Una droga llamada Helen

Lo primero que llama la atención de esta película es la habilidad técnica con la que está rodada y especialmente en las escenas en las que la cámara sigue a los coches en movimiento. Esa habilidad se nota desde las primeras escenas y ese buen acabado técnico ya no desaparece en todo el metraje donde se desarrolla una historia muy rebuscada que mezcla un discreto destape con la intriga y las características típicas de las generalmente encantadoras coproducciones morbosillas fechadas entre finales de los años 60 y primeros de los años 70. Está protagonizada la película por Carroll Baker que volvería a trabajar con Umberto Lenzi poco después en "Detrás del silencio" y que procediendo de Hollywood se adaptó bien al ambiente cinematográfico europeo durante su etapa en dicho continente. Como actriz se defendía y como mujer era una mujer sugestiva. Umberto Lenzi obtiene aquí un resultado superior al que logró en el western "El sabor del odio" aunque dicho western tuviera algunos puntos de interés. La película remite a una época añorada por determinados cinéfilos y se desarrolla en unos ambientes que resultan deslumbrantes de cara a ser recogidos por la cámara que ofrece al espectador un panorama atractivo dentro de una película que resulta ágil en todos los aspectos. Una obra representativa de la bonita época de las coproducciones europeas basándose en moldes ya establecidos pero revelando al mismo tiempo una gran personalidad.

Aviso para navegantes: Un tranquilo lugar para matar/Una droga llamada Helen no es un giallo, a pesar de que aparezca en una colección dedicada al ídem. Se trata de una vulgar película de intriga cuyo final se deduce a kilómetros de distancia. Es obra del estajanovista Umberto Lenzi, un tipo que maltrató todos los géneros sin ni siquiera inmutarse. Una corredora (?) de Fórmula 1 recibe una llamada de su ex, aunque en realidad es de la nueva esposa de su ex, para pasar unos días en su lujosa residencia de... ¡Palma de Mallorca! Eso es lo que tenían las co-producciones de la época. A partir de ese momento se suceden los polvos (¡uy, perdón!), los equívocos y los recorridos en yate a pleno sol, mientras la ex desbanca a la nueva y todos nos percatamos de la perversión del interfecto, que sin duda enarbola un diamante allí donde todos sabemos. La pareja protagonista es de traca: Carroll Baker, ya lejanos los tiempos de Baby Doll, que se ganaba la vida en Italia enseñando el culo, que tampoco era para dar saltitos de alegría, y Jean Sorel, un curioso remedo de Alain Delon, con demasiados dientes cuando sonreía, escaso talento interpretativo, por no decir nulo (¿Cómo iba a poder siquiera igualar el potencial perverso del ser que encadenó A pleno sol, Rocco y sus hermanos, El gatopardo y El silencio de un hombre, entre tantas?). Con música de cabaret barato, postales de Ses Illes y un morro que se lo pisaba, Umberto Lenzi ejecuta una película que en España tuvo mucho éxito por su componente sexual (?), pero que vista hoy te deja mas bien frío, tirando a gélido. Y encima salen Alberto Dalbés, carne de fotonovela, Hugo Blanco y Luis Dávila, un clásico de las co-producciones. Adecuada para tardes de canícula con aire acondicionado.

Mediocre película de intriga policíaco-psicológica, que es una más (ni la peor ni la mejor) de Umberto Lenzi, realizador por lo demás, simpático al ser un incansable trabajador que trató, al menos, de trascender en el mundo del cine, sin conseguirlo en términos de estrictas cualidades cinematográficas pero que nos dejó alguna peli divertida, morbosa, amena, siendo recordado por ello con cariño.
En esta ocasión se trata de una co-producción donde me temo que Francia y España ponen la co e Italia la producción. Casi todo el elenco artístico es de esa nacionalidad, así que...
Se puede ver, no aburre mucho, pero es repetitiva amén de que, en efecto, se ve venir el final desde casi el comienzo, pues no podía ser otro.
Carroll Baker, lejos de sus primeros trabajos en Hollywood todavía sigue muy guapa y Jean Sorel está francamente mal, muy guapo... supongo, pero insípido y muy soso.
Bonita fotografía, tomas para el turismo de zonas de la isla de Mallorca y poco más.
A destacar, viéndola hoy en día (octubre de 2018) la escena del tiro de pichón, dándoles perdigonazos de verdad a los pobres animalitos. Hoy en día la Sociedad Protectora de Animales hubiese puesto la mano en el cielo y se habría prohibido... digo yo.

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Uno de los últimos giallos pre El pájaro de las siete plumas.
Lo peor: todos los personajes importantes son desagradables, la historia se regodea en mostrar lo repugnantes, oportunistas, corruptos y viles que son. En el caso de Helen además es estúpida. Todo es contradictorio, si bien eso es a propósito para despistar, llega un momento que las cosas se vuelven totalmente imposibles. Sacrifican el verosímil por los giros sorprendentes.
Lo mejor: todo el tiempo está pasando algo. Se preocupa más que otras películas de la época por "justificar" las escenas de sexo.
Como en El dulce cuerpo de Deborah, todo es hermoso, elegante y sofisticado. Con una dirección clásica que trata de asemejar en la forma en que lo cuenta, no lo que cuenta, a Hitchcock.
Helen empieza siendo un personaje interesante y bastante atípico para un giallo, a diferencia de otras protagonistas es una mujer divorciada que se quedó sin nada y tuvo que rebuscárselas por su cuenta con diferentes trabajos, entre ellos piloto de auto de carreras. Lástima que después lo desperdician.
El vínculo entre Helen y Constance, le podrían haber sacado más provecho a su posible complicidad.
Que el objeto del deseo y la perdición sea Maurice, el rol que casi siempre les daban a las mujeres de seres manipuladores que engañaban con sus intrigas y artilugios y seducción a los hombres, acá es al revés.