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El hijo de Saúl

Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 140
Críticas ordenadas por utilidad
13 de febrero de 2021
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Existe algo más importante que la lógica: la imaginación". La frase es de Alfred Hitchcock y define con pocas palabras el legado cinematográfico del maestro británico. También decía Hitchcock que "no hay ningún terror en un disparo, sólo en la anticipación a él". Y ambas sentencias funcionan a la perfección como punto de partida para analizar y comprender la ópera prima de László Nemes, "El hijo de Saúl". Con su debut en el cine, el húngaro centra su mirada en uno de los episodios históricos más representados en la pantalla, la Shoah, pero lo hace cuestionando todos los anteriores formatos narrativos, con un relato carente de referencias a cualquier lógica y que apela en todo momento a la imaginación y a los fantasmas que puedan habitar en la cabeza del espectador.

Nemes persigue con su cámara a un miembro de un sonderkommando de un campo de exterminio nazi, obsesionado con salvar el cadáver de un niño del crematorio para ofrecerle una sepultura digna. En su periplo, la figura del protagonista actúa como canalizador de un relato cuyo último fin es herir al público, no complacerle. Porque "El hijo de Saúl" no es únicamente una radiografía del horror: es también un impactante ejercicio de estilo que introduce (casi literal, físicamente) al espectador en el propio escenario de la tragedia. La cámara de Nemes acompaña en todo momento al protagonista y toma prestados buena parte de los postulados que Thomas Vinterberg y Lars von Trier establecieron en los noventa para sorprender al mundo con el movimiento Dogma 95.

El húngaro, en cualquier caso, va un paso más allá. Aquí el concepto de profundidad de campo prácticamente no existe y todo lo que sucede alrededor de Saúl, el protagonista, se difumina con el uso de imágenes desenfocadas y sólo se percibe con claridad a través del sonido. Nemes quiere que su película duela y entiende que no puede permitirse ninguna concesión para el espectador. Está narrando "el horror", aquello a lo que se refería el coronel Kurtz en la película de Coppola, y el horror no tiene nada de poético. No hay lugar para música extradiegética, no hay espacio para planos abiertos y equilibrados, no hay respiro para Saúl. Es el caos, la no razón, y es angustia lo que permanentemente se percibe en la pantalla.

