Emisario de otro mundo

Inquietante, opresora y bajo la sombra constante de la amenaza, la película que dirige R. Corman encuentra un camino capaz de hacer verosímil la trama, de dirigir al espectador hasta el terreno de su historia y de poner una pincelada de permanente intriga hasta que el metraje se agota.
No importa la dificultad intrínseca del relato o lo arduo de su estructura formal.
Hay que hacerlo y lo hace.

Cuenta la historia y la cuenta bien, está correctamente fabulada y la presenta con decoro.

Saber o no saber hacer cine, esa es la cuestión.

Una de las obras más conseguidas de Roger Corman, en esa época en la que encadenaba una película tras otra sin el menor sonrojo, con actores de cuarta fila, presupuestos raquíticos y guiones pergeñados entre toma y toma. Lo que le redimía era el sentido del humor y un profundo conocimiento de la gramática del cine que otros ni conocían de oídas (Franco, Naschy, por poner unos ejemplos). Not of This Earth es una película como tantas otras de Corman, barata, con actores de su cuadrilla habitual, la elástica Beverly Garland, sus fieles Jonathan Haze y Dick Miller, guión del prolífico Charles B. Griffith, música de Ronald Stein (pensad que Corman dirigió nueve películas ese año de 1957), pero rodada con buen tino y despachada en 67 económicos minutos. La historia posee intriga, suspense, horror, y sí, ya lo sé, unos f/x que echan p'atrás, pero resiste con dignidad el paso del tiempo. Dick Miller pone su granito de humor y Beverly Garland su palmito, que no era moco de pavo.
Curiosamente, Corman produjo 30 años después un remake de esta misma película, dirigida por el todoterreno Jim Wynorski y protagonizada por la porno star Traci Lords, famosa por haberse iniciado en dicho género a la tierna edad de quince añitos. En la película no enseña nada, pero se pasea con un bikini azul que da gusto verla. En cualquier caso, la buena es la primera.

De lo mejorcito del Corman de aquellos años. Deja a un lado los monstruos de gomaespuma y nos ofrece una versión espacial de los vampiros, una invasión secreta y quintacolumnista - léase comunista y no vampiro- un aperitivo del cine de asesinos en serie, tan raritos ellos como el protagonista del filme. Porque la única diferencia entre el protagonista y cualquier asesino serial es la motivación, pero no el procedimiento, ya que también estudia a sus víctimas o aprovecha casualidades y despistes para acorralarlas y asesinarlas.

Es curioso el look del protagonista, que recuerda a los "Men in black", con reminiscencias mitológicas ¿es una gorgona? pero también al "Corintio", ese asesino cuyos ojos son bocas dentadas y que los oculta tras unas gafas, un personaje creado por Neil Gaiman muchas décadas después, para su comic "Sandman" ¿un homenaje tardío?

Un filme bien construido, con todos los elementos fantásticos habituales -control mental, cachivaches alienígenas, esa necesidad de conquistar el mundo- y también con los elementos del cine policíaco de asesinos- la chica en casa del asesino conocida del policía, el sótano peligroso, ese horno, la gente que desaparece- resulta una acertada mezcla de géneros, bien llevada por Corman, apoyado en sus habituales del reparto, desde una Garland solvente y activa, lejos de ser la pobre victima asustadiza, a sus secundarios talismán, como Dick Miller. Obra a destacar, dentro de una serie B tan estigmatizada.

Como curiosidad, tuvo dos remakes.

Decir que "Emisario de otro mundo" es una película dirigida y producida por Roger Corman es un enunciado que ya por sí mismo explica mucho sobre lo que nos podremos encontrar. Si además de eso confirmamos que no se trata de ninguna adaptación de ningún texto de Poe y que no aparece el gran Vincent Price, entonces aquellos que hemos escrutado algo la filmografía de Corman ya sabemos qué se puede encontrar en una película como "Emisario de otro mundo".

