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Jupiter's Moon

Drama. Fantástico Al intentar cruzar ilegalmente la frontera, el joven emigrante Aryan recibe un disparo, y la herida le otorga el poder de levitar. Con la ayuda del doctor Stern, logra escapar de un campo de refugiados. Fascinado por los superpoderes de Aryan, Stern ve la oportunidad de explotar el milagro. (FILMAFFINITY)
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
24 de abril de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kornél Mundruczó es un cachondo.
Allá que va él con sus películas “socialmente comprometidas” a los festivales, esgrimiendo que hablan de temas de actualidad, pero espolvoreadas con una generosa capa de ciencia ficción para despertar las conciencias dormidas del público amuermado.
Cuando te digo yo que le ofrecen la enésima entrega de alguna saga franquiciada en Hollywood y hace las maletas antes de que cualquier crítico que le alaba pueda limpiarse sus gafas de pasta.

Porque ‘Jupiter’s Moon’ es una película con comentario social, claro, de la misma manera que ‘Avatar’ es un agudo retrato de las tradiciones tribales enfrentadas al progreso, o ‘Los Juegos del Hambre’ un testimonio sobre la rebelión adolescente contra el orden establecido.
Tonterías las justas, vaya.
El campeón de Mundruczó utiliza la crisis de refugiados siria para enmarcar su chula historia de chaval volador, y por un cierto tiempo de presentación consigue darte la impresión de que hablará sobre temas brutales, cazas humanas que se dan en las fronteras, crueldad funcionaria y corrupción generalizada del alma… pero no.

Al igual que sucediera en ‘White God’, los refugiados sirios son sólo un fondo vistoso (eso es lo triste, “vistoso”) para mostrar lo que en el fondo interesa, que era una revolución interespecie en aquella, y una caza del inmigrante milagroso en esta.
Por muchos prólogos hablando de la luna de Júpiter que es Europa, por mucho realismo a pie de campamento apreciando la roña fronteriza… esto tiene un espíritu mucho más lúdico de lo que propone inicialmente, y va saliendo a flote cuanto más avanza la historia.
Que, por lo que a mí respecta, ningún problema, las mejores historias de ciencia ficción ganan cuando hablan de la sociedad que las ha engendrado, incluso las que sólo quieren divertirse, pero desde luego hay un problema cuando se vende la crítica al sistema como carnaza por la que hacerse un hueco en festivales especializados y revistas de cine, mientras que el elemento fantástico no es gran cosa, pese a comerse la gran mayoría de los desproporcionados 160 minutos que dura.

En ese tiempo, Aryan Dashni aprende de manos del impopular médico Gábor Stern cómo ese extraño planeta llamado Hungría no se parece en nada a lo que le habían prometido, pues sus habitantes compran o venden afectos y creencias sin apreciar que los hayan conseguido, asimismo distinguiendo escrupulosamente entre quiénes merecen tenerlos y los que todavía pueden sobrevivir un poco más sin ellos.
Para él, que confiaba incondicionalmente en la presencia de un padre que nunca le iba a abandonar, es todo un nuevo mundo: a este lado de la frontera no quedan padres en quiénes confiar, ni esperanzas que depositar en nada que no sea el efímero beneficio monetario o carnal. Un revelador plano a medida que desciende por la fachada de un edificio muestra esas vidas encajonadas, diminutas, consumidas tanto en lo trivial que apenas son capaces de mirar fuera y ver un hombre volar.

Su inesperado compañero de persecución Gábor no es diferente, él también perdió la capacidad de asombrarse de la gente, pero es precisamente a través de Aryan que empieza a recuperar cierta fe por algo más allá de esas “vidas horizontales” que les rodean, considerando que merece la pena mirar al cielo después de que un error de hace años no le permitiera alzar los ojos más allá del suelo.
No deja de ser irónico que tenga que ser el inicial médico negociador por la fe quien, al final, se convezca de que Aryan puede tallar un cambio: como un apóstol moderno, empieza renegando de la causa, sin dejarla de lado porque el beneficio económico del S.XXI obliga, para al final abrazarla por revelarse más pura que cualquier noche de sexo triste y alcohol amargo.

