerca más al arte y ensayo que a cine convencional, donde de una forma confusa se nos habla del dolor, del amor, de la pasión, de celos, de incomunicación, del odio, repulsión, , y más temas universales, y me pregunta es <Y no hay una forma coherente de contarnos esto?>. La cinta es un turbador relato de una belleza visual sublime, donde el fotógrafo habitual del realizador sueco Sven Nykvist desborda maestría, transmitiendo un mundo oscuro, donde las sombras y los claroscuros se apoderan de la pantalla, transmitiendo una atmósfera de pesadilla agobiante, sumado a los clásicos primeros planos que gustan tanto a Ingmar, donde los personajes exprimen sus sentimientos proyectando hacia el espectador una sensación enfermiza asfixiante. La sinopsis va sobre dos hermanas de mediana edad que viajan en tren, Ester (Ingrid Thulin), ninfómana y Anna (Gunnel Lindblom), débil y delicada de salud, viajan con el hijo de Ester, Johan (Jörgen Lindström), paran en una ciudad anónima extranjera, ellas no saben la lengua local, parece ser que hay un conflicto militar pues se ve un tanque por las calles, y se hospedan en un extraño hotel de lujo, donde también se alojan un grupo de de enanos españoles que participan en espectáculos circenses. Cuanto más la comento menos la entiendo, es como una pintura abstracta que hay quién la alaba por su maestría pero yo solo alcanzo a ver cuatro rayajos de colores, pues así estoy ante esta obra, no es el tipo de cine que me gusta y mucho menos lo recomendaría a cualquiera. Fuerza y honor!!!

Tan encantando de haberse conocido debía andar Bergman cuando perpetró este bodrio que se le olvidó escribir el guión. Enganchó entonces por banda al bueno de Sven Nykvist, y le dijo: "Cúrrate una buena fotografía, que yo pongo a un par de suecas buenorras que enseñen las tetillas y difundo el rumor entre la prensa de que la peli aborda la ausencia de dios, y verás como nos la catalogan de obra maestra".

Tengan en cuenta que el truco de enseñar pechuga ahora es ridículo, porque para brindar a Onán tenemos Internet, pero a principios de los años 60, los ladrillos de autor no sólo servían para hacerse pajas mentales, también servían para hacerse pajas de las otras.

Las enseñanzas de El Silencio no cayeron en saco roto. Dos décadas después, un señor llamado David Lynch copió con igual éxito la fórmula: Encadenar secuencias sin sentido, preferiblemente sin diálogo, con algo de sexo ocasional protagonizado por una jamona de impresión, y algún elemento surrealista como por ejemplo unos enanos. Pero eso sí, todo exquisitamente fotografiado.

Sigo a Bergman desde siempre y su cine, casi todo,
me parece de lo mejor que se ha hecho. Pero esta me ha defraudado.
Gran fotografía, buenos encuadres pero un guión frustrado, como si Bergman se hubiera guardado para
él el sentido de esta historia.
En plan intelectualoide siempre se puede hablar del sentido del sinsentido, la incomunicación y otras lindezas por el estilo. Pero la película es aburrida, no engancha nunca, no hay ni comedia ni drama.
Comparada con El séptimo sello, con Fresas salvajes o con la primera de la presunta trilogía, Como en un espejo, esto es un ejercicio de solipsimo que no lleva a nada.
Incluso para tratar de la nada hay que decir algo màs.

Miedos permanentes. Sogas de toxicidad para vínculos degradados. Cárcel introspectiva con muros de incapacidad. Dolor a presión. Amor aislante.

La incomunicación del ego. El vacío del estrés. La tormenta del insatisfecho. Rencor y odio. Amor y reproche. Bergman retrata de manera enfermiza. Somos el ingenuo que descifra. Su cargada atmósfera oprime como una depresión. Nada es azaroso. Todo encaja en una suerte de conexión repelente. Espacios únicos condenados a relacionarse para sobrevivir.

Ausencia con filias de voyeur. Almas grises cumpliendo condenas inentendidas.

Suspender críticamente cualquier película de Bergman es una equivocación, pues estamos ante uno de los grandes maestros del arte cinematográfico. Comparar a Bergman con David Lynch es otra equivocación, ya que no es admisible la comparación de uno de los mejores directores con uno de los peores.
En relación con "El silencio" no se puede negar la maestría de la dirección del film: primero, la excelente fotografía; segundo la perfección de los planos; tercero la excelente dirección de los actores y, por último, la genial mezcla de las escenas realistas y las, llamemoslas, "oniricas" en un relato que te deja sin respiración.
Quizás si algo hay que criticar negativamente es el exceso de obsesión sexual que oprime la moral de las dos hermanas, Ester y Anna. Por otra parte, esa triple relación fraterna de amor, odio y atracción sexual, aunque expresa un plato fuerte de las relaciones humanas también significa una posición personal ante la soledad, un tema siempre puntualmente recurrente en Bergman (recordemos al respecto "Fresas salvajes"). ¿Hay poca o mucha distancia entre las inclinaciones incestuosas o las caricias carnales de madre a hijo? esa es otra cuestión que Bergman plantea en la película. Todos tenemos un sentido natural de esta incógnita , pero Bergman lo plantea digamos que con un pelín de ambigüedad.
Por otro lado, no considero que este film tenga que ver con matíz religioso alguno. Y es que soy poco amigo de formar trilogías de las películas de autor.
De cualquier manera, "El silencio" es de imprescindible visión para los aficionados al cine ambicioso.