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Entre el amor y el pecado

Drama Daisy Kenyon (Crawford) es una creativa de una agencia de publicidad atrapada en un triangulo amoroso con dos hombres, uno que ama sin esperanzas y otro al que no puede amar. Envuelta en una aventura amorosa con un abogado casado Dan O'Mara (Dana Andrews), que no tiene intención de dejar a su esposa, conoce al sargento Peter Lapham (Henry Fonda), un buen hombre y un gran caballero, el cual se enamora de ella. Aun teniendo sentimientos ... [+]
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
25 de septiembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me gustan los melodramas, ni a Dana Andrews tampoco. No le gustan los melodramas ni que le hagan escenas. Hombres casados con amantes sin más son temas tan particulares que a pocos interesan pero cuando, en este caso, me he encontrado con dos tíos tan formales y elegantes como Dana Andrews y Henry Fonda, me ha picado la curiosidad. Lo bueno de Daisy Kenyon es que dos hombres compiten por el amor de Joan Crawford y estas tres personas son de trato civilizado, casi exquisito, y muy inteligente; aquí no hay celos mal interpretados ni cenutrios amenazando ni marcando territorio, aquí lo que hay es educación, oficio y madurez, lo que da a la película un ambiente más que interesante. Una película de categoría que, en realidad no es un melodrama, habría que quitarle el "melo" porque un melodrama es como para terminar llorando, y casi casi tampoco es un drama, en realidad es una lección.
floïd blue
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5 de julio de 2009
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre que veo estas pelis en blanco y negro con Joan Crawford como principal protagonista femenina, me digo "¿qué tenía esta mujer, con lo fea que era y la cara de maestra solterona-frustrada que Dios le había dado, para que los hombres más apuestos se enamoraran de ella y ocupara el primer papel en películas de directores importantísimos de su época?" No lo sé, pero me gustaría saberlo.

El argumento va de un abogado prestigioso (Dana Andrews) que está casado con una mujer estupenda y desde luego mucho más linda que Joan Crawford, pero que sin embargo mantiene durante años una aventura de infidelidad con otra soltera llamada Daisy Kenyon (la Crawford). En un momento en que ésta está harta de ser sólo la amante y viendo que no tiene así ningún futuro, aprovecha que un sargento (Henry Fonda) recién regresado de la II G. M. la pretende y le pide matrimonio, para desligarse de su amante e iniciar su propio proyecto matrimonial. Sin embargo, el abogado no se conforma y sigue pretendiendo el amor de ella, con lo cual a partir de ahí se desarrollará trío de amores problemático.

Buena película y mejores los tres primeros espadas protagonistas.
stefani
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8 de abril de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es de las películas que más me apasionan, pero resultó entretenida. Sobre todo considerando que hay actores de muy buen nivel.
Un Henry Fonda siempre descuidado pero bien parado. Una Joan que abre sus ojos de una forma casi natural.
No es recomendable, pero si uno quiere ver buenas actuaciones, esta película lo vale.
Sigfrido2
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15 de julio de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pintora renombrada y mujer de dulce carácter, Daisy Kenyon está siendo pretendida al mismo tiempo por el abogado newyorkino Daniel O’Mara, a quien cree que ama, y por Peter Lapham, un militar que está fuera de servicio tras la II Guerra Mundial, al cual simplemente aprecia. O’Mara está casado, y tiene dos lindas hijas que le quieren profundamente, mientras que a Lucille, la madre, poco la valoran porque es una mujer de mano dura. Por su parte, Lapham quedó viudo hace cinco años, matrimonio del cual no quedaron hijos.

Triángulo amoroso con guión de David Hertz, basado en la novela que, en 1945, publicara la estadounidense Elizabeth Janeway (1913-2005), cuya obra general se centró especialmente en la problemática femenina del siglo XX. De hecho, Daisy Kenyon es el eje de esta historia, en el ejercicio de tomar la decisión más complicada de su vida, entre dos hombres talentosos y cultos que andan dispuestos a dejarlo todo por ella.

Una vez más, el director austríaco, Otto Preminger, nos ofrece un filme de gran solvencia narrativa en el que brillan las actuaciones de Joan Crawford, Dana Andrews y Henry Fonda, ofreciéndonos una ejemplarizante historia que, en la línea de “La muñeca de París”, “Marruecos” o “Alarma en el Rhin”, nos habla de los amores maduros, pues, el desenvolvimiento de los personajes en conflicto, es de una altura y una ecuanimidad digna de imitar.

¡Cuán sabio es el hombre que lo mismo sabe perder que ganar! ¡Cuán meritoria y admirable es la mujer que sabe conservarse íntegra y sensata cuando la vida más lo espera de ella! ¡Y cuán grata es la existencia cuando la gente sabe actuar en sociedad como lo reclama el bien general!

Da gusto ver la suerte de diálogos que fluyen en esta dinámica y significativa historia que, con el juicio que se lleva a efecto para dirimir una trascendental decisión, da perfecta cuenta de que “no hay como una crisis para comprobar lo que se lleva dentro”.