Todas esas cuestiones morales y religiosas recorren la espina dorsal de lo que, a fin de cuentas, no deja de ser un relato juguetón de la realidad: ¿daríamos asilo o atención a un Jesucristo moderno en estos tiempos de países divididos y cinismo eterno?
Probablemente no hacía falta tanto mareo, ni tanta recreación artística, para llegar a esa cuestión.
Pero es “bonito” (en el sentido más cursi y simplón del término) pensar que todo un país podría suspender su incredulidad, y empezar a creer en algo más, a la cuenta del escondite de un niño, como si fuera un juego al que nos hemos olvidado de jugar, uno que necesariamente debemos balancear con la realidad.

Eso sí, de los problemas reales del mundo, esos que lamentablemente no se quedan en la ciencia ficción, ya hablaremos otro día, querido Mundruczó.
Charles
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7 de julio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Premiada como mejor película y mejores efectos especiales en Sitges 2017, el director Húngaro Mundruczó sigue en la linea de su anterior trabajo "White Dog" (2014), esto es: un batiburrillo de ideas, tonos y géneros apoyados en premisas más o menos originales, llamativas y con connotaciones pseudometafísicas que abren unas posibilidades que Mundruczó no explora y las convierte en vías muertas después de un recorrido de dos horas.
Al menos hay que reconocerle que imprime ritmo y atmósfera a la historia y mueve la cámara con acierto en un abanico de posibilidades consiguiendo un puñado de escenas (la persecución con coches es notable) que mantienen nuestra atención en espera de algo que justifique la trama donde el inicio promete una mirada descarnada sobre las migraciones y su represión en esta Europa que se amuralla ante las olas de un mar imparable que ella misma contribuye a agitar. Pero al final la cosa va derivando, dando bandazos de acá para allá entre personajes atormentados por la culpa, la religión y probablemente otras cosas que se me escapan entre vuelo y vuelo de un protagonista que parece no tener personalidad propia. Júpiter tiene 69 satélites hasta la fecha. Al sexto en distancia le llamamos Europa. Fría y desolada en su exterior parece que puede albergar vida en su interior. Quizás la antítesis de nuestra vieja y querida Europa terrestre. 

