Utah Blaine

Sería justo incluir a Rory Calhoun como una figura destacada dentro del western norteamericano en su época dorada. Una treintena de películas y una solvencia demostrable en papeles de duro y solitario dan fe de ello. También contribuyen su planta (1,91 de altura), su rictus y su mirada entre lánguida y honesta.
Se convierte "Utah Blaine" en el vehículo perfecto para el lucimiento de Calhoun. Es su tipo de historia. Interpretando al personaje que da título a la cinta dota a éste no sólo de independencia, orgullo y coraje sino que también lo reviste de un carisma y de una seguridad en sí mismo apabullantes. Es precisamente esa seguridad la que le hace irresistible al espectador. Y, sobre todo, al espectador de westerns, a ese al que le fascina la soledad y la dureza del héroe, del tipo impasible que se atreve a luchar solo contra la banda de Nevers, a pegarse con un armario ropero y a rechazar de forma sistemática a esa belleza llamada Susan Cummings. Bueno... y luego a irse con ella. Como tiene que ser.
Sears, director de numerosas cintas del oeste teniendo a Charles Starrett de protagonista, nos regala una obra concisa, bien elaborada (magnífica pelea entre Blaine y Gus) y con interpretaciones más que solventes. Una película a tener en cuenta.

Cometieron dos errores.
Uno, ahorcarle.
Y dos, no quedarse a comprobar que estuviera muerto.

En realidad el argumento de esta película poco tiene que ver con la de Eastwood pero su inicio me recordó a ella por las prisas chapuceras con la que los malos ejecutan su tarea, dando por hecho la muerte del dueño del rancho que pretenden rapiñar.
Y como me encanta esa frase no he podido resistir la tentación de emplearla, algo cambiada, al fin y al cabo, si los ladrones se hubieran aplicado más a fondo en su faena, luego no tendrían que lamentar todo lo que va a acontecer después. Ahórcale despacio que tengo prisa.
Aunque aquí no es el ahorcado el que acomete su venganza justiciera sino su rescatador, Rory Calhoun. Un pistolero de reputación siniestra que pasaba por allí, al oír la historia de la víctima decide ayudarle más que nada porque sus intereses también rondan por allí. Su particular enemigo, al que busca con afán de venganza, forma parte del grupo de los linchadores. Ayudar al viejo es ayudarse a sí mismo.
Pero no lo tendrá nada fácil en esa ciudad sin ley, sobre todo porque está sólo frente a los numerosos hombres con los que cuenta el aspirante a esas tierras.
Tendrá que hacer uso de su inteligencia si quiere eludir a esos hombres, por lo menos hasta que la propiedad y su administración sea debidamente registrada de manera legal.
Sears conduce este western con un gran sentido del ritmo. Las acciones se suceden sin pausa, bien rodadas, dinámicas y tensas. La historia está bien relatada y el héroe tiene mil y una oportunidades de lucirse, gracias a su destreza pero también a su ingenio, como el paseíllo que da a sus perseguidores hasta conseguir hacer reventar a sus caballos.
La pelea es magnífica. Plantarlo ante semejante mole acobarda a cualquiera (el contrincante, era campeón de boxeo en la vida real y eso se nota). El sonido de esos puñetazos resuenan en los oídos y cada golpe es recibido por el espectador con mucho dolor. Tengan a mano un antiinflamatorio por si acaso, es un consejo.
Al final nos daremos cuenta que la película pasa en un suspiro, nos habrá entretenido mucho y satisfará nuestras ansias de justicia.
La acción final también es un primor. Todos contra todos en estruendosa traca final. Después de la tempestad, viene la calma. Y el guaperas Calhoun se lleva a la chica !cómo no!.

"- ¿Cómo saliste de esa cárcel mexicana?
- Les dije que quería salir para matarte y me soltaron".

Western de serie B, que resulta entretenido aunque irregular.
Comienza muy bien y su parte final también es interesante, pero por el medio hay de todo, incluido un poquillo de desbarajuste en cuanto al hilo argumental, con personajes yendo y viniendo a caballo sin demasiado fuste.
Pero en líneas generales se pasa el rato sin el menor esfuerzo, gracias a la ágil realización de Fred F. Sears, director de un buen puñado de westerns y también de algún feliz trabajo en el género de la ciencia ficción como "La Tierra contra los platillos voladores", de grato recuerdo.
Los intérpretes, casi todos son de segundo nivel, aunque su protagonista, Rory Calhoun tenía de sobra experiencia en esta clase de trabajo y lo saca con notable.
Tiene algún buen diálogo como este, entre los dos protagonistas masculinos:

"- ¿Estás listo?
- ¿A dónde vamos?
- A cualquier parte.
- Nunca estuve allí. Voy contigo".

Amena, no obstante, pasado poco tiempo si no se la ha olvidado, poco faltará.

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