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Un ladrón en la alcoba

Comedia. Romance Lily, una carterista que se hace pasar por condesa, conoce en Venecia al famoso ladrón Gaston Monescu, quien a su vez se hace pasar por barón, y se enamoran. Gaston roba al aristócrata François Fileba y huye con Lily antes de que le descubran. Casi un año después, en París, Gaston roba un bolso con diamantes incrustados a la viuda Mariette Colet, pero se lo devuelve y la cautiva de tal forma que lo contrata como secretario. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
10 de julio de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En varias ocasiones me he preguntado ¿por qué a los ladrones de guante blanco de otros tiempos, les atraía tanto hacerse pasar por barones o condesas? ¿Era porque así se infiltraban entre la gente adinerada que era la que les interesaba? ¿O era porque así se sentían en su propio ambiente con los honores del caso? ¿O ambas cosas?
¡Qué fácil era aparecer como “noble” en aquellos tiempos! Y para hacer parte de la aristocracia, no era sino poseer una cierta cultura y ser capaz de dejar a un lado los escrúpulos, para poder mostrarse complaciente ante los oscuros intereses de ciertos personajes.

También Gaston Monescu -un ladrón con clase que se hiciera famoso por haber vaciado el banco de Constantinopla- es ahora un barón que se pasea a sus anchas por la romántica Venecia. Y su novia Lily, carterista de renombre en toda suerte de hoteles, es una respetada condesa con quien comparte habitación y fechorías. Tras robarle la cartera a la preciosa, Madame Colet, propietaria de una empresa de perfumes, para Monescu ha llegado la ocasión de dar un gran golpe, y junto a su compinche Lily, va a hacer lo necesario para apoderarse de las joyas y el dinero que posee la empresaria.

Pero como el Fatum también juega sus cartas, muchas cosas van a pasar en esta pícara comedia que se da sus licencias aprovechando que estamos en tiempos del pre-code. Luce aquí a cabalidad el llamado “toque Lubitsch” que, entre otras cosas, tenía que ver con la sofisticación de sus historias; con una cuidada transgresión de las reglas sociales y de la moralidad de la época, al tiempo que incluían una aguda crítica –directa y/o indirecta- aún en sus cuentos más, aparentemente, “inocentes”. Véase como ejemplo, en “UN LADRÓN EN LA ALCOBA”, al inesperado vagabundo que insulta sin tapujos a Mariette Colet o la manera sutil como, en el teatro de ópera, se hace pasar las hojas de la partitura para que la música acabe.

Resalta también en el “toque Lubitsch”, su solidaridad con los excluidos, los subversivos, los renegados, las prostitutas y delincuentes, de quienes el director logra extraer su lado amable y sus pequeños, y a veces, muy grandes sentimientos. Y la manera sutil como aplicaba el sexo –la prohibición despierta el ingenio- dejaba en jaque a los censores de turno que no lograban entender lo que el alemán quería decir. ¡¿Qué tal ese plano en que tras un beso, vemos la silueta de Gastón y de Mariette sobre la sábana de la amplia cama?!

“UN LADRÓN EN LA ALCOBA” no es de las películas que más me agrade de Lubitsch. Primero. porque bebe mucho de “Grand hotel”. La novela en que ésta se basa “Menschen in hotel”, la escribió la austriaca Vicki Baum en 1929 y la novela “A Becsületes Megtaláló” (Los buscadores honestos) del húngaro László Aladár (en la cual se basó Samson Raphaelson para el guión del filme de Lubitsch), apenas se escribió en 1931. Y coinciden ambas películas en el falso barón ladrón de hoteles; en su situación de crisis; en la mujer exitosa que no tiene afecto; en el apasionado romance que se da entre ellos… y hasta, bueno, también aquí el cielo puede esperar. Y sin duda, “Grand hotel” tiene un calor humano, una ambientación, un brillo en las actuaciones… que no vemos suficientemente en “UN LADRÓN EN LA ALCOBA”.

