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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama. Romance En un hotel al viejo estilo conviven desde hace tiempo varios huéspedes fijos. Un militar retirado, con una gloriosa hoja de servicios, que teme que un suceso poco honroso llegue a comprometerle, una madre estricta y decadente que vive con su hija, un matrimonio fracasado, un profesor de cultura griega... Viejas historias y nuevos problemas que se hacen carne viva entre los barrocos muros del hotel. (FILMAFFINITY)
14 de abril de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un escritor por vocación, está siempre atento a las historias que a diario le ofrece la vida, y ya sean personales o ajenas, si tienen sustancia, vitalidad y/o ejemplarizan cosas relevantes, sabrá preservarlas y convertirlas luego en narraciones a su estilo. Terence Rattigan (1911-1977), fue uno de esos escritores que llevaban la literatura en la sangre, y de su natal Inglaterra, logró extraer decenas de historias que se convirtieron en grandes novelas, exitosas obras de teatro y películas inolvidables. Títulos como “El caso Winslow”, “La versión Browning”, “La barrera del sonido”, “El príncipe y la corista”… convirtieron a Rattigan en uno de esos escritores cuyo solo nombre motiva a ver cualquier realización.

Entre sus viajes al extranjero, y en sus estadías en otras ciudades inglesas distintas a Londres, Rattigan, como otros autores (recuerden "Grand hotel" de Vicki Baum, que Edmund Goulding convirtiera en un clásico del cine), también conservó algunas historias de hoteles que luego llevó a la imprenta. Así surgieron dos obras de un solo acto: “Table by the window” (La mesa junto a la ventana) sobre el conflicto amoroso entre un político laborista ahora alcoholizado y fracasado, y su antigua esposa que, tras volver a casarse y separarse de nuevo, reaparece en su vida. La otra: “Table number seven” (La mesa número 7) recrea la conmovedora amistad entre dos seres temerosos y arrinconados, esta vez una solterona y un exmilitar que presume de una “carrera gloriosa”.

Ambas historias, transcurren en el hotel Beauregard de Bournemouth, una ciudad costera al sur de Inglaterra, y entre ambas hay un espacio de tiempo de dieciocho meses, pero la gerente del hotel, la administradora, y el personal de servicio son las mismas personas. En su representación teatral, las dos historias están separadas por un intermedio y un mismo actor representa a John Malcolm (el político) y a Angus Pollock (el militar). También una misma actriz representa a Ann Shankland (la esposa) y a Sybil (la solterona).

En su adaptación al cine, se hizo una alternación y conjunción de las dos historias con actores diferentes y Malcolm ya no es un político sino un escritor frustrado.

Es esta una historia de diálogos magníficos, y con presencias como tú y como yo, donde cada quien se sabe imperfecto, equivocado e infeliz, pero esto despertará en cada uno comprensión, tolerancia y respeto por los errores de los demás... Por supuesto, estará también el ser arrogante que se erige en símbolo de intolerante moral, pero como suele ocurrir, quizás sea ésta persona la más necesitada de afecto y de perdón.

Lástima que durante el rodaje (¡la vida real!), quien asumió este penoso rol fuera Burt Lancaster (también productor), primero en líos con el inicial director Laurence Olivier hasta que le hizo renunciar; luego en conflicto con Delbert Mann porque no lo hacía lucir como el protagonista; y quizás celoso con el fuerte personaje de Wendy Hiller (quien, como David Niven, se llevaría el Oscar), le cortó -según cuenta ella-, sus dos mejores escenas, para añadir una más a Rita Hayworth a su lado.

Contra todo, es indudable que Delbert Mann consiguió redondear un magnífico filme que deberían ver todos aquellos a quienes les encanta condenar.
Luis Guillermo Cardona
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