Viaje a Nara

A las 09:30 volvimos al Victoria Eugenia, el cual no hemos visitado tanto este año, para al fin ver en una fila decente una película de Sección Oficial de la que no esperábamos nada por no saber que atenernos: Vision, lo nuevo de Naomi Kawase. Boscosa región japonesa de Nara. Jeanne, una ensayista francesa, llega a estos frondosos parajes para asistir y documentar el nacimiento de Vision, una flor medicinal que se dice soluciona la angustia espiritual y florece cada mil años. Allí se encontrará con el guardabosques Tomo, un hombre misterioso y contenido. En la convivencia del tiempo de espera florecerán los sentimientos pese a las barreras culturales. Kawase vuelve a filmar un introspectivo ejercicio de cine de la naturaleza, de poesía mística de los bosques y las plantas. Una película sensible y mágica, de divagación filosófica y romances aderezados por el impacto y los tempos de los ciclos de la naturaleza. Una trama de historias humanas y familiares cruzadas siempre imantadas por el vasto magnetismo del escenario natural en que todo sucede. Una muestra del estilo de la nipona que no evoluciona pero sí corrige rumbos melodramáticos farragosos de sus últimas iteraciones. Película, que duda cabe, parsimoniosa y complaciente, con unas partes humanas débiles no cohesionados con el resto del relato, al que le falta pulsión. Son las partes arbóreas con música las que más destacan de la película, que gracias a una hermosa fotografía y gusto en el encuadre nos brinda momentos muy hermosos. Película no excepcional ni mucho menos, pero uno de los buenos trabajos de la Sección Oficial.

Dieciocho films llevaba ya en sus alforjas esta directora japonesa (Nara /1969) incluida una Cámara de Oro en Cannes en el 97 por "Moe no suzaku", cuando la descubrí con "Aguas tranquilas" (2014) que me dejó poso y decidí seguirle la pista. En sus siguientes tres trabajos incluido el que nos ocupa no he vuelto a encontrar ese poso.

Supongo que dado que Kawase nació en Nara sus vínculos con el monte Yoshimo patrimonio de la humanidad hacen que le conceda el protagonismo de esta cinta donde sigue mimando la fotografía enraizada en sus orígenes en este caso de la mano de Arata Dodo con quien ya colaboró en su anterior trabajo "Hacia la luz" (2017). Las relaciones que el propio monte como entidad viva establece con algunos de los personajes crean una atmósfera mística, de comunión con la naturaleza que promete ser interesante en la primera hora. Sin embargo a medida que avanzan los minutos Nawase se enreda en un onanismo  críptico cuyas claves entiendo deben ser algo más que ese pasado del personaje que encarna La Binoche en esos poco afortunados flashbacks. Nagase y Binoche ceden la sugestión de sus rostros dejándose llevar sin rumbo por la mirada de Kawase. Más interesante es el personaje y la labor del personaje que encarna notablemente Mari Natsuki que como todo queda diluido entre algo tan maravilloso como el viento entre las ramas de los árboles, aunque eso solo no de para casi dos horas de metraje.

Lo de la planta "Visión", los números primos y el ciclo sagrado cada mil años, suena a Macguffin barato. Otra vez será.

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Toda la película es un ejercicio de preciosismo y filosofía muy asiáticos, a menudo difíciles de digerir para el público occidental. El visionado no es para personas ansiosas ni con prisas. Teniendo esto presente, se puede disfrutar de los impresionantes parajes, incluso intentando entender la idiosincrasia japonesa, a pesar de las continuas parrafadas existencialistas y la dudosa fiabilidad científica de la existencia de la planta que se busca, como si fuera la recreación del mito clásico de las leyendas populares. La flor curativa que se presume que existe pero que nadie ha visto. A partir de aquí, el hilo se sube tanto por las ramas que ya ni se sabe dónde está el bosque. El talento de Juliette Binoche queda francamente desaprovechado. Es digno de mejores empeños. Aquí sólo sirve para dar prestigio a la producción.