Villa Amalia

No soy persona que vaya al cine a disfrutar de las actrices o actores que me gustan, pero la presencia en una película de Isabelle Huppert es uno de aquellos detalles que te hacen decidir por una en detrimento de otra. Aunque quizás es más apropiado hablar de un gran detalle, más aun en esta película, que empieza, se desarrolla y acaba en Isabelle. Su misión es sostener una historia cualquiera, mientras que la del director, un eficaz Benoit Jacquot, consiste en dotarla del paisaje y el fondo narrativo en el que pueda brillar y de los secundarios necesarios para enaltecer su personaje.

Y sin embargo Ann, la protagonista, es algo distinto de Huppert, por eso esta película no es tan sólo un ejercicio interpretativo. El film nos dibuja poco a poco un personaje, del que al final habremos conocido su vida cotidiana, sus sueños, su pasado y sus deseos. Es una película de diálogos permanentes pero que ante todo hay que ver, mirarla con el fin de captar su profundida y no caer en el error de que se trata de una película plana, esquemática o basada en lugares comunes. El único lugar común es aquella orientación que comparten buena parte de las películas de Huppert, centradas en mujeres, digamos, emocionalmente inestables. Todo lo demás es nuevo y además es una hermosa historia en la que refugiarse en estas tardes calurosas del verano.

Recomendación: ideal para vacaciones.

Y una cosa más: es una película inequívocamente francesa.

¿Ustedes saben lo que es un plomazo? ¡Ah, no lo saben! Pues vean esta película y si resisten verla entera, sabrán qué es un plomazo, como esos gordos y pesados que se ponen para pescar a grandes peces tipo "pez espada".

Plomazo narrativo acerca de una cincuentona, pianista y compositora que busca la soledad, porque en soledad es como mejor está, vive o menos sufre, para lo cual rompe con su marido infiel y luego cruza media Europa para llegar hasta una isla italiana donde decide vivir junto a un acantilado, en una pequeña casa roja, "Villa Amalia", lugar apartado y bello que permite respirar la inmensa y contemplativa soledad ante un espléndio paisaje todo azul subdividido en azules.

“Villa Amalia” está basada en la novela homónima de Pascal Quignard, autor de “Todas las mañanas del mundo”, y narra la historia de Anne, una pianista que, al descubrir la infidelidad de su pareja después de quince años, desea comenzar de nuevo. Si el amor es el protagonista y no la traición, ¿qué es lo que hay que empezar de nuevo?

¡Bueno! Esto no es nuevo en el cine, pero en esta oportunidad, Isabelle Hupertt caracterizando a Anne, le da al personaje el sublime deseo de huir. Escabullirse en medio de sus razones o de las razones del ser del amor, y que no es otra cosa que la codicia de estar con uno mismo, en momentos en que la vida ambiciona y le antoja la compañía de la soledad.

Visto así el asunto, “Villa Amalia” es la metáfora de ese lugar, donde el sencillo privilegio de poder garabatear sobre las páginas del pensamiento nuestros desasosiegos interiores, nos conduzcan al mismo tiempo al deseo expreso, de no ser interrumpido en esa necesidad, por supuesto pasajera. ¿Qué es lo que emprendemos entonces?

Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic, Barranquilla, Colombia)

Sosa, tediosa y por momentos sorprendente exposición de lo que ocurre tras la decepción. Radical escapada hacia uno mismo que aburre y no consigue afectar como debiese, aun cuando reaccione desde el estrato inteligente. Resulta cargante, pesada y con un descontrol rítmico que oxigena y repele a partes iguales, en un desarrollo junto a personajes de poca valía, ni tan siquiera interpretativa y con situaciones de patetismo hilarante (El calambre, la tontería lésbica, el ridículo amigo mamporreado...).
Además todo gira de nuevo en torno a un ente acomodado, con secuelas, síndromes y carencias, pero otra vez esa obsesión del cine francés en divagar sobre la burguesía, aunque aquí sea trasladando una novela de un tal Pascal Quignard, reflejando caracteres y situaciones alejados de capas en el subsuelo, en este caso, pianista de reconocido prestigio con sobrado estatus que ha de afrontar el engaño de su actual pareja. Todo esto hace tiempo que me repele, me canso de ver sufrir a perfiles que pretenden aglutinar cierta intelectualidad desde un prisma económicamente desahogado, me molesta no encontrar apenas vidas obsesionadas con poder pagar el alquiler a fin de mes, me empalaga este constante deambular de seres alejados del paro y con sobrada elegancia incluso moral. Eso me he encontrado, ya les gustaría a muchos permitirse el lujo de dejarlo todo atrás, olvidarse de hipotecas, abandonar el miserable puesto de trabajo, único sustento con el que alimentar a sus hijos, tener y quitar un pastón del banco y escapar hacia Villa Amalia en el quinto pino cósmico. Pero no, una vez más las cosas vistas desde arriba, la protagonista no tiene gran problema en empezar de nuevo, sin apenas ataduras, con sobrada suficiencia a todos los niveles, lo cual no quiere decir que sea fácil pero, desde luego mucho menos difícil que para la mayoría de los vulgares mortales. Y encima todo contado de forma insulsa.

Que le den. Me ha dejado el sabor de otra historia pretenciosa de supuesta profundidad.

Resumiéndolo a su mínima expresión existen dos formas de enfrentarse a cualquier película: o por la vía del entretenimiento o por la vía de la "qualité". Son dos opciones tan válidas que acertar de pleno con las virtudes de cualquiera de ellas te garantiza el éxito; si además las dos confluyen y suman fuerzas dentro de un mismo relato, es cuando tenemos una película de esas que se recuerdan y apetece recuperar de vez en cuando.

Esta dualidad de objetivos es algo bastante evidente dentro de la cinematografía francesa, en donde parece no haber término medio entre la ligereza estilizada de las producciones auspiciadas por gente como Luc Besson o la densidad dramática de relatos como esta 'Villa Amalia', drama de corte clásico aunque estructura dispersa, y heredera bastarda de la tradición francesa del "cinéma vérité". Un relato reflexivo y contemplativo, escaso de diálogos que evidencien o subrayen lo que las imágenes de por sí ya aportan al conjunto de su narrativa desprovista de artificios, cargada de silencios y miradas en lo que es un digno refugio de cualquier voyeur fílmico que no tema a un ritmo quebrado alejado del concepto de "entretenimiento".

'Villa Amalia' es una de esas cintas en las que la presencia de una protagonista a la altura de una "madame" como Isabelle Huppert se antoja casi imprescindible para que el relato aguante el paso de los minutos, en donde la figura de su personaje principal predomina en el encuadre de una puesta en escena por demás austera, sobria y seca, pero al mismo tiempo tan elegante como pueda dar fe la experiencia que atesora su realizador. Su errático ritmo combinado con un libreto desestructurado sin academicismos formales exige una fuerte presencia en pantalla que sirva de vehículo narrativo para esta sincopada huida hacia delante, un relato que plantea muchas preguntas sin ofrecer respuesta y tan libre en su interpretación como moroso en su discurso.