Sin embargo, la agudeza de Lubitsch, su estilo tan original y los giros que logra darle a su historia, hacen que este ‘lío en el paraíso’ resulte muy entretenido y bastante apreciable.
Luis Guillermo Cardona
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28 de marzo de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún le faltaba un añito al maestro de la "alta comedia" para nacionalizarse estadounidense. En el 32 tenía 40 años y muchas más películas, silentes y sonoras, en su mochila, con un éxito reconocido en las dos orillas del Atlántico. Ese año de 1932 fue especialmente prolífico con 3 largos (un drama y dos comedias) y un episodio en la película coral "Si yo tuviera un millón".
Aunque pueda parecerlo no era perfecto y la diferencia entre la cinta que nos ocupa y "Una hora contigo", la otra comedia que realizó ese año es más que notable. Quizás en su descargo y con todos los respetos al también genial neoyorkino, Lubitsch cedía parte de la dirección a George Cukor.
En "Trouble in Paradise" si que es todo perfecto, incluso moderno a día de hoy. La lección de narrativa fílmica que da Lubitsch es para enmarcar y estudiar en las escuelas. Su famoso "toque" luce en todo su esplendor irónico y mordaz, inteligente y divertido, con brillantes diálogos e interpretaciones. La utilización magistral de las elipses, el simbolismo de los objetos, las voces en off, el glamouroso vestuario.... Los inicios de los 30 fueron épocas también de crisis y rígidas normas sociales. Lubitsch se las ingenia para criticar todo ello mientras nos hace pasar un buen rato con un género aparentemente banal. La reflexión final sobre la elección en la pareja con la que compartir una vida es de una lucidez apabullante a contracorriente de lo que se podía esperar en los arquetipos del género. Algunos que saben dicen que no es su mejor obra. Yo diría lo mismo..., porque tiene más.
Una autentica gozada rodada en interiores, con unos actores esplendidos, hoy casi olvidados para hacer magia apagando unas luces y proyectando otras.
ELZIETE
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11 de junio de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera gran comedia sonora del maestro, sin menospreciar las anteriores, y un título esencial para comprender el estilo de su director, que fue un cineasta esquivo y elegante, bajo sus modos sofisticados y de aparente “buen gusto” escondía a un feroz, cínico y cruel analista del comportamiento humano. Una audaz mirada irónica hasta la exasperación sobre personajes y situaciones, eran comedias divertidas y envenenadas que buscaban la complicidad del espectador. En “Un ladrón en la alcoba” hallamos prácticamente todos los ingredientes de las comedias de los años treinta: escenarios lujosos, diálogos con doble sentido, contrastes sociales, equívocos sexuales, amores imposibles y extravagantes personajes secundarios. Su meta era hacer reír al público sin que éste tuviese que abdicar de su inteligencia. Que es la condición imprescindible en la casi totalidad de las comedias actuales.

Lubitsch, que apoyaba la puesta en escena sobre el terreno de la sugerencia, edificaba sus films sobre la elipsis, el off visual y el fuera de campo, porque lo importante para él, era sugerir en lugar de mostrar, siempre mejor lo implícito que lo explícito. El resultado es una manera de entender la comedia que dominó toda la década de los treinta y parte de los cuarenta. Sin perjuicio de la labor de sus guionistas que trabajaron a sus órdenes, entre ellos Samson Raphaelson que firma este espléndido guión. La fuerza del cine de Lubitsch reside en su expresividad visual, su forma de manifestar ideas con la cámara y de proponer, estrictamente en el género de la comedia, un malicioso discurso personal basado en sus dotes de observación y en la plasmación cinematográfica de las mismas, como en sus mejores comedias y en ésta no podía ser menos, la comicidad se desprende de su mirada personal sobre el devenir del relato, más que de las numerosas incidencias que jalonan el mismo.

