Una vida cada día

A veces nos olvidamos de que en Estados Unidos, falso paraíso de la libertad, existen millones de pobres. Esta película nos acerca esta realidad de forma muy directa, sin caer en falsos sentimentalismos, a través de la amistad que surge entre dos hombres de distintas razas y edades (espléndidos Danny Glover y Matt Dillon). Me sorprende que haya pasado tan despercibida y sea calificada con tan bajas puntuaciones. Parece que hay gente que no le gusta descubrir que el sueño americano, no es sino una pesadilla, que los hipócritas del poder intentan ocultar. Tenemos un ejemplo muy reciente: el huracán Katrina. La realidad siempre supera a la ficción.

blancos, negros, esquizofrénicos, veteranos, mutilados, delincuentes...Cuando tratamos la pobreza tratamos una enfermedad que afecta a millones de personas, da igual el color de la piel o cual sea tu sitio en la sociedad, la pobreza es la enfermedad más expandida por todo el mundo.

Jerry y Mattew son un ejemplo claro, dos entrañables protagonistas de una historia de tantas de pobreza que se reflejan en la pantalla. Si podemos destacar una cualidad de este film es sin duda lo entrañable que puede llegar a ser una relación entre personas que no tienen nada más que su propia identidad.

Jerry limpiaparabrisas de "oficio" resulta encontrar una nueva vocación, ser una terapia sin licencia para el querido Mattew, que cada vez que recae de su enfermedad esta allí Jerry para enseñarle el camino. Los dos consiguen demostrarse afecto y establecer una bonita relación, su objetivo es el optimismo, llegar a buen puerto a partir de los buenos valores.

Este film dramático, logra conectar con el espectador, la cruda realidad que representa es digna de resaltar. Demostrando que los que se ven obligados a vivir en la calle también tienen sus objetivos, sus esperanzas y sus ganas de salir adelante. Más incluso que los que tienen todos los medios y no son capaces de construir un futuro sin consultar al poder del dinero.

No me fiaba de ese 6,3 y animado por las críticas que hay aquí, la vi, porque no tenía idea de su existencia.
Una buena película monográfica sobre un problema constante al que nos acostumbramos.
Grandes interpretaciones de Danny Glover y sobre todo de Matt Dillon, realmente inspirado. Su personaje de esquizofrénico inocente, hasta el punto de parecer un santo en un mundo miserable, está muy bien tratado.
Hay que verla como una historia sencilla, pero en esa sencillez hay algo escalofriante que te deja el corazón en un puño.
Esa injusticia cotidiana, esa pobre gente que vive en la calle. Me ha emocionado grandemente.

A veces llegas a películas dramáticas de las que huirías porque queda claro desde el principio que lo que vas a ver no va a ser agradable para el alma. Si no fuera por culpa de esa absurda norma de no dejar a medias jamás ninguna película, por mala que sea, o porque en este caso puede hacerte daño, muchas veces, tal cual como aquí, me iría corriendo. Prefiero reír a llorar. Pero entiendo que el cine lo abarca todo y que la mendicidad en una ciudad estadounidense es un tema doloroso como cualquier otro. Se huele, se nota que el camino es irremediable y que lo que vamos a presenciar no es precisamente motivador y optimista. Va a doler. Y no puedes dejar de verla.

Podría haber sido peor, podrían haberse hecho las cosas peor, en el sentido de hacer mucho más daño, de profundizar mucho más allá de la piel y retorcer más el drama. Uno con esquizofrenia, débil y presa fácil... el otro no puede protegerlo del sistema, no es Dios, por algo vive en la calle también. Me gusta que sean de raza negra y blanca. ¿Qué más?; también me gusta que no fuera muy popular en su momento y que siga siendo un título algo olvidado. Aunque sea raro, es un drama que duele, te deja mal cuerpo, pero como está bien hecha (sin ser una obra maestra ni mucho menos) no puedo valorarla mal, porque consigue su objetivo y en ese sentido es buena. Aunque no me guste, porque a nadie le gusta que le hagan daño, y a mí me lo ha hecho.

Trata de mostrarse amable y compasiva durante la primera hora y veinte, para luego tornarse lacrimógena ofrecer una cascada de desgracias. En mi opinión, dichos incidentes obedecen más a la necesidad de buscar un impacto emocional en el espectador que a mantener un rigor narrativo.

Las actuaciones, muy buenas, pero los retratos de una enfermedad mental (en este caso, la esquizofrenia de un joven Dillon) no me inspiran ninguna emoción si no me divierten o no conecto con el personaje. Se le retrata como a alguien bueno por imperativo del guión y se le caracteriza con una cualidad/muletilla que lo hace ser distinguible y pretendidamente entrañable, recurso frecuente de esos retratos superficiales de películas de bajo presupuesto de los noventa. En este caso se centra en mostrar su obsesión por la fotografía.

La película adopta el tono de alguien que está describiendo algo insólito, extraño y desconocido, casi como una fantástica de aventuras. Tampoco me gusta que a estos personajes trastornados se les pinte de iluminados o con un poder/energía especiales, porque es hacer un muy flaco favor a la realidad, son tergiversaciones y falacias especialmente crueles porque alimentan el desconocimiento y falsas creencias. Ni decir hace falta que son todos buenos (menos Ving Rhames por imperativo del guión), sanos (ni un alcohólico o drogadicto), mantienen una lucidez y hasta educación que ya quisiera uno para sí.

Lo que más me impresiona es el deplorable aspecto de una gran urbe estadounidense, con escombros, ruinas y basura por doquier, parece hasta surrealista.