Efectivamente, la película responde a las características del cine de Corman, unas buenas, otras no tanto. Que sea un largometraje corto, de apenas una hora y pico, es algo que siempre me motiva, es sólo un poco más de lo que dura un capítulo de alguna serie actual. Además, tiene la innegable buena intención de querer entretener más con (supuestas) buenas ideas que con sus escasos efectos. Estamos hablando de extraterrestres y de comunicación interestelar... pero en los años 50 y de la mano y el bolsillo de Corman. Unas lentillas de color blanco, siete u ocho actores a lo sumo y a positivar como dicen que decía Ed Wood. Dicho de otra manera, es una película que ni los fieles seguidores de sci-fi verán con buenos ojos y que sólo una tarde con mucha condescendencia nos permitirá valorarla aprobándola.

No me extraña pues ser el único que haya hablado hasta hoy sobre "Emisario de otro mundo", una película que se ve rápido y servirá para echar unas risas. Yo ya me imaginaba qué podía encontrarme y no me ha sorprendido, siempre que leo el nombre de Corman como director y si se me pone a tiro, no puedo evitar intentarlo. Lo digo con cierta nostalgia: a Roger Corman no le pido más.

Jeremy.
Película visionaria y alegórica que se adelanta o se las veía venir claramente décadas antes de que saliera a la luz un nuevo mundo o asunto que ya estaba larvado o cociéndose a fuego lento en aquellos lejanos tiempos, sea, habla del poshumanismo o transhumanismo, de esos seres humanos que se parecen a nosotros, pero que no lo son realmente, ladrones de cuerpos o almas, de sangres y espíritus, vampiros, El ansia (viva), o más concretamente, del lugar o espacio de operaciones a todo este ominoso respecto, de los cyborg, del ámbito donde se produce todo el desarrollo experimental en lo referido a los nuevos humanos que ya no son o serán tales, es decir, hace evidente referencia o alusión, solo hay que tener ojos para verlo, al deporte o los deportistas que en verdad son seres mutantes o transitorios y en los que en su cuerpo ya no hay sangre, sino a espuertas radioactividad y que para poder sobrevivir y disimular y competir (eso es lo de menos, una día más con vida es lo importante) necesitan hacerse constantes transfusiones de sangre, lo mismo, es ya sabido por todos esto, que los cantantes, sí, es un virus mendaz mortal de necesidad que se está extendiendo por todo el mundo a toda velocidad a pasos agigantados, el COVID fue el remate, el acelerador de partículas, tan solo quedamos unos pocos limpios de polvo y paja, sanos, enteros y verdaderos, los demás, metal, dióxido de carbono, retales, ácido alienígena, cacharros, putos engendros, jodidos demonios, escombro, eso.
Ensayo sobre la ceguera, claro, metáfora sobre la ignorancia de la población en cuanto a lo que este pavoroso implacable suceso proceso supone, no ven, no se enteran, para variar, de la misa la media, de nada ni aunque delante de sus narices lo tengan y les muerda, rabia, vivos les coma, santos inocentes, pobre gente.
Médicos abducidos, otro símbolo palmario, obvio, abuso, las farmaceúticas que compran voluntades y votantes, países enteros con sus políticos primero (esas democracias fenomenales en las que el pueblo no cuenta ni decide absolutamente nada sobre nada, cero patatero, en las que le sustraen el dinero al ciudadano cuando, cuanto y cómo les da la gana para hacer con él lo que les sale de los cojones o les mandan más bien sus amos y palante, y donde sus supuestos representantes, esa mala broma, esas cutres putitas, representan a potencias o poderes supranacionales, y aplauden, dale, vivimos en el mejor de los mundos posibles, que me quede como estoy, virgencita), y a los mass media, esa turba abyecta, y lo que sea, para introducir inocular su veneno a diestro y siniestro para transformar lo humano en pasado nefando, leyenda, eco lejano, recuerdo olvidado, en esas estamos, gozando, camino de perdición, haciendo el ridículo, humillados y ofendidos, felices.