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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31 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La peli no hace más que dar vueltas a lo mismo. Todo gira alrededor de sobornos del mismo tipo y en cuanto a lo sobrenatural, no es creíble en absoluto. Es demasiado reiterativa. Lo único que salva en cierto modo a film es que aunque te aburra sobremanera, quieres esperar a ver que ocurre al final. Y sinceramente es decepcionante
Ecanamore
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13 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena, podía ser una gran película y se quedó en nada.
Dicen los cineastas que un buen guion soluciona una película mediocre, pero no viceversa. Y esta película es el mejor de ello, de hecho podría usarse como ejemplo en las escuelas de cine.
La película tiene una dirección maravillosa, unos efectos especiales originales y diferentes, solo le faltaba contar una historia genial y sorprendente, pero fracasa en este importante punto, la película no tiene guion. En una absurda huida hacia adelante, sin más.
Jorismos
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22 de noviembre de 2017
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo leía y no lo creía, se estrenaba una película con efectos especiales, premiada en Sitges y a la vez drama social con denuncia incluida sobre la lamentable situación de los refugiados en Europa.
Lo nunca visto. Los ojos se me hacían chiribitas, los dedos huéspedes, la temperatura corporal subía y el ánimo crecía. Cuántas ganas tenía de que llegara el día, de echarme al gaznate una nueva bebida, mágica pócima, alegría. Y el regocijo del alma y la felicidad audiovisual. Todo incluido. Un dos por uno como no lo hay en ningún sitio. Salga del cine con la conciencia reluciente del hombre informado y redimido de sus infinitos pecados y, también, con la dicha de contemplar un espectáculo evanescente. A todo dar.
Para mí pensé: este chollo inusitado me lo van a quitar de las manos, la sala va a estar a rebosar. Las colas miles de kilómetros tendrán. Masas enfervorecidas compuestas por libres y juiciosos ciudadanos que se matarán por una entrada, ansiosos de degustar tanta maravilla y ciencia acumuladas, tanto empirismo y buenos sentimientos allí derramados.
Así que allí, al mismo cine, me fui. La noche anterior. La noche entera. Con mi tienda de campaña y mi saco de dormir. Lo entendieron, algunos curiosos o agentes de la autoridad, cuando les expliqué el caso. Les pareció de lo más normal teniendo en cuenta el percal, las inevitables aglomeraciones y los muchos empujones que había, a toda costa, que evitar. Comprendieron mi pernoctación intelectual, mi noche de guardia, mi lógica prudencia y quizás temeridad.
Algo de frío pasé. Ni un ojo pegué. Pero lo asumo. Y lo asumiré.
Pasaban las horas y nadie aparecía. Raro, inaudito, me decía. Cierto es que yo hice lo mío, queriendo evitar el conflicto, a todo el que pasaba o mucho se acercaba con odio, para así espantarlo y que no me hiciera la competencia, le miraba.
Será que mi mal mirar funcionó. El caso es que cuando la hora esperada llegó, allí estábamos solo el acomodador y yo. Toda la sala para mí. Sorprendido me hallé y me vi. Qué gran soledad y cuanto hondo frenesí.
Qué rara es la gente que, a pesar de lo dicho, por allí de su bulliciosa presencia ni siquiera un atisbo tuve. En fin. Qué extraño es el mundo, pensé para mí.
¿Qué pasaría si Dios, en mala hora o por un casual, aburrido de su inmensa individualidad en el paraíso celestial, harto de mirase el ombligo, cansado de su grandiosa mismidad y, quizás, hasta un poco preocupado por los continuos desastres y chapuzas y horrores perpetrados por sus criaturas humanas ya casi olvidadas pero hace un rato, no me digáis por qué, recuperadas a sus ojos y algo más gratas, digo, qué sucedería si decidiese tomarse unas vacaciones de sí mismo y hacernos una visita? ¿Qué disfraz escogería? ¿En quién se reencarnaría? ¿O no bajaría él y mandaría a un interfecto a hacer el trabajo sucio, a un ángel como emisario perfecto?
Y más preguntas: ¿Cómo reaccionaríamos los humanos ante su presencia? ¿Hace tanto tiempo que nos abandonó, como un amante al que quisimos y ahora odiamos por su eterna ausencia y dejadez, que ya ni sabemos cómo es, ni le queremos ver? ¿Creemos que ya lo habíamos matado y lo dimos por muerto y enterrado? ¿Estamos tan a otra cosa que es imposible que lo reconozcamos? ¿Si lo reconociésemos, iríamos a por él, a volverlo a matar, a rematarlo de una maldita vez para siempre jamás? ¿Y si volviese nos daría alguna explicación, nos pediría por tanto, por todo, el necesario perdón?
Bueno, la ley de la gravedad es una de las causas principales que justifican la famosa y ominosa espantada del Demiurgo nuestro, con ese descubrimiento de Newton se nos cayó el Antiguo Régimen, la idea tranquilizadora de un universo organizado por Dios en el que nosotros eramos su reflejo, el centro de la creación. Pues no. Nuestra materia circundante, y la nuestra propia, obedecían a reglas físicas, medibles, empíricamente demostrables, neutras, puramente matemáticas, ni Dios ni leches.
Y nuestra amada Tierra no era la reina del baile de fin de curso como habíamos creído durante tanto tiempo. Al contrario, qué va, era una pobre desgraciada de la que apenas se tenía noticia, que vivía en un cuchitril del pueblo más pequeño y olvidado que imaginarse quepa. Un ser sin sustancia, anodino, minúsculo, prescindible.
Lo que vino después, ya lo sabéis, un mundo nuevo, más científico y racional pero igualmente necesitado de alguna trascendencia, de consuelo, de seguridad, de un marco que nos sostenga y dé sentido. Pero no lo encontramos y hemos buscado mil placebos o chuscos sustitutos que no hacen ningún efecto. Por eso andamos tan tristes y perdidos, tan rotos y desvencijados.
Por eso, en esta película aparece ese ángel o trasunto del Gran Hacedor. Para darnos nuevas esperanzas e ilusiones, para hacernos sentir que Dios no se había olvidado de nosotros, que nos quiere todavía, aunque tanto disimule, y con cariño nos mira. Que ahí está para lo que queramos. A toque de pito. Que nos deja el número de móvil y el guasap.
Y el traje que se pone es el de un refugiado sirio. Porque Dios también es un hombre bueno, qué os pensabais, majaderos ateos, él comparte vuestros mismos ideales y valores, y por eso se pone en la piel de los más desfavorecidos, para dar ejemplo, para que no seamos crueles con ellos y les ayudemos en estos duros momentos.
Pero claro, como somos tan malos y lerdos, a tiros lo recibimos. Lo matamos y no le queda más remedio que volver a resucitar, sí, como aquella vez, repartir milagros y grandes espectáculos, voladeros ellos siempre, allá por donde va.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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