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Miss Julie

Romance. Drama La historia transcurre en el verano de 1880, durante la noche de San Juan. En una mansión irlandesa, la joven aristócrata Miss Julie (Jessica Chastain) y un criado de su padre (Colin Farrell). En un ambiente festivo del que han desaparecido las barreras sociales, Julia y John bailan, beben, se seducen y manipulan. Ella, llena de altivez, desea rebajarse; él es educado, pero zafio. A los dos les une un deseo y una repulsión mutua. ... [+]
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
19 de diciembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Liv Ullmann adapta la famosa obra teatral de August Strindberg con estricta fidelidad realizando un ejercicio no apto para gustos ligeros.

Ullmann juega con los dos únicos espacios que la obra original relata, mayormente el palacio y puntualmente los alrededores, encerrando a los tres personajes en esa jaula metafórica que Strindberg creaba para realizar su análisis cruel e intenso sobre el ser humano.

Una gran mención merecen los tres intérpretes del filme, realizando los tres un intenso ejercicio que los convierte en la mayor virtud de la cinta; Jessica Chastain se exhibe totalmente en su interpretación de Julia y confirmándose como lo que es, la mejor actriz de la actualidad; el misterioso carácter del personaje de Samantha Morton al cual la propia actriz llega a darle ese punto interesante que el personaje tiene; quizás un poco por debajo se encuentra el papel de Colin Farrell, intenso y entregado pero al que quizás el papel se le queda grande. Destacar sobretodo los primeros flirteos y la explosiva última escena en la cocina.

Un ejercicio intelectual que peca de demasiada altivez y fidelidad a la obra lo cual puede agotar con el paso del metraje ante su cerrada puesta en escena que le dota cierta frialdad al conjunto, lo cual no lo convierte en su mayor virtud.

Una estricta obra que merece verse ante la pura exhibición interpretativa de Jessica Chastain y los seguidores del cine como escenario teatral.
JasenV19
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29 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Romanticismo (exacerbado) y lucha de clases (obsesiva). El sexo como arma de guerra y rasero que todo lo iguala.
Sutiles y brutales luchas de poder y deseo entre una "niña" rica y un criado altanero.
Puesta en escena primorosa, buena elección musical (pequeños temas como contrapuntos para "descansar" la historia, airearla, relajarla, conducirla... ) y una brillante Chastain (él está un poco demasiado mequetrefe y desmelenado, esforzada y voluntariosa interpretación que se escora peligrosamente hacia lo grotesco, Morton soberbia en su contención poderosa) no son suficientes virtudes para elevar esta película teatral, un tanto aparatosa y truculenta, dominada por una pesadez rígida, sin riesgo, muy educada y solvente pero en contradicción con el arrebato del texto original, un clasicismo mortecino que choca con la furia, con la ira histérica que late en esos personajes turbios y desquiciados; un intento vano de domesticar con hermosura formal desgarros que se autodestruyen en su mismo nacimiento, delirios inconexos, rabias y pulsiones desatadas, represiones y anhelos descontrolados, una bella y crispada agonía que merecía más desvalimiento y entrega, menos esmero envarado y fútil.
Los mil y un matices, las infinitas acciones y reacciones psicológicas de los tres personajes son asfixiantes en su contradicción repetitiva, claustrofóbicas en sus vaivenes mínimos, desesperantes en su estancamiento autorreferencial; un callejón sin salida mórbido, ahogado y enfermizo que estira la tensión insoportable de esos seres dañados hasta, por momentos, romperlos, y producir la sensación contraria a la buscada, un cansancio frío que desmiente tanto abismo, tanto odio y desprecio, tanta revuelta sentimental y fragilidad atormentada.
Hay demasiado academicismo y apelmazamiento, un tono solemne y respetuoso que hace un seguidismo excesivamente entregado al peso de la tradición y el debido respeto a los mayores (Strindberg-Bergman).
Correcta y exhaustiva. Bella y un tanto vacía en su tendencia imitativa. Faltan personalidad y fuerza; un acercamiento menos timorato ante una obra con tanta retranca y sordidez.
Ferdydurke
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15 de febrero de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La señorita Julia, versión Liv Ullman, podría compararse con un caramelo de bonitos colores y estupendo envoltorio que cuando te lo metes en la boca sabe bastante bien, pero al poco rato ya se te está haciendo pesado y deseas que se acabe.
Adaptar un clásico nunca es fácil y Ullmann opta por la vía del estilo visual depurado (la película parece casi un cuadro en la mayoría de sus escenas), lo cual es de agradecer porque el resultado es verdaderamente hermoso y elegante. Sin embargo la película tiene un gran fallo que impide que tenga una nota más alta, y es su ritmo lentísimo y el tedio al que somete al espectador. Es una prueba de fuego por la parsimonia con la que ocurre todo y el extendidísimo metraje. Podrían haberse resumido algunas partes para ganar en agilidad narrativa, porque lo cierto es que el resultado es realmente pesado.
De hecho, si se lleva el aprobado es por las excelsas interpretaciones de Jessica Chastain y Colin Farrell. La película es prácticamente un mano a mano entre ambos y resulta una gozada contemplarlo. Irreconocible Samantha Morton, el atractivo absoluto son los protagonistas de Zero Dark Thirty y Alejandro Magno. Chastain ya tiene poco que demostrar después de los años gloriosos que lleva, pero sigue sorprendiendo su inagotable capacidad para cambiar de género, de época y de todo sin pestañear y sin perder un ápice de fuerza. Farrell, por su parte, sigue con su línea ascendente y aguanta perfectamente el plano a su compañera sin quedarse atrás, cosa muy difícil de hacer cuando uno tiene a la Chastain de partenaire. Que siga así.
En definitiva, un ejercicio de estilo fallido en lo narrativo y salvado de la quema por sus dos extraordinarios protagonistas.