Gastón Munesco (Herbert Marshall) es un ladrón de “guante blanco” que mientras se hospeda en un hotel veneciano a la caza de un buen botín, conoce a la chispeante Lily (Miriam Hopkins), una “colega” que se vale de su atractivo para desvalijar a maduros y estúpidos millonarios. Unidos por el amor, poco tiempo después en París le echan el ojo a la muy rica, muy bella y muy crédula millonaria viuda de los perfumes Colet, Mariette (Kay Francis). Valiéndose de un hábil subterfugio Gastón gana su confianza convirtiéndose en su secretario personal, además de contratar a Lily como mecanógrafa. “El ladrón en la alcoba” rinde culto a los clichés, estereotipos: no hay gondolero que no cante “O sole mío”, ni una Venecia sin música de mandolinas, ni un “maître” que no sea cómplice de galanes, ni una cena con una dama sin champagne. Como sucede más adelante con la millonaria madame Colet y sus dos pretendientes, Filiba y el Mayor quienes cumplen perfectamente con la vieja regla de ser unos millonarios cretinos y presuntuosos. Todo ello como consecuencia del amor del cineasta por el vodevil y la opereta.
Antonio Morales
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21 de marzo de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ernst Lubitsch (1892-1947) es la pre-historia en el cine. Para los espectadores en siglo XXI una reminiscencia apenas intuida de un cine fantasmal desconocido y arcaico. Los prejuicios de la modernidad atentan contra el redescubrimientos de los clásicos. Y resulta que los clásicos son el punto de partida de todo lo que creemos una novedad. UN LADRON EN LA ALBOBA (1932) es una comedia inteligente y rutilante. Una sorpresa inesperada porque su propuesta no sólo es sociológica al explorar el tiempo de las entreguerras europea y estadounidense sino porque también es encantadoramente atractiva en términos de entretenimiento mundano. Ernst Lubitsch, el director germano/estadounidense, es junto a Charles Chaplin (1889-1977), el director británico/estadounidense, los dos más grandes artistas del cine mundial en sus albores. En un momento en que las radios monopolizaban el ocio social invadiendo los hogares, el cine arremetió como la ilusión encantada de las sombras en movimiento en salas cerradas con su propio ritual, invitando a las gentes a una experiencia de por sí portentosa. El cine nació como entretenimiento y fueron las comedias románticas el género preferido. Lubitsch, fue su principal y más grande maestro. UN LADRON EN LA ALCOBA convierte a los estafadores en seres románticos y entrañables, que lavan sus pecados desde la elegancia de una cortesía de etiqueta. Aquí no hay explotados ni clase obrera ultrajada, sino el mundo de los ricos y su glamour de teatro. El folletín rosa de las revistas del corazón trasladado a la pantalla con la elegancia de unos actores solventes y en permanente contraste. La rubia Miriam Hopkins (1902-1972) enfrentada a la morena Kay Francis (1905-1968) por el avispado y siempre seguro Herbert Marshall (1890-1966). Un trío que invita a los malos pensamientos pero que la censura de la época y las convenciones sociales del momento impedían por completo. Al contrario, lo que vemos es el crimen solapado por un anti-héroe de cuello blanco (Herbert Marshall) totalmente simpático y que sabemos incapaz de maldad real. Chaplin, un director mucho más atrevido y denso conceptualmente en términos de compromiso social, va a retomar la historia de UN LADRON EN LA ALCOBA y la va a redirigir, ésta vez sí, en términos de maldad absoluta en MONSIEUR VERDOUX (1947). Y es que los genios se copian entre sí, y comparten la grandeza. UN LADRON EN LA ALCOBA, es un viaje en el tiempo a la época en que nuestros abuelos y abuelas, jóvenes e ilusos, se divertían furtivamente en la oscuridad de las salas de cine sin sospechar que la guerra (1939-1945), a la que creían enterrada definitivamente, volvió a reaparecer para acabar con toda la inocencia y la esperanza de una vida feliz.
bucefalo
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19 de mayo de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra estupenda comedia romántica...No podía ser menos, es de LUBITSCH.
He estado leyendo las críticas de otros usuarios y creo que han resumido muy bien por qué estas películas son tan grandes. Por lo tanto, no voy a repetir lo que muchos han desglosado tan bien.
Yo voy a hablar de la comedia romántica como género.
Me he dado cuenta muchas veces, hablando de cine con los amigos en cualquier tertulia de bar, que a la hora de hablar de géneros o películas, unas tienen mucho más prestigio que otras, es decir, puedes proclamar a los cuatro vientos que eres aficionado al cine de mafiosos y sacar en seguida a colación que tu actor favorito es Robert de Niro o Marlon Brando y acto seguido explayarte con " El padrino", " Uno de los nuestros", " Erase una vez en América" o " Scarface" que inmediatamente, vas a entrar en el grupo de los "populares" y te van a mostrar un gran respeto.
Lo mismo ocurre si eres aficionado al cine de terror, cine negro, Thriller, acción o ciencia ficción. Naturalmente todos esos géneros tienen unas cuantas películas dignas de ser llamadas obras maestras, por lo que puedes tranquilamente defender tu género favorito sin ningún rubor.
También el drama tiene mucho prestigio, con lo que si eres aficionado al drama romántico, se dignarán a dejarte vivo.
Pero ay de ti si eres aficionado a las comedias románticas y te atreves a proclamarlo en voz alta. Pueden ocurrir dos cosas. O las carcajadas sardónicas que oyes hacen que la caña que te estás tomando vaya directamente a tus pulmones en vez de a tu estómago, o por el contrario, las miradas de conmiseración y lástima que te muestran los más educados, hacen que la caña se te suba a los ojos y se derrame en forma de lágrimas de humillación.
¿ Por qué ocurre esto?. Naturalmente. Estamos en el siglo XXI. Y desde hace más de cuatro décadas al menos, lo que han hecho con las comedias románticas no tiene nombre. Salvo poquísimas excepciones, las comedias románticas han degenerado hasta tal punto que declararte aficionado a ellas es declararte a ti mismo el colmo del mal gusto, de la ñoñería y la estupidez.
Y es que...mis amigos del bar no conocen a Lubitsch. Tampoco a Hawks, Sturges, De la Cava, Leisen, Capra, Wilder, Cukor, y muchísimos más que durante las gloriosas décadas de los años 30, 40, 50 y 60 hicieron comedias románticas dignas de llamarse así y de plantar cara a otros géneros más prestigiosos. Por eso hoy en día tienes que cuidarte mucho de proclamar que a ti te gusta el género de comedia romántica. A ver qué mierdas de películas creen que ves.
A partir de entonces y para que no haya malentendidos, he decidido prescindir de géneros favoritos y proclamar a los cuatro vientos y con la cabeza muy alta... A MÍ ME GUSTA LUBITSCH...¿ Y a ti ?.
Izeta
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