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Los diarios de Andy Warhol (Miniserie de TV)

6,8
372
Serie de TV. Documental Serie de TV (2022-). 6 episodios. Tras ser disparado en 1968, Andy Warhol empieza a documentar su vida y sentimientos. Esos diarios, y esta miniserie, revelan los secretos del hombre más allá del personaje.
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
21 de marzo de 2022
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es lo mejor que he visto desde hace mucho tiempo. Y eso que en los últimos tiempos he visto cosas que me han gustado mucho; yo que no soy de series, disfruté enormemente con Fragile, con Atrapados, con Hemingway. Ni siquiera es que Warhol de entrada me interesara tanto. Pero esto es otra cosa, está tan bien hecha. La pongo solo por las noches, y la cantidad de información, de imágenes, de mundos, luego me despierta a media noche con sueños increíbles. No descanso demasiado, pero esta serie me tiene fascinada, más fascinada a cada capítulo. Tengo que parar a mitad de capítulo porque es un exceso de vida condensada y el cerebro no puede incorporar ya más. O porque quiero que dure, y ya no me queda tanto para llegar al final. Es pura vida. Sin juicios, pura vida.
sofía
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25 de marzo de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los diarios de Andy Warhol

Andy Warhol, padre indiscutible del pop-art y, posiblemente, el artista más grande, famoso y controvertido de la segunda mitad del s XX, comenzó a dictar sus diarios a su secretaria Pat Hackett en 1970, mismos que fueron publicados en 1989, dos años después de la muerte del artista. Y ahora Netflix produce un documental de seis episodios basado en el contenido de dichos diarios.
El documental, apoyado por una ingente cantidad de fotografías, vídeos y material gráfico, es un testimonio tan apasionante como revelador, en la medida en que nos descubre la cara más oculta e íntima de uno de los personajes más polifacéticos de la historia del arte contemporáneo, que, con apenas 20 años y un billete de 50 dólares en el bolsillo, se plantó en Nueva York desde su natal Pittsburgh dispuesto a conquistar la ciudad de los rascacielos.
Porque su actividad no sólo se límitó al dibujo, la pintura y la serigrafía, sino que incursionó en publicidad en su primera etapa, y, posteriormente, en cine, literatura, televisión y moda.
La serie nos muestra las luces pero también las espesas sombras que envolvieron al hombre que se convirtiría en un icono de la cultura popular estadounidense.
El atentado que casi le cuesta la vida en 1968 a manos de una perturbada Valerie Jean Solanas supuso un parteaguas en la vida de Warhol. A partir de ahí se volvió aún más reservado y desconfiado de lo que ya era al comprobar el medio en el que se movía no era tan seguro como suponía.
Debido a su compleja personalidad y carácter versátil, nadie logró conocerlo de verdad. Ante los medios se mostraba esquivo, cínico e íronico, ambiguo y parco en sus declaraciones, recursos que utilizaba como escudo de protección y al mismo tiempo como mecanismo publicitario para acrecentar su popularidad. Y en la intimidad, frágil, inseguro y constantemente atormentado por una infinidad de demonios que revoloteaban alrededor de una mente tan creativa como inestable.
Y aunque nunca manifestó su condición homosexual, mostró una especial devoción por dos personas. Primero y durante doce años, por Jed Johnson, un apuesto joven que entró en “The Factory” como chico de la limpieza y terminó siendo un notable diseñador de interiores y, posteriormente, con Jon Gould, un alto ejecutivo de la Paramount muerto de sida en 1986.
Merece especial atención la colaboración artística que mantuvo durante dos años con un joven Basquiat que comenzaba a ser una celebridad en el mundillo artístico mientras que Warhol, 32 años mayor que él, hacía mucho tiempo que era mundialmente conocido. Si Basquiat se aprovechó de Warhol para impulsar su carrera o si éste de aquel para mantenerse en la vanguardia es algo que todavía permanece en el incierto contexto de la especulación.
Estas y otras muchas revelaciones de la vida personal y artística de Warhol son aireadas en esta apasionante serie-documental que he devorado sin pestañear y de un solo tirón.
Y como colofón, mis improbables lectores, la casa Christie's anuncia que el próximo mes de mayo sacará a subasta uno de sus muchos retratos de la malograda Marilyn Monroe, tan internacionalmente conocidos como sus sopas Campbell o las botellas de Coca-Cola. Se cree que el precio de venta alcanzará los 200 millones de dólares como cifra prudentemente estimada.
25 años después de su muerte, Warhol sigue tan vivo como en sus años de pletórica juventud y todo indica que su obra perdurará a lo largo del tiempo.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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14 de diciembre de 2022
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No soy mucho de ver series, prácticamente no veo ninguna, pero hacia la mitad de verano descubrí esta, estrenada en Netflix unos meses antes, y decidí verla. Es difícil transmitir ahora, meses después el impacto de aquel primer episodio, titulado Señales de humo. A lo largo de casi una hora, pausadamente, se nos cuenta la infancia y primera juventud del esquivo personaje, desde su Pittsburgh natal hasta ese Nueva York deslumbrante, adonde llegó en 1949, con apenas veinte años. Es cuando aparece por primera vez la lectura de una entrada de su Diario (realizado con un programa especial, recreando su voz electrónicamente), que aparece la magia, y el documental despega, se convierte en otra cosa, nada que ver con los demás documentales sobre artistas. Estos Diarios los empezó a dictar a su secretaria, Pat Hackett, poco después de que volviera a vivir, tras ser disparado por la activista (loca, en realidad) Valerie Solanas. Es decir, que abarcan desde 1968 hasta el 22 de febrero de 1987, en que murió. Es decir, casi veinte años de su vida.