Lo mejor: Chastain y Farrell
Lo peor: Qué lenta y pesada es...
Sibila de Delfos
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27 de marzo de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver, escuchar y participar..., lástima que se olvidaron de esto último pues supone oír las palabras sin sentirlas, permanecer en la antesala con emoción mínima y a las puertas de saborear con suculencia este drama intenso, trágico y celestial basado en la obra de August Strindberg.
Solsticio de verano, el día más largo del año en el que el sol sale más y pronto y se pone más tarde, día del afelio cuando el sol y la tierra están más alejados entre sí durante todo el año, noche mágica de deseos, alegría, celebraciones, bailes y danzas alrededor de una hoguera para ayudar al sol a recuperar su fuerza ya que, a partir de entonces, los días irán acortándose hasta el solsticio de invierno, noche de San Juan donde todo se confunde, todo es posible y la realidad se funde con la más exquisita y soñada fantasía.
"Como usted ordene miss Julie, estoy a su servicio"; dos personajes principales, señorita y criado, y una tercera mediadora que equilibra los desajustes altivos, pretenciosos y locos de la osada y descontrolada pareja, que vuelve a la caprichosa razón a su realidad, a su lugar de ser, a su clase perteneciente, una magnífica Jessica Chastain que acapara la atención de la cámara y la mirada seductora del espectador con exquisitez abrumadora, compás rítmico que cambia de entonación y clave de solfeo sin perder un ápice de su atractivo, interés y armonía fantástica acompañada, en su duelo escénico, dialéctico y emocional por un esmerado Colin Farrell que sale muy airoso y aplaudido de su misiva contraatacante, una pareja bien avenida, de potentes y enérgicas actuaciones más una ambientación detallada que cuida con esmero de las formas, del emplazamiento, que selecciona el plano minuciosamente y expone una fotografía abrumadora que es testigo silencioso de tan lustrosa guerra de clases, de sexos, de traciones, miedos, atrevimientos, palabras acusadoras y ensoñaciones nunca satisfechas.
La soledad como hermana perenne a ambos lados del muro, en uno, demasiado tiempo para divagar/en el otro, escaso tiempo para sobrevivir y no morir de necesidad, arrojo de poder tenerlo todo/horror de poder perder lo poco conseguido, seguridad del sitio asignado/valentía de encontrar nuevo destino, desprecios, orgullo..., un sin fin de cambios de panorama situacional, de rumbo afectivo, ilusionante y oprimido que traslada las tablas cercanas y dinámicas del teatro a la distancia fijada del fotograma bajo la supervición direccional de Liv Ullmann que se centra tanto en los pasos y la letra, en la imagen, etiqueta y vestido que se olvida de la esencia del contenido y la consistencia del camino, del disfrute del complejo entero, de la penetración sensible en las verdades acusadoras cual lanza dañina que debe eclipsar al oyente, mantenerlo atento con deseo y no dejarle observando sin apenas voltaje pasional pues, aún admitiendo el esfuerzo y completo trabajo de todas las partes integrantes, la audiencia se desvincula de los sentimientos vertidos, desconecta de las explosiones anímicas y se queda al margen de una partida que debería ser más rica para el corazón del que escucha, más conmovedora para una piel que permanece indiferente, más atenta y sabrosa para unos oídos que, incluso no perdiendo ni una migaja de lo manifestado y dicho en un sin fin vocablos, no logran encontrar margen para alentar al alma a sentir mayor devoción por este dueto que, sin duda, lo merecían pero que, malogrado lo vivido, no son capaces de traspasar la pantalla y lograr calidez en la concurrencia expectante que no vive, ni suplica, ni ruega, ni se apasiona, ni se arrepiente, ni enloquece, ni duda, ni manda, ni obedece, ni nada de nada, la noria es exclusiva para los intérpretes, el vidente nunca llegó a subir a ella y mira, desplazado desde lejos, como ésta sube y baja, da vueltas sin parar siendo la diversión, pena, promesa, temor sólo para ellos.
Irlanda, 1890, la señorita Julia está desbocada, se insinúa a su criado, enamorado en silencio de ella desde hace años quien estupefacto, nervioso, alocado y excitado no puede pensar con claridad ni manejar lo que su receptivo cuerpo le tienta a probar, a partir de ahí, una maraña de volteretas extrañas, impertinentes y atrevidas que giran al son de la escena, tiempo y espacio correspondiente para provocar un "...,ya no se quién soy en este cuerpo" que la campana de servicio y la luz del día guiará a uno, mientras el otro queda en la oscuridad estéril y anónima en la que ya vivía, todo vuelve al sitio/nada cambia, la noche más corta se acaba y hay que limpiar las botas del barón para que luzcan relucientes, se acabaron los disfraces, las fantasías y las esperanzas que de sueños no se come y el delirio de espejismos puedo provocar morir de frío y hambre.
Soñé que te tenía, desperté y volví al trabajo.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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14 de agosto de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el siglo XIX las diferencias de clase entre pobres y ricos eran enormes y gran parte de los conflictos sociales y personales se generaron por el rechazo que producían, de tal forma, que la literatura, la ópera y el teatro lo plasmaron de forma admirables. He de reconocer que desconozco las dos versiones anteriores para el cine de la inmortal obra de teatro homónima de 1888 del gran dramaturgo y renovador del teatro sueco August Strindberg, la versión de 1951 (Fröken Julie) de Alf Sjöberg, así como la de Mike Figgis de 1999 (Miss Julie) y que ardo en deseos de ver. Pero en todo caso, me ha gustado y me ha conmovido enormemente esta fascinante versión adaptada por la propia actriz y directora Liv Ullman.