En una entrevista durante los meses de estreno de la cinta, leí que Nemes defendía su película con la siguiente frase: "la desesperación nace de la falta de opciones". En esa afirmación se puede encontrar uno de los elementos diferenciadores que hacen de "El hijo de Saúl" un rara avis dentro del subgénero de los campos de concentración. Frente a la racionalidad y posibilidad de salvación que ofrecían películas como "El pianista" o "La lista de Schindler", Nemes introduce aquí la idea de aleatoriedad. En Auschwitz o Treblinka nada tenía sentido. En cualquier momento uno podía ser el siguiente en engrosar la cola de las duchas. En el infierno, en definitiva, uno más uno no son dos. Decía Adorno que "escribir poesía después del Holocausto es un acto de barbarie". Pues eso.
Tú a Móstoles y yo a Calamocha
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7 de enero de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevaba largo tiempo postergando el visionado de "El hijo de Saúl" por una sencilla razón, cero apetencia de verla. Quedará mal que lo diga, pero en mi interior la cinta del húngaro László Nemes me resultaba un trámite. Un trámite cinéfilo.
Desde su lanzamiento en el festival de Cannes de 2015, la cinta arrasó. Convirtiendo la temporada de premios posterior, con los de mejor obra de habla no inglesa como cenit, en su consagración definitiva. Y por eso se me antojaba necesario verla. Pero por apetencia, cero. Esa es la verdad.
En verdad con "El hijo de Saúl" me ha pasado lo que con "La gran belleza" (Paolo Sorrentino, 2014). Esa cinta también la postergué por poca apetencia, y al final me acabé arrepintiendo de tal decisión. Hubo final más que feliz, podría decirse. Y aunque con "El hijo de Saúl" el final no ha sido tan dulce como en aquella ocasión, si he de admitir que el parto no ha sido tan doloroso como esperaba. Una vez más me como mis reticencias con patatas. Y ojalá no sea la última vez, mejor eso que salir decepcionado de una proyeccion.
"El hijo de Saúl" nos introduce de lleno, y casi que en primerísima persona, en el horror de Auschwitz. Te mete en su confusión, en su caos, en su mugre, en su incertidumbre, etc. László Nemes obra una ópera prima para nada fácil, pero ni de llevar a cabo ni de ver, pero ante la que es imposible no rendirse.
Saúl es un prisionero húngaro que trabaja en los crematorios de Auschwitz. Allí es obligado a incinerar a sus propios compatriotas. En un momento dado confunde a un crío muerto con un hijo suyo, iniciando así una misión personal por darle un entierro digno al cuerpo. Misión que chocará de pleno con las ansias de fuga de otros prisioneros con los que Saúl comparte infausto destino.
En realidad, gran parte del fondo de armario que pretende transmitir "El hijo de Saúl" lo hace mejor la sinopsis del film que el propio film. Y es que, a la postre, ese es el mayor defecto que le encuentro a la propuesta. Técnicamente el film me parece todo un reto, esa realización con el personaje de Saúl casi siempre protagonista absoluto de lo que vemos en pantalla es tan difícil de llevar a cabo como de tolerar por parte del espectador. Pero László Nemes se arriesga al rojo y sale rojo.
En fin, defiendo "El hijo de Saúl" al tiempo que admito que es de esas obras de una y no más.
Isaac Paskual
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25 de marzo de 2020
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A mi me paso al revés que al cinéfilo promedio que escribió su vociferante crítica en este sitio después del estreno: leí tantas pálidas sobre este film, los golpes bajos, el plano secuencia, el 4:3, el guión, etc. que me senté a verla sin muchas expectativas. Y....

Francamente, el cine es subjetivo, pero no logro comprender como alguien puede calificar a este rollo con un 1, 2, 3, 4...

El hijo de Saúl no es para todos. Es cierto. Agobia. En mi caso, el recurso del plano secuencia me pareció una maravilla. Que sea en primera persona, me pareció necesario. El sentimiento de claustrofobia y desesperación es inmenso, también mérito de Géza Röhrig y su infernal performance, inexpresiva, resignada, elocuente. ¿Qué es lo que los que se quejan pretenden ver? ¿Más cadáveres? Están ahí, no es necesaria mucha imaginación. ¿Verle la cara de sufrimiento a los cientos de miles de compañeros de Saul en el campo? Vamos...

Ya estamos todos muertos, le dicen a Saúl en un pasaje. Y ahí esta el corazón de la película. La resignación absoluta al destino de uno. Donde algo que puede sonar trivial, como enterrar a un muerto en vez de que sufra los desparpajos de los nazis, se convierte en una redención, en una misión inexpugnable. Y acompañamos a Saúl como a pocos personajes en la historia del cine a través de cada una de las peripecias que le esperan.

Ojo, también es cierto no estamos ante ninguna perfección. El guión tiene sus fallas y en medio de esta manera de filmar se acentúan. Hay historias secundarias que en medio de la hecatombe se mezclan y resultan difusas y porque no, innecesarias.

En cuanto a la verosimilitud de los hechos, si hubieren sido posibles en esa barbarie controlada, no me considero apto en el tema como para hacer un juicio de valor al respecto. Así que en ese tema no me voy a meter.

Lo que le digo al espectador que está por descubrir este filme: no leas más críticas y mírala. Pocas veces vi una audiencia tan dividida.

Puntaje: 7.5 (redondeado para arriba por tratarse de ¡UNA OPERA PRIMA!)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mario Santos
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19 de mayo de 2021
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Saul fia es una obra maestra que describe genialmente los horrores de Holocausto. Es el primer largometraje de László Nemes, y la película es realmente espectacular. El uso de la cámara es impresionante y la interpretación de Géza Röhrig no tiene palabras. Sin ver demasiado, podemos escuchar a todos los hombres, mujeres y niños inocentes que fueron masacrados y gaseados por los alemanes y austríacos nazis. El macabro trabajo de los Sonderkommando es brillantemente mostrado en Saul fia.

