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Mesas separadas

Drama. Romance En un hotel al viejo estilo conviven desde hace tiempo varios huéspedes fijos. Un militar retirado, con una gloriosa hoja de servicios, que teme que un suceso poco honroso llegue a comprometerle, una madre estricta y decadente que vive con su hija, un matrimonio fracasado, un profesor de cultura griega... Viejas historias y nuevos problemas que se hacen carne viva entre los barrocos muros del hotel. (FILMAFFINITY)
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
19 de agosto de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos dirán que en realidad no es una película, porque casi no pasa nada y no hacen más que hablar. Yo no estoy de acuerdo. Está basada en una obra de teatro y se nota, pero es cine. Bien se cuida de ello el director, a pesar de no tener mucha experiencia.

Un hotel pequeño y cómodo, cerca del mar. La mayoría de los huéspedes son tan fijos como la dueña porque allí tienen, como ella, un ambiente de familia que no tendrían en otra parte. Un ambiente que todos necesitan, hasta la enérgica e independiente señorita Mitchum.

Una estupenda película sobre las relaciones y los sentimientos. Un hombre dividido entre la novia cabal y comprensiva y la ex esposa con la que terminó a farolazos. Un ex profesor que a pesar de los años y la sabiduría no ha superado los remordimientos. Una mujer que teme perder la feroz dominación que ejerce sobre su hipersensible hija. Un acomplejado teniente cuya timidez, especialmente con las mujeres, le ha dificultado siempre la vida.

Podría parecer un cuadro deprimente, pero no lo es. Porque también hay esperanza. Y generosidad, perdón y valor.
IzaNezzie
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5 de diciembre de 2006
14 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de una obra teatral de Terence Rattigan en la que se narraban las historias de varios personajes hospedados en una pensión. Es una buena película, dirigida con sobriedad por Mann, en la que se aplica la fórmula teatral de "atrapar" y encerrar a varios personajes y sus conflictos en un único escenario, lo que permite un análisis, aquí suficientemente profundo y convincente, de la condición humana y nuestros comportamientos. Película válida desde el punto de vista ético y moral, en la que se denuncia la fariseica doble moral de ciertas personas (la madre de Kerr, insoportable dominantona, mujer grimosa y antigualla andante es el ejemplo de todo ello), por la que Niven logró un Oscar y en la que brillan también Deborah Kerr, así como la pareja Hayworth-Lancaster, ella como ex-mujer dispuesta a darle una segunda oportunidad en el momento en que él mantiene una secreta relación con la recatada dueña de la pensión.
kafka
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14 de abril de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un escritor por vocación, está siempre atento a las historias que a diario le ofrece la vida, y ya sean personales o ajenas, si tienen sustancia, vitalidad y/o ejemplarizan cosas relevantes, sabrá preservarlas y convertirlas luego en narraciones a su estilo. Terence Rattigan (1911-1977), fue uno de esos escritores que llevaban la literatura en la sangre, y de su natal Inglaterra, logró extraer decenas de historias que se convirtieron en grandes novelas, exitosas obras de teatro y películas inolvidables. Títulos como “El caso Winslow”, “La versión Browning”, “La barrera del sonido”, “El príncipe y la corista”… convirtieron a Rattigan en uno de esos escritores cuyo solo nombre motiva a ver cualquier realización.

Entre sus viajes al extranjero, y en sus estadías en otras ciudades inglesas distintas a Londres, Rattigan, como otros autores (recuerden "Grand hotel" de Vicki Baum, que Edmund Goulding convirtiera en un clásico del cine), también conservó algunas historias de hoteles que luego llevó a la imprenta. Así surgieron dos obras de un solo acto: “Table by the window” (La mesa junto a la ventana) sobre el conflicto amoroso entre un político laborista ahora alcoholizado y fracasado, y su antigua esposa que, tras volver a casarse y separarse de nuevo, reaparece en su vida. La otra: “Table number seven” (La mesa número 7) recrea la conmovedora amistad entre dos seres temerosos y arrinconados, esta vez una solterona y un exmilitar que presume de una “carrera gloriosa”.

Ambas historias, transcurren en el hotel Beauregard de Bournemouth, una ciudad costera al sur de Inglaterra, y entre ambas hay un espacio de tiempo de dieciocho meses, pero la gerente del hotel, la administradora, y el personal de servicio son las mismas personas. En su representación teatral, las dos historias están separadas por un intermedio y un mismo actor representa a John Malcolm (el político) y a Angus Pollock (el militar). También una misma actriz representa a Ann Shankland (la esposa) y a Sybil (la solterona).

En su adaptación al cine, se hizo una alternación y conjunción de las dos historias con actores diferentes y Malcolm ya no es un político sino un escritor frustrado.

Es esta una historia de diálogos magníficos, y con presencias como tú y como yo, donde cada quien se sabe imperfecto, equivocado e infeliz, pero esto despertará en cada uno comprensión, tolerancia y respeto por los errores de los demás... Por supuesto, estará también el ser arrogante que se erige en símbolo de intolerante moral, pero como suele ocurrir, quizás sea ésta persona la más necesitada de afecto y de perdón.

Lástima que durante el rodaje (¡la vida real!), quien asumió este penoso rol fuera Burt Lancaster (también productor), primero en líos con el inicial director Laurence Olivier hasta que le hizo renunciar; luego en conflicto con Delbert Mann porque no lo hacía lucir como el protagonista; y quizás celoso con el fuerte personaje de Wendy Hiller (quien, como David Niven, se llevaría el Oscar), le cortó -según cuenta ella-, sus dos mejores escenas, para añadir una más a Rita Hayworth a su lado.