Ésta sitúa la acción en la verde Irlanda de 1890 y concentra el drama en la noche previa a San Juan, identificada siempre con el solsticio de verano, alrededor de sus tres personajes esenciales: la señorita Julia (Jessica Chastain), John, el criado (Colin Farrell) y la cocinera Kathleen (Samantha Morton). Hay no obstante, una pequeña excepción: un prólogo, ausente en el original escénico, en el cual vemos a Julia de niña (Nora McMenamy), suspirando por su madre muerta, un apunte espléndido al que sigue un paseo por el bosque hasta recalar en un rio cercano a la mansión y de vital importancia. Pues más tarde Ullman recupera ese escenario campestre para “airear” la obra escénica, mientras el criado le habla a Julia sobre el amor que desde la infancia sentía por ella.

La joven y noble Julia, que intenta escapar de una existencia atada a barreras sociales y mitigar su soledad, decide invitar a bailar a John. Abatida por los abismos de la soledad, Julia ve mancillada su posición social, al haberse relacionado con un criado. Gran parte de la acción tiene lugar en la cocina, un espacio seco, frío y austero, regentado por Kathleen, primera defensora de ese orden social, moral y ético, pues ella influye en Julia reprimiéndola con puritanismo y fanatismo religioso. La lucha de clases y el poder están muy presentes en la obra. Julia ejerce el poder sobre John, porque es de una clase social más alta. El barón, un personaje que no aparece en el film, ejerce el poder sobre ambos personajes porque es el patrón y propietario de la hacienda. Nunca sale pero sus botas sí que las limpia John, como recordatorio de su presencia y poder.

Por sus características se trata de una obra naturalista. Julia es una mujer de voluntad firme, aunque caprichosa e insatisfecha. En cambio John es un hombre débil, agobiado por sus dudas y cobardía, ante una mujer dispuesta a renunciar a todo por amor. Ullman planifica la película de forma muy clásica aparentemente, pero en el fondo de lo más moderna, como demuestra en la forma de construir relaciones entre los personajes, mediante la elaboración de los encuadres y la dirección de actores, los tres están esplendidos, despojando al escenario de todo artificio. Sin desdeñar la ilustración musical, en varias secuencias con el segundo movimiento (Andante con moto), del Trío para piano Opus 100, de Franz Schubert, que ya utilizó el gran Stanley Kubrick en “Barry Lyndon” para expresar el dolor y la melancolía por la pérdida de su hijo, y que aquí sirve para mostrar la angustia, el abatimiento y la desesperación de la señorita Julia ante su desafío social.
Antonio Morales
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