No sé cómo lo han hecho, pero esta recreación, de su voz, leyendo esas entradas, acompañadas por imágenes que muestran lo que estamos leyendo, es toda una pirotecnia auditiva-visual, capaz de hipnotizar al espectador menos dispuesto a caer bajo los efectos de la magia. La mala noticia es que, cuando ya se han visto unos cuantos episodios, ese efecto sorpresa desaparece, y ya no causa la misma impresión, estamos más a ras de tierra. De todas formas, es algo, lo que han conseguido aquí, Rossi y su equipo técnico. Ayuda mucho, desde luego, esa música maravillosa (de nuevo, uno se queda sin palabras) de Brad Oberhofer, que tiene la capacidad de establecer el mood adecuado a las imágenes y el texto. Esta conjunción perfecta de texto y sonidos es un logro mayor, y es lo que hace de esta serie algo tan especial.

El episodio 2, que vi cuatro días después del primero, está centrado en su relación con Jed Johnson. Él fue el amor de su vida, o al menos de esa primera época en Nueva York, cuando estaba en su apogeo la Factory. Sabido es que Jed entró de chico de la limpieza y los recados y acabó como célebre interiorista, al menos en aquellos círculos. A Andy le gustaban mucho las fiestas y la movida disco, y eso acabó con un amor que era importante para él, para su equilibrio. Ni que decir tiene que Andy llevaba su homosexualidad de forma discreta, a pesar del ambiente de excesos. Nueva York, en aquellos años 70, era una porquería. Las entradas destilan ya una tristeza inigualable, y eso hace que te vayas hundiendo cada vez más en la dicha, en la melancolía del personaje.

En el episodio 3 tenemos la relación de Andy con Jon Gould, un ejecutivo de la Paramount, que fue su gran sufrimiento. El episodio muestra con gran detalle esta relación, realmente dolorosa, difícil, ya que Jon estaba en el armario, y no había manera de sacarlo de ahí. Eran otros tiempos. Poco a poco descubrimos, con infinidad de documentos, fotos, escritos, películas caseras, la calidad de este amor, tal vez el amor de su vida. Al menos, amor adulto, pleno. Las palabras del hermano superviviente son bien claras. En febrero de 1984 a Gould se le diagnosticó SIDA, la enfermedad de la que poco se sabía. Dejó Nueva York y se mudó a Los Angeles, donde finalmente murió, en 1986. Warhol se hizo a un lado. Poco después de su muerte, Warhol empezó a trabajar en "La última cena", una recomposición de la famosa obra pictórica.

Los restantes tres capítulos pierden un poco de fuelle, al menos para mí no son tan interesantes. El número 4 cuenta la amistad especial entre Andy y Jean-Michel Basquiat. Los artistas del grafiti inspirados por el arte pop dan brío a Nueva York en los años 80. Este episodio, como el anterior, es un poco más largo, 74 minutos. En el episodio 5, 15 minutos, vemos a Andy metido a actor, en programas como Saturday Night Live y Vacaciones en el mar. Sigue con Jean-Michel, y hacen una muestra en colaboración, que paradójicamente supone el final de su relación. El documental sigue un poco la pista a Basquiat, quien moriría de sobredosis el 12 de agosto de 1988, en Nueva York. Tenía sólo 27 años: otro para el Club de los 27...

El episodio 6 se titula Amor por el alienígena, es el más largo de todos, es ya el colmo de la melancolía. Si a estas alturas no estamos ya para el arrastre, es que no tenemos sangre en las venas. Y, por supuesto, nos hemos enamorado por completo de este hombre elíptico, reservado, genial, provocador, tímido, enfermizo, enamoradizo, apasionado aunque pareciera todo lo contrario. Son los últimos años, los del temor al SIDA, que estaba matando a mucha gente. Los años del desenfreno dieron paso a estos lodos, la plaga invadió la ciudad, había miedo. Andy, que había tenido relaciones con unos y otros, tampoco se libraba. Andy aceptó una comisión en honor a La última cena, que adquiere un nuevo significado cuando fallece poco después de la inauguración. Él no quería ir a Milán, ese viaje le sentó mal. Y luego, la operación de vesícula, a la que tampoco se quería someter.

Como digo, estos últimos cinco capítulos los vi ya en días sucesivos, un episodio por día, para no romper el flujo, la continuidad. Aconsejo al posible espectador que lo haga así: un episodio por día es lo mejor, para empaparse de todo, para poder digerir y asimilar la inmensa información que aquí se nos ofrece. Todo de un tirón es demasiado, es emborracharse. Dejar pasar muchos días entre uno y otro también haces que te pierdas esa intensidad. Durante esos seis días, estarás con Andy Warhol, realmente. Con su voz, como un fantasma que nos acaricia. Con sus imágenes, sus cartas, sus fotos, sus cuadros, su arte. Andrew Rossi ha creado una obra maestra de la TV.
Lukas
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