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El último gángster

Cine negro. Drama Tras diez años en la cárcel, un antiguo capo de la mafia (Edward G. Robinson) queda en libertad, pero le resulta muy difícil adaptarse a los nuevos y cambiantes años 30. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
23 de febrero de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todavía sigo empapado por el fuerte aguacero que cae sobre la ciudad en sombras. También empapado, y para siempre, de la lección actoral de un fenómeno llamado E. G. Robinson y de la lección cinematográfica del sorprendente Edward Ludwig. ¡Qué peliculón! "El último gángster". Una obra maestra. Sí, la culpa es de esos dos tipos. Me han agarrado del cuello y me han introducido de lleno en su fascinante mundo de blanco y negro. Y no me han soltado hasta la última secuencia. Tirado en el asfalto estoy, empapado de la cabeza a los pies, con la boca y la mente muy abiertas. Ha sido todo tan rápido.
"El último gángster" (no podía ser otro que E. G. Robinson) seguía en la cima a pesar de sus sucias maniobras, de sus odiosos crímenes, de su fatuidad. Pero resulta que lo bajan a patadas. Lo meten en la cárcel, lo abandonan, lo pisotean, se ríen de él. Sale de la cárcel con sed de venganza pero aún va a tener que sufrir lo suyo. Es el penúltimo giro de la fantástica trama. La penúltima dificultad para E. G. Robinson. ¡Ánimo E. G. un registro más!. Y E. G. lo consigue. Y la película es magnífica y Edward Ludwig la dirige de manera magistral.
Cuando me he secado y estoy apurando mi café frente a la chimenea, me viene fresca a la memoria, la maravillosa secuencia en la que Edward G. Robinson le habla a su pequeño recién nacido a través de la mampara de cristal. Con cuatro gestos y cuatro muecas deja claro a quien ama y a quien no. Sólo podía hacerlo E.G. Un actorazo. Puro cine.
el chulucu
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1 de marzo de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico thriller clásico dirigido por el poco conocido realizador Edward Ludwig donde los claros ecos de la vertiente del cine negro –y de la literatura– “crook story” (historia narrada desde el punto de vista de los delincuentes), del drama carcelario y del melodrama se aglutinan de forma admirable.

Con un ritmo ajustado y una modélica continuidad interna durante todo su metraje (salvando una elipsis temporal en un secuestro que, en mi opinión, debería haberse presenciado), el film nos va diseccionando la personalidad de un gánster –impresionante Edward G. Robinson–, desde su presuntuosa y visionaria forma de entender la vida, pasando por la obsesiva inclinación en perpetuar esa forma suya de vivir en la figura del hijo que ha nacido y que apenas conoce, hasta su reaparición, en un mundo que ha evolucionado y que ya le es ajeno, como un hombre triste, envejecido y derrotado, solo redimido, en su final, por el amor a ese hijo ya casi adolescente, el único ser que verdaderamente sabe que ama desinteresadamente y al que no puede ni ha podido disfrutar.

El film posee, en muchos aspectos, una evidente estética expresionista, predominado los espacios cerrados o nocturnos, y donde la violencia –explícita y brutal– en unas ocasiones, y el miedo en otras, determina el comportamiento de todos los personajes, muy bien interpretados –aparte del portentoso Edward G. Robinson– por un joven James Stewart y por una atractiva Rose Stradner entre otros actores de lujo como John Carradine y Lionel Stander.
Y el tiempo narrativo ocupa un amplio margen: diez años. Es el tiempo que dura la presentación del personaje, la dura condena –física y psicológica– que debe cumplir y su expiación final en busca de un futuro que no existe.

Mención especial habría que otorgar a dos largas y memorables secuencias: la de la tortura del protagonista y de su hijo para que confiese el primero el lugar donde resguarda su botín y la del deambular nocturno de padre e hijo por el campo bajo la lluvia hacia la casa familiar que nunca ya será la de nuestro hombre.

Una película, en fin, que por su calidad merecería más amplio conocimiento ya que roza o supera la altura de films del presente género más considerados y en la memoria de todos.
Luis Ángel Lobato
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2 de noviembre de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película prácticamente desconocida es una pequeña joya del cine negro americano del primer tercio del siglo pasado, donde toca diversos temas, mafia, drama carcelario, venganza, amor y orgullo paterno filial y por último la redención.

Vemos a un capo mafioso en lo más alto de su carrera, orgulloso y desafiante en todo su esplendor, y su caída a los infiernos, cumpliendo condena en Alcatraz, "la roca", donde si él es duro el resto de los reclusos también, y su obsesión por su descendencia, por tener un varón para enseñarle todo lo que sabe y que le herede, algo que en aquella época se consideraba fundamental en todos los aspectos de la sociedad, donde las mujeres no tenían derecho al voto y dependían enteramente de sus padres y luego de sus maridos, donde su importancia en esa sociedad machista no era otra que la de procrear y cuidar a sus hijos, ¡cuánto hemos cambiado, que hasta un partido político cambia su nomenclatura del masculino al femenino cual de si un nuevo matriarcado se tratara.

Destacar al actor de ascendencia húngara, Edward G. Robinson, que tenía cierto parecido con Napoleón Bonaparte, como se le denomina en la película magníficamente dirigida por un desconocido, al menos para mí, Edward Ludwig, contando con la participación de Rose Stradner, mujer de estimable belleza también bastante desconocida, y de un joven James Stewart en un papel secundario.

La película es notable por su dirección pero sobre todo por la actuación de Robinson, un actor que sólo con sus miradas y sus gestos lo expresaba todo, el orgullo por ser padre, el dolor, la decepción, la furia, el amor, en definitiva, un señor actor.

Notable, 7.
andeltor
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28 de enero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los convulsos años 20 muchas guerras se libraban en América. La ley seca regó sus calles de tiranozuelos ávidos de poder y de sangre.
Edward G.Robinson es uno de ellos. Cual pequeño emperador se cree en la cima del mundo. Por encima del bien y del mal. Debería tener detrás suyo a alguien que le susurrara aquella frase de " Recuerda que eres mortal", como le susurraban a Robert Taylor en " Quo vadis", cuando regresaba victorioso de sus campañas, para que la borrachera del triunfo no se le subiera a la cabeza.
Pero Edward G. no tiene a nadie así. Se levanta la competencia como se levanta el puro, Trafalgar, Austerlitz, se siente como Napoleón, sólo le falta su Josefina y ya la ha encontrado.
Josefina no se entera de nada. Claro, es que es extranjera. Permitidme que discrepe con este argumento pero jamás me he creído que ninguna esposa en el mundo ignorase las actividades de sus maridos. Como mucho se hacen las suecas, que es diferente. Pero, bueno, siempre ha sido la gran excusa que han utilizado ¿ verdad?.
Pero al lío que ya me estoy yendo del tema.
Aquí Josefina no sabe nada y en mal momento se queda embarazada, justo cuando a su Napoleón le recluyen en la isla de Elba.
Napoleón está feliz y no pierde la esperanza. La Roca no va a aplastarle y, además, está su hijo que será como él, el pequeño emperador.
Pero a cada Napoleón le llega su Waterloo. Y va a ser una batalla cruenta. Sólo nos queda por ver cómo lucha un hombre cuando tiene una buena causa en una batalla perdida.
G. Robinson emperador del cine. De los más grandes. Auge y caída de un dios.
Izeta
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