El desarrollo general de la historia, muy bien contada por Preminger desde lo actoral y en lo relativo a la plástica (sobria ambientación, iluminación intimista, una agradable partitura musical…), nos envuelve enseguida con la perfecta construcción de personajes, por los cuales logramos sentir tanta simpatía como la que logran inspirarse entre ellos mismos. Diseñadora gráfica… abogado… militar: Tres visiones muy distintas del mundo que, contra todo, logran encontrar que, lo que da altura a la existencia, es usar las tácticas de la razón y nunca las de la violencia.

Queda aquí un mensaje que toda mujer enamorada debería tener en cuenta: La altura y la integridad que un hombre demuestre para dirimir un conflicto amoroso o social, será la misma que demostrará en el trato contigo y con los hijos durante la vida matrimonial… y debes estar atenta, porque la vida te va a dar algunas oportunidades de apreciarlo.

"ENTRE EL AMOR Y EL PECADO" sirve con suma altura a la relación de pareja.

Cine para aprender a vivir.
Luis Guillermo Cardona
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12 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el cine de Otto Preminger, los trayectos pueden ser imprevisibles. Su sinuosidad, su suspensión de certezas, como un perfil que aún hubiera que precisar uniendo sus puntos, alienta la interrogante, la que te hace perder el paso, para reajustarlo, como quien aprende a caminar firme sobre terrenos pedregosos o movedizos. Daisy Kenyon (1947), adaptación de la novela de Elizabeth Janeway, publicada en 1945, guionizada por David Hertz, podría parecer que va a transitar los territorios más ortodoxos del melodrama, como los que la propia Joan Crawford protagonizó, o protagonzaría, en las excelentes De amor también se muere (1945), de Jean Negulesco, o en Los condenados no lloran (1950), de Vincent Sherman, pero los dribla para situarnos en territorios que parecen variar (como los decorados de fondo de la atracción de ferie del tren en Carta de una desconocida, 1948, de Max Ophuls) y hasta confundir el escenario, apuntando posibles sendas que no son sino desvíos que dibujan un planteamiento más complejo, desconcertante, aparentemente indeciso, como las ecuaciones sentimentales irresueltas, con flecos sueltos, del trío protagonista: una mujer, Daisy (Joan Crawford), entre dos hombres, Dan (Dan Andrews) y Peter (Henry Fonda), aunque todos parecen indecisos, minados. Dan entre Daisy y su matrimonio en proceso de permanente pero nunca culminada demolición, Peter entre Daisy y el fantasma de su esposa fallecida en un accidente cinco años atrás, motivo por el que se alistó en el ejército, como si un escenario de muerte pudiera generar el olvido de una muerte concreta. Hay una secuencia en la que se insinúa sutilmente la pauta que vertebra la sinuosidad: Dan pregunta a Peter, diseñador, cómo configura el equilibrio de un yate, esa parte que está bajo la superficie, no visible; él, abogado, nunca ha sido muy amigo de la lógica (como quien navega a impulsivo golpe de timón): ¿por qué realmente se siente atraído por Daisy y por qué no se decide a romper su matrimonio?. Paradojas. Equilibrio y lógica. Pero en el territorio premingeriano será difícil que se transite sobre rígidos opuestos, sobre cuadrículas. Resulta arduo en muchas ocasiones lograr discernir lo que sientes, muchas veces vas detrás de ti mismo, sin saberlo, persigues algo, hasta que lo alcanzas, y ves que es tu propio rostro. Quizás fantasmas como películas de las que cuesta desprenderse. Quizás, como Daisy, tras casarse con Peter, ya no ama al otro, a quien parecía enganchada, a Dan, sino sólo el recuerdo de cómo le amó, pero cuesta desprenderse de ese garfio. Porque primero hay que verlo. Como un cristal surcado por gotas de lluvia, hay que restregar bien la mirada para poder ver el exterior ya no de modo borroso, sino de modo bien perfilado.

En las secuencias iniciales, Daisy, ilustradora de una revista, se encuentra enganchada a Dan, casado, con dos hijos. Pugna consigo misma; repetidamente remarca que deberían dejarlo, porque es una relación que no acaba de consolidarse, porque parece suspendida en el aire como una promesa zarandeada como una hoja por el viento. Cuando Dan deja el piso se cruza con la cita de Daisy, Peter, quien llega en el taxi, con el que pretende que él y Daisy vayan a cenar. Pero Dan no quiere esperar su taxi (como el taxista en la primera secuencia no quiso esperarle a él; como Daisy parece cada vez más decidida a no esperar que se decida a abandonar a su esposa). Cuando Peter se le declara a Daisy, alude a sus heridas emocionales, pero Daisy le detiene. Le insta a que se deje de melodramas, porque no se puede tener clara la herida que aún atormenta: la hace historia, melodrama; hay algo que no encaja del todo. Dan es alguien desconcertante, alguien que aún parece marcado por la muerte de su esposa cinco años atrás, y por la guerra misma; aún es presa de las pesadillas. Daisy le aconseja que debe afrontar la muerte de su esposa, aunque él no lo tiene tan claro; no tiene claro cuál es la raíz de sus tinieblas. Y parece también el caso de Daisy o Dan. Ella afirma que ya superó la resaca emocional de Dan, pero en cuanto este reaparece el torbellino vuelve a dominarla. Hasta que no logre mirarlo de frente, hasta que no lo logre terminar la persecución de sí misma, y ver su propio rostro, no lograra descubrir la raíz de ese garfio. Y no harán falta melodramas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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