Contra todo, es indudable que Delbert Mann consiguió redondear un magnífico filme que deberían ver todos aquellos a quienes les encanta condenar.
Luis Guillermo Cardona
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9 de febrero de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elenco de protagonistas impresionante. Obra basada en una obra teatral de Terence Rattigan, que participa así mismo en el guión de la película.

La historia se desarrolla en el Hotel Beauregard y la trama va saltando entre sus excéntricos y solitarios huéspedes. Sibyl Raiton-Bell, una tímida solterona, John Malcom, un escritor venido a menos, el comandante Pollack, que también tiene su secreto. A lo largo de la trama las vidas de todos cambiarán por completo. Desde luego no es una comedia aunque al parecer el señor Fernando Morales de el diario El País escribe críticas sin ver las películas.

Recomiendo su visionado por el excelente reparto y un guión bien desarrollado.
Cairo
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17 de julio de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
67/08(17/05/14) Un sugerente film dramático en que se reflexiona sobre la soledad con el trasfondo de un hotel donde se entrecruzan varias historias donde se tocan además temas como la intolerancia, los prejuicios sociales, la represión sexual (muy valiente tocar esto para su tiempo), la frustración anímica, amores atormentados, la dignidad, el miedo a envejecer, el aislamiento social, la resignación, la mentira, las obsesiones, la hipocresía, las segundas oportunidades y más. Ello con unos actores que relucen con unos trabajos fascinantes por su fuerza emocional. La sinopsis me la salto por falta de espacio.

El dramaturgo inglés Terence Rattingan (“El Príncipe y La Corista”) ideó crear una serie de historias en el marco cerrado de un hotel, similar a la novela de la austriaca Vicki Baum “Menschen im Hotel” (1929) llevada al cine por Hollywood con gran éxito en 1931, “Grand Hotel” de Edmund Goulding, pariendo dos obras en un solo acto, “Table By The Window” (La Mesa Junto A La Ventana) sobre una atormentada pareja, él (John Malcolm) un político alcohólico y derrotado, ella (Ann Shankland) su ex-esposa que tras otro matrimonio fallido vuelve a reencontrarse con él en el hotel, la otra historia es “Table Number Seven” (Mesa Número Siete), una historia de amor compleja entre dos marginales personajes, él un ex-militar (Angus pollock) que adorna su vacía vida con mentiras, ella (Sybil) una solterona reprimid, el hotel es el mismo en los dos relatos, el Beauregard de Bournemouth, las historias están separadas por 18 meses, la directora, la administradora y el personal de servicio es el mismo. En el teatro las dos obras se partían en un intermedio, el mismo actor daba vida al político y al ex-militar. Para dar el salto a la gran pantalla el dramaturgo, el guionista John Gay (“Los 4 Jinetes Del Apocalipsis”) y el no acreditado John Michael Hayes (“La Ventana Indiscreta”) entrelazan las historias haciendo que los actores y actrices fuesen diferentes, asimismo se alteró que Malcolm no fuera un político si no un escritor. Producen Harold Hecht (“Marty”) y Burt Lancaster, este último pretendía que el director fuese Laurence Olivier, pero una disputa entre ambos hizo que Olivier lo dejase, Lancaster también tuvo desavenencias con el director final Delbert Mann, pensaba que no le hacía brillar sufrientemente, incluso Wendi Hiller contó que cortó sus dos mejores escenas para poner una de él junto a Rita Hayworth.

La cinta explora de modo conmovedor las consecuencias de la soledad interior, ello a través de varios romances, entrelazándose con una subtrama de prejuicios sociales donde crítica la intolerancia y los convencionalismos. Se aborda a los personajes como barcos a la deriva que buscan su puerto en el que ser amados, seres desilusionados, taciturnos, inseguros, sugestionables, angustiados, a los que les falta comunicación, seres que anhelan amor, comprensión hacia los demás y hacia ellos mismos, cariño, ilusionarse, abrir su corazón. El hotel es un collage que intenta reflejar la sociedad contemporánea, sabiendo el realizador describir en pocas pinceladas a unos personajes que transpiran humanidad, que desbordan imperfecciones, no hay malos y buenos, todos somos grises, esto hace que empaticemos fácilmente con ellos, que nos involucremos que lo que les pasa. Delbert Mann hace discurrir la historia con serenidad pero con fluidez, sabiendo alternar con hábil montaje las subtramas, insertando pequeñas dosis de humor, casi siempre a cargo de la sirvienta Doreen (buena Priscilla Morgan), llegando siempre en mal momento y con la frase adecuada para soliviantar, pero preponderando momentos de intensidad.

La puesta en escena a pesar de su eminentemente condición teatral reluce con unos decorados fenomenales de Edward Carrere (“Grupo Salvaje”), con una elegante fotografía de Charles Lang (“Con faldas y a lo loco”) con dos travellings que abren y cierran el film, maravilloso, con una correcta música ambiental de David Raksin (“Tiempos Modernos”), se añade la bonita canción “Separate Tables” con música de Harry Warren, letra de Harold Adamson y cantada por Vic Damone que suena en los créditos iníciales.

Hay unas cuantas escenas que se te quedan, como el primer “juicio” al Major, donde sobresale la rigidez de miras de la Sra. Railton, su poder de manipulación, como cree dogmáticamente que sus ideas son las buenas y punto, los chispeantes encuentros entre Ann y John Malcolm, derroche de sentimientos encontrados, y las dos cúspides del film, la estremecedora confesión de Angus a Sibyl, se convierten en dos naves en la noche que se encuentran, trémula escena donde los sentimientos se ponen a flor de piel, la otra es su turbador final (spoiler) gran colofón que te deja con un gran sabor de boca, te hace pensar que aún hay esperanzas en el ser humano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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