Bad Biology

Bad Biology es el aberrante resultado de la vuelta al cine de uno de los grandes del cine casposo y de divertida serie B Frank Henenlotter, el creador de bizarras producciones como la ya de culto “Basket Case” o “Frankenhooker”.

En esta ocasión, la retorcida mente del director (doblemente enferma, por dirigir y escribir esta película) nos narra la historia de dos personas con peculiares disfunciones sexuales… Por un lado tenemos una mujer con siete clítoris para la que el sexo es vital y lo disfruta hasta extremos insospechados. Además de ello, cada vez que mantiene relaciones queda embarazada y en cuestión de minutos, da a luz un engendro deforme… su alter ego masculino es un joven con un monstruoso pene con conciencia propia y propios apetitos sexuales insaciables… el encuentro entre ambos personajes es inevitable y, como no, explosivo…

Aunque bien podría ser este el argumento de una película pornográfica cutre, F. Henenlotter lo lleva al terreno de la comedia (aunque sexo tener tiene a raudales, pero en una clave de hilarante humor freaky) y roza el absurdo por momentos acompañándonos en las aventuras de estos personajes y sus agresivos genitales.

Un aspecto en su contra resulta el hecho de que la película va perdiendo fuelle según avanza (no llega a aburrir, dado su escaso metraje), lo muy gracioso del comienzo (dado el factor sorpresa) se bucla sobre si misma y pierde un poco de chispa además de desaprovechar su final que encuentro bastante mejorable.

Cutre, es muy cutre. Divertida, es bien divertida… pero no para todos los paladares, sólo para aquellos dispuestos a buscar el chiste en lo zafio, en lo vulgar y saber echar buenas risas con ellos. Perfecta para ver con amigos y cervezas, muchas cervezas para poder reír como merece… estamos ante un film hecho por un freaky para un público freaky.

Enoch

Decepcionante vuelta a la dirección tras más de 10 años desaparecido del otrora imaginativo, divertido y transgresor Frank Henenlotter (“Basket Case I, II Y III” y “Franhehooker 1990”, por citar a las que le elevaron a cuasi director de culto entre almas no muy sensibles), en la que nos cuenta una historia sobre Jennifer (Charlee Danielson), una joven fotógrafa que cuenta con 7 clítoris (al menos), una ninfomanía galopante a la que da suelta mientras busca al hombre que la satisfaga por completo, actividad durante la que mata a sus amantes y a consecuencia de su corto ciclo de gestación (2 horas) va sembrando el mundo de siniestros bebes abandonados donde la pille en ese momento, historia que se cruza con la de Batz (Anthony Sneed) un tipo poseedor de un gigantesco e insaciable pene que piensa y actúa por sí mismo, al que esta particularidad le supone grandes trastornos a la hora de desarrollar su vida diaria (ir a comprar drogas para mantener a raya a su pene, relaciones con vecinos, etc., etc.).
No es una película de terror, no es una comedia aunque tenga algún punto marca de la casa, no es ninguna inteligente alegoría tipo “Vagina dentada 2007”, ni es nada que merezca la pena calificarla mas allá de una ida de olla de un pasado de rosca y de moda Frank Henenlotter, en la que puede que alguien la encuentre su punto en base a desnudos, segundas lecturas, aparición de estrellas del hip hop o arte underground, pero que yo no he sabido (ni ganas, pese a el regocijo que me supuso la vuelta a la dirección después de tantos años de este hombre) apreciar.
Como curiosidad en el papel de editor en la revista en la que Jennifer trabaja como fotógrafa tenemos haciendo un cameo a James Glickenhaus, el director de aquella joyita de venganzas, hit indiscutible en los comienzos del VCR, “The Exterminator 1980”)

Nacer con siete clítoris no suponen ningún dolor de cabeza para la fotógrafa Jennifer (Charlee Danielson) si lo soluciona con sus múltiples juergas amorosas de la que sus amantes acaban siendo víctimas de una salvaje vorágine sexual. En cambio para Batz (Anthony Sneed) disponer de pene con personalidad propia y más ganas de pasarlo bien que los deseos de su propietario representan una pesadilla a diario que tiene que controlar a base de inyecciones y masturbaciones con tal de domar a su fiera. El encuentro entre Jennifer y Batz puede cambiar el orden de las cosas en una sesión fotográfica que ella organiza en la semivacío edificio donde reside el chico.

Frank Henenlotter se hizo muy popular a inicios de los años ochenta con “¿Dónde te escondes Hermano?” (Basket Case, 1982) así como sus secuelas de 1990 y 1992, que representaban toda una casquería simpática de horror de série B y mal gusto con una cierta añadidura cómica en las sangrientas secuencias que nos deparaban éstos filmes.

“Bad Biology” sigue echándole sentido del humor con dosis de terror y esa obsesión por lo deforme que aunque no llega al David Lynch de “Cabeza Borradora” (Eraserhead, 1976), será porque tiene sus momentos de tragicomedia (las confesiones de Jennifer después de sus relaciones sexuales y sus espontáneos partos; o la desesperación del protagonista masculino en utilizar toda clase de artilugios o máquinas para tranquilizar a su miembro más preciado, por odiado). Esta nueva rareza de Henenlotter insiste nuevamente en esa obsesión por lo orgánicamente sobrenatural que puede deparar el cuerpo humano (y concretamente en los aparatos reproductores) ofreciéndonos una enfermiza como delirante exposición alrededor de la anatomía (desde la primera célula hasta los regueros de sangre).