Confieso que me pasé los primero 15 minutos de la película llorando. Saul fia es durísima, pero es una obra de arte crucial para este siglo cibernético y superficial donde el Holocausto parece estar ya pasado de moda. La película muestra de una manera poco ortodoxa los macabros gaseamientos descritos en los contados testimonios de los pocos Sonderkommando de Auschwitz que sobrevivieron a la barbarie (Shlomo Venezia, Sonderkommando griego judío, prisionero número 182727: Sonderkommando. Dans l’enfer des chambres à gaz; Filip Müller, Sonderkommando judío eslovaco, prisionero número 29236: Sonderbehandlung. Drei Jahre in der Krematorien und Gaskammern von Auschwitz; y los impactantes dibujos de David Olère, Sonderkommando judío polaco). Dario Gabbai, prisionero número 182568, primo de Shlomo Venezia y uno de los últimos Sonderkommando hoy sobrevivientes, vio Saul fia y alabó la película.

En mi opinión, Saul fia debería haber sido nominada en todas las categorías del Oscar (Best Movie, Best Director, Best Cinematography y Best Actor in a Leading Role) y debería haberlas ganado todas. Saul fia arrasó en el Festival de Cannes y obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera (Best Foreign Language Film of the Year).

Saul fia es una OBRA MAESTRA con letras mayúsculas. Algo para nunca olvidar los millones de litros de sangre que Alemania y Austria derramaron sin haber pagado jamás por ello.

Sin duda alguna, Saul fia es la mejor película del 2015 y, en mi opinión, la mejor película sobre el Holocausto jamás rodada.

Lo mejor: la cinematografía (Mátyás Erdély), absolutamente pionera, la interpretación magristral de Géza Röhrig y la música (László Melis).

Lo peor: nada.
antoniatejedabarros
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22 de enero de 2016
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Saúl es un judío húngaro que forma parte de un "Sonderkommando" -un grupo de prisioneros encargado de realizar las tareas más repugnantes en la maquinaria de exterminio nazi- que se topa con el cuerpo de un niño al que acaba considerando su hijo. La obsesión enloquecida se instala en el protagonista para darle un descanso eterno.

La cámara del hasta ahora desconocido director László Nemes se engancha -y de paso también te enganxa- el rostro de Saúl y le persigue con empeño durante los dos días que transcurrieron la acción. Encuadres en primeros planos técnicamente complicadísimos se van sucediendo en largos planos secuencias para hacernos partícipes de una vivencia entre el rechazo angustioso y un vacío existencial. La frase "ya estamos todos muertos" dicho a un compañero que le avisa de un posible peligro es una muestra de la dureza de esta cinta que consigue aportar otro interesantísimo punto de vista al ya un poco desgastado tema del holocausto .

Con un inusual formato de pantalla 4: 3 que te impide distraerte con lo que rodea al personaje y un potente protagonismo del sonido se consigue un resultado penetrante, desesperanzador y que necesita de la imaginación y las aportaciones del espectador para "visualizar" todo aquello que sólo se insinúa o que se escucha. En este sentido os puedo asegurar que los golpes en la puerta de los que se están asfixiando dentro de las "duchas" no te los puedes quitar de la cabeza durante horas.

A pesar de todo y para mí uno de los méritos más importantes de la cinta, al final se convierte en un clamor desesperado a una inocente esperanza que todavía puede arrancar una tímida sonrisa y termina escondida dentro de un bosque. Un futuro que a pesar de todo contiene una chispa de luz dentro del infierno.

Una película asfixiante, redonda, intensa y de unas formas insólitas que siempre caminan en concordancia absoluta con lo que se quiere comunicar. Imprescindible. (8/10)
http://bit.ly/1RZ5E2F
M_